Internacional

Brasil a dos décadas de crecimiento de la productividad

Una promesa desde siempre Recursos, recursos… Tierra y agua en abundancia y clima adecuado fueron los factores que natural e históricamente ubicaron a Brasil como uno de los principales países productores agropecuarios del mundo. Una extensión de 851 millones de hectáreas ubica al país vecino en el 5°...

Una promesa desde siempre
Recursos, recursos… Tierra y agua en abundancia y clima adecuado fueron los factores que natural e históricamente ubicaron a Brasil como uno de los principales países productores agropecuarios del mundo. Una extensión de 851 millones de hectáreas ubica al país vecino en el 5° lugar en el ranking de países según su superficie, pero, la naturaleza de esa superficie es lo que lo pone como gran productor agropecuario. Esa extensión, de acuerdo con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación de Brasil (MAPA), se distribuye entre 420 millones de hectáreas del Bioma Amazónico, 60 M ha cubiertas por cultivos, 173 M ha cubiertas por pasturas y 6 M ha por plantaciones forestales.
Una promesa cumplida
Sin embargo, recién en el lapso de los últimos (casi) 20 años, Brasil empieza a despegar y a afirmarse como uno de los principales graneros del mundo. La medida más clara de ese despegue la da el aumento de su productividad1, al observar el período que va de 1960 a 2013, además de comparar la evolución de esa productividad con la de otros países o regiones. En el Gráfico N° 1 se aprecia la evolución de esa variable de acuerdo con el seguimiento de la Productividad Agrícola Internacional que realiza el USDA (US Department of Agriculture). Si bien existen varios trabajos con diferentes aproximaciones, se prefiere tomar uno que aplique la misma metodología para todos los países y considere conjuntamente las producciones agrícolas y las ganaderas.
Véase cómo Brasil y China se aprecian, despegándose inclusive de un país como EE.UU.; ni qué comentar respecto de Argentina, que muestra un desarrollo que está por debajo del promedio de los países de Sudamérica.
El sector agropecuario brasileño pasó por varias etapas; en muchas de ellas, su agricultura fue tildada de ineficiente o lenta en la incorporación de tecnología. Esa caracterización se debió, en buena parte, al mayor énfasis de las políticas oficiales sobre la industrialización en detrimento del sector rural. Ya para la década del sesenta empezaban a reconocer que la baja productividad y la resistencia a los cambios tecnológicos y políticos conspiraban contra el crecimiento y desarrollo de la economía brasileña en su conjunto. Le siguieron épocas con políticas de intervención pública de disímil naturaleza, con resultados positivos para algunos productos y negativos para otros. Hacia fines de la década del noventa se habían registrado aumentos de productividad, aunque modestos, por lo que los hacedores de política vieron la necesidad de reformas más profundas.
En el presente siglo, hubo un cambio radical y la transformación en innovación y eficiencia fue tal que Brasil experimentó el crecimiento más pronunciado de su productividad real, lo que superó largamente al mero proceso de incorporación de tierras nuevas y trabajo. Muchos aducen que “la semilla fue sembrada” en los setenta, a partir de la implementación de fuertes –y relativamente sostenidas- políticas que favorecieron la investigación agropecuaria. El núcleo de esas políticas estuvo en la afirmación de un sistema nacional de investigación agropecuaria, con una red de unidades de research federales, provinciales y académicas, y cuyo centro ha sido el EMBRAPA (Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária). Para algunos investigadores, “la semilla dio sus frutos” a mediados de los noventa, cuando el marco institucional adecuado le permitió al sector privado despejar la incertidumbre, invertir e innovar. ¿A qué se refieren con marco institucional adecuado? A uno con estabilidad económica, políticas públicas sociales y económicas más predecibles y la remoción de aquellas medidas de intervención pública de efecto gravoso para la ruralidad, que apuntaban más a objetivos macroeconómicos (control de la inflación o ingreso de divisas) que a los sectoriales.
Para el mundo, Brasil es efectivamente uno de los mayores graneros en la arena internacional. Si bien el comercio de todos sus productos representa el 1,4% del comercio global, el agropecuario se encuentra en torno al 7% del mundial. La dependencia de los países importadores en determinados productos de nuestro vecino país se aprecia en la Tabla N° 1, ya que, más allá de ocupar los primeros puestos como proveedor de carne de ave, azúcar, café o soja, resulta llamativo el nivel de participación en el comercio de estos bienes. Como así también es increíble el aumento experimentado en la participación del comercio global de varios de esos productos en el término de veinte años.
Para Brasil, 221 millones de toneladas de producción de granos, 43 millones de toneladas de frutas y 27 millones de toneladas, contribuyen en buena medida a que el sector de los agronegocios en Brasil represente el 21% del producto bruto interno de esa nación. Según cálculos hechos por CONAB (Companhia Nacional de Abastecimento) y CEPEA (Centro de Estudos Avançados em Economia Aplicada, Escola Superior de Agronomia “Luiz de Queiroz”, Universidad de San Pablo), el 37% de los puestos de trabajo responden en forma directa e indirecta al este sector.
La creciente relevancia del mercado externo en el éxito productivo de Brasil se percibe al mirar las cifras de la balanza comercial; casi 85.000 millones de dólares ingresaron por el sector de los agronegocios durante el 2016 frente a exportaciones totales por 185.240 millones de dólares. Por otra parte, el saldo favorable de la balanza comercial del sector de los agronegocios ha permitido que Brasil pueda compensar el saldo desfavorable que presenta la balanza comercial para los sectores que restan. En el año 2016, el saldo de comercio exterior resultó positivo en 47.680 millones de dólares, merced al saldo positivo de los agronegocios que llegó a U$S 71.310 millones. Ello se aprecia fácilmente en el Gráfico N° 2.
El incremento de la productividad del sector agropecuario brasileño, sin lugar a dudas, fue alentado por la mayor demanda externa. Sin embargo, los mayores precios del mercado internacional por sí solos no resultan suficientes para responder con creciente productividad. Si así fuera, Argentina habría experimentado un fenómeno similar dado que produce lo mismo que Brasil y las fortalezas en recursos naturales son relativamente equivalentes. Sin embargo, como puede apreciarse fácilmente en el Gráfico N° 1, ello no ocurrió. Las claves son varias, pero podrían centrarse en una importante apuesta de largo plazo a la investigación e innovación tecnológica, y en un entorno de estabilidad macroeconómica y política, con la remoción de medidas de intervención o trabas comerciales para el mundo de los agronegocios y la implementación de otras de apoyo sectoriales (seguros, financiamiento, etc.).
Pese a que Brasil está sufriendo los efectos de una crisis política económica en los años más recientes, a la vez que se morigeró el crecimiento de la demanda, la película del país vecino desde la década de los setenta a la fecha permite sacar unas enseñanzas muy interesantes. Si bien los países tienen diferencias sustanciales entre sí, siendo la idiosincrasia una no menor, vale la pena indagar en quienes han tenido éxito donde otros no.
1 Si bien el crecimiento productivo se suele medir por el aumento de la producción o de la productividad de la tierra (rendimiento por hectárea), es la Productividad Total de los Factores (PTF) la que da una medida real del aumento de la productividad. La PTF es el cociente entre el producto obtenido y el total de los insumos (tierra, trabajo, capital y recursos materiales) que se emplearon en el proceso productivo. Es decir, se produce un aumento de la productividad cuando se produce un incremento del producto habiendo utilizado la misma cantidad de insumos totales o cuando se obtiene igual cantidad del producto pero habiendo empleado menor cantidad de insumos totales.

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