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Continuidad pedagógica: lo que la educación rural vino a enseñarle a la urbana en plena pandemia

Victoria Zorraquín es profesora, investigadora y especialista en educación, y en diálogo con Palabra de Campo resalta cómo las viejas técnicas de las escuelas rurales de todo el país se volvieron claves a la hora de seguir enseñando y aprendiendo en tiempos de coronavirus. La conectividad y el acceso a la tecnología hoy marcan la diferencia y se vuelven una deuda pendiente en la educación rural.

Acababan de empezar las clases cuando empezó a hablarse de una pandemia y cuando, finalmente, unos días después, la noche del jueves 19 de marzo, el Gobierno nacional decretaba el aislamiento social, preventivo y obligatorio para todos los argentinos. Con un fin de semana largo en el medio, el sistema educativo se adaptó y el miércoles 25/03 muchos docentes empezaban sus clases virtuales, probando tecnologías que no habían usado antes y apelando al compromiso de los que acompañan a los niños y adolescentes en sus hogares cada día.

Victoria Zorraquín es profesora, investigadora y especialista en educación, y asegura que apenas conoció la medida del Presidente se preguntó qué pasaría en las escuelas -las rurales y urbanas- y empezó a hablar con docentes y directivos para saberlo. “Me di cuenta de que para los docentes rurales no era un gran cambio. La sorpresa se la llevaron los educadores urbanos, porque para uno rural es una costumbre la continuidad pedagógica y el hecho de saber que, por algunas semanas, los alumnos no van a ir a la escuela”, cuenta.

“Las escuelas rurales no se sorprendieron. Ahí, muchas veces por cuestiones climáticas los alumnos tienen que dejar de ir, por lo que tienen un sistema para hacer ese seguimiento. Esto no quiere decir que no sufran el hecho de no poder verse, que sin dudas ocurre”, agrega.

Victoria está convencida de que esto nos interpela desde muchos aspectos. “Lo primero que me gusta resaltar es que la escuela rural interpela a la urbana porque, además de ese seguimiento, está muy acostumbrada a trabajar con la familia. Ahí no está dividido el alumno de su grupo familiar: la familia pertenece a la escuela y el maestro sabe que cuando da tarea la familia ayudará. Esto para la escuela urbana es una sorpresa total. Hablo con docentes todo el tiempo y te dicen que descubren a las familias y maneras diferentes de apoyar a sus hijos”, sostiene.

Muy por el contrario, la escuela urbana suele resaltar como un aspecto negativo o directamente pedir que “hagan la tarea sin ayuda” marcándolo como un valor agregado. “Hoy eso está patas para arriba porque necesitamos sí o sí que al alumno lo ayuden sus padres, hermanos o tutores. Esto en el ámbito rural es normal y es un aprendizaje de raíz, porque están completamente convencidos de la ayuda de la familia es parte del camino del aprendizaje”, afirma en diálogo con Palabra de Campo -por Radio 10-.

La especialista cuenta un caso que puede parecer la exageración de lo simple: en la escuela número 27 de Rauch, provincia de Buenos Aires, una docente a la que reconoce como “muy comprometida” usa un sistema que se basa nada más que en tener dos cuadernos. Los chicos usan uno, lo entregan y, mientras ella corrige, usan el otro. Así sucesivamente. “De repente esa necesidad se ve en todas las escuelas del país, que tienen la posibilidad de usar estrategias menos artesanales gracias a la tecnología”, dice.

Pero a poco de cumplir un mes en cuarentena, indica Zorraquín, y con respuestas a esas primeras preguntas, estamos en condiciones y ante el compromiso de cuestionar otras cosas. “¿Qué tal si nos ponemos las pilas con la conectividad rural?”, pone sobre la mesa la profesora. Y va más allá del contenido educativo: “Si cada una de esas escuelas, cada uno de esos parajes, tuviera la conectividad que debería, esos chicos podrían estar conectados con otros, porque lo que más pierde un alumno de escuela rural es la posibilidad de compartir a diario un espacio con sus pares, que de alguna manera es la razón por la que vamos a la escuela”.

La educación es una pero es diversa, y las características sociales, económicas y hasta productivas de cada parte del país la moldean. Ahora, las condiciones son las mismas para todos, y cada variedad aprende de la otra. Sin embargo, a la hora de nivelar, nos toca mirar otra vez para abajo. Quizás sea esta una buena puerta de entrada a pensar qué le damos y cuánto le pedimos a cada sector, y en particular a los que habitan, trabajan y viven en la ruralidad.