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Un debate necesario: ¿la pérdida de competitividad de la industria oleaginosa va a terminar perjudicando a los productores de soja?

A pesar de la falta de mercadería generada por la sequía 2017/18, que obligó a la industria a importar 4,30 millones de toneladas de poroto en los primeros nueve meses de 2018 (de las cuales 785.507 toneladas provinieron de EE.UU)., los exportadores están experimentando condiciones extremadamente favorables para quitarle el...

A pesar de la falta de mercadería generada por la sequía 2017/18, que obligó a la industria a importar 4,30 millones de toneladas de poroto en los primeros nueve meses de 2018 (de las cuales 785.507 toneladas provinieron de EE.UU)., los exportadores están experimentando condiciones extremadamente favorables para quitarle el insumo clave a las fábricas procesadoras de soja.

En el presente mes de noviembre los exportadores declararon compromisos de ventas externas de poroto de soja por 895.573 toneladas, mientras que la industria oleaginosa registró embarques programados por 933.400 toneladas.

Las causas de ese fenómeno no son difíciles de advertir: el FAS teórico en el disponible de las empresas 100% exportadoras de grano sin procesar –como es el caso de las filiales locales de ADM, CHS y Amaggi– es actualmente de 259 u$s/tonelada, según datos de la Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario. En cambio, el FAS teórico de la industria aceitera es de apenas 238 u$s/tonelada.

La “guerra comercial” del presidente estadounidense Donald Trump contra China terminó generando un beneficio sustancial a las compañías argentinas exportadoras de soja. Pero provocó un daño considerable a las industrias aceiteras.

La brecha de valores FOB entre la soja Rosario (Argentina) versus Golfo de México (EE.UU.) supera actualmente los 55 u$s/tonelada debido al arancel del 25% aplicado por el gobierno chino como represalia por las barreras proteccionistas implementadas por Trump contra la nación asiática a comienzos del pasado mes de julio.

La cuestión es que el nivel récord del diferencial FOB entre el poroto argentino versus el estadounidense –generado por la “guerra comercial”– no se trasladó a los valores de la harina y el aceite de soja debido a que China, precisamente, importa soja para elaborar ambos productos en su propio territorio.

En ese escenario, el gobierno macrista implementó un cronograma progresivo de eliminación del diferencial de derecho de exportación –que terminará de consolidarse en febrero de 2019– que restó capacidad de compra a la industria aceitera.

Esta semana se registró en Twitter un debate interesante al respecto en el cual Jorge DomínguezBrando, director de Originación y Research de Molinos Agro, indicó que “sin diferencial (del derecho de exportación) y vedado el ingreso de soja americana (estadounidense) a China es la tormenta perfecta para que desaparezca la industria nacional procesadora se soja en la Argentina y queden solo las fábricas de multinacionales que compensan la pérdida acá con márgenes siderales en EE.UU”.

Y añadió que “los que van a perder son los trabajadores de las fábricas (aceiteras) que se cerrarán y los productores que recibirán un menor precio por su cosecha vendiendo poroto solo a exportadores (…) Acá estamos haciendo todo mal. Daño autoinfligido”.

El analista de mercados de granos y director de Canal Rural, Carlos Etchepare, salió a responderleal considerar que “ninguna fábrica va a cerrar por falta del diferencial. El argumento se contradice, ya que, si así fuera, no se entiende porqué le van a pagar menos a los productores. El precio a los productores fue, mayormente, el de la exportación de poroto y lo seguirá siendo. No hay fábricas cerrando”.

Por su parte, Adrián Seltzer, analista de la empresa de comercialización y corretaje Granar, indicó que “lamentablemente, cambiaremos la exportación de aceite y harina por poroto sin procesar”, para luego agregar “si no tenemos fábricas aceiteras, contame quién compra la soja con dañado, grano verde, quebrado y humedad”.

La harina de soja es el principal producto de exportación argentino y el mayor generador de divisas genuinas presente en la economía local.