Las temperaturas y las precipitaciones afectan directamente el comportamiento, la tasa de reproducción y los hábitos alimentarios de los insectos plaga. En especial, aquellos que transcurren parte de su ciclo en el suelo. Frente a la gran variabilidad climática que registra nuestro país, con regiones más afectadas por las abundantes precipitaciones, mientras que, en otras, aún persisten las condiciones de déficit hídrico, son clave los monitoreos, según cada ambiente.
“Los factores climáticos modulan la biología de los organismos en forma diferencial dependiendo de su extensión”, aseguró Emilia Balbi -especialista en el manejo de insectos en cultivos extensivos del INTA Marcos Juárez, Córdoba-.
En este sentido, explicó que “la comunidad de insectos depende no sólo de la frecuencia de eventos climáticos significativos, sino de cuánto tiempo se repiten esas condiciones en un periodo”.
Es que, en ambientes bajo condiciones climáticas de El Niño, se registrará un aumento de precipitaciones y, como consecuencia de ello, de la recarga del perfil edáfico. “Este ambiente podría dar lugar a un cambio en la abundancia y el accionar de hongos controladores de insectos que viven en el suelo”, indicó Balbi.
Además, podría aumentar la presencia de hongos entomopatógenos que causan descensos poblacionales de importancia en orugas desfoliadoras como ocurre con frecuencia con Nomuraea spp. “La mejora en las condiciones de los cultivos asociadas a un mayor aporte de agua de lluvia respecto a ciclos anteriores permitirá compensar, en caso de que suceda, el daño de insectos en hojas siempre y cuando las densidades poblacionales se mantengan por debajo de un cierto umbral aplicado por el profesional agrónomo”, detalló la especialista de Córdoba.
Frente a esto, subrayó: “El monitoreo de insectos en los cultivos, acompañado del conocimiento de sus ciclos biológicos y su potencial de daño son herramientas indispensables para la toma de decisión en pos de lograr mejores rendimientos y productos que alcancen la calidad comercial deseada”.
En contrapartida, el déficit hídrico registrado de la mano del fenómeno climático La Niña afectó la fluctuación poblacional de insectos plaga en la región.
Condiciones ambientales con temperaturas máximas y medias elevadas, baja humedad relativa y de suelo, favorecieron a varias especies del orden Coleoptera entre los que encontramos a los gusanos blancos, al siete de oro y al gorgojo del macollo de trigo, que aumentaron sus poblaciones llegando a niveles poco frecuentes en la región núcleo agrícola.
A su vez, -explicó la investigadora- las polillas y sus estados inmaduros también se vieron afectadas por La Niña, con un periodo de baja presencia de desfoliadoras claves como la oruga medidora de soja, pero con aumentos de población y daños de la oruga bolillera.
“Dentro de este orden taxonómico se destacaron también las orugas cortadoras, que aumentaron su frecuencia de daño con el pasar de las campañas. Las plagas típicas asociadas a sequía como ser el pulgón ruso del trigo, la arañuela roja y los trips en soja también fueron protagonistas”, aseguró Balbi.