Con una inflación que cerró el 2016 por encima del 40% y un fuerte impacto en los alimentos más básicos, las familias argentinas se vieron forzadas a aplicar cambios profundos en su dieta cotidiana. Como resultado, carnes y lácteos perdieron presencia en la mesa. Y a cambio parecen haber ganado terreno las pastas, alimentos que resultan mucho más económicos y logran igualmente llenar el estómago, aunque también resultan bastante menos nutritivos.
Las estadísticas más recientes disponibles del Ministerio de Agroindustria muestran que el año pasado se comió carne en el país a razón de 56,11 kilos por habitante, una caída de 3,3 kilos o del 5,6% frente a los 59,44 kilos que cada argentino había consumido durante el 2015.
En el caso del pollo, los datos oficiales indican que el consumo interno fue en 2016 de 41,9 kilos per cápita.
Frente a los registros del año anterior (43,3 kilos), eso implica una reducción de 1,4 kilos anuales o del 6,4%.
Así, al sumar las proteínas bovinas y aviares, surge que en 2016 cada habitante comió 4,7 kilos menos de carnes (se pasó de 102,7 kilos anuales se pasó a unos 98). Aunque si se agrega a esa cuenta el cerdo, cuyo consumo este año creció en 1 kilo per cápita, impulsado por precios más calmos, la caída total del consumo de carnes queda en 3,7 kilos.
¿Con qué se sustituyeron esos alimentos en la mesa? Una pista puede estar en que, según la consultora Kantar Worldpanel, este año uno de los pocos rubros de alimentos que crecieron fue el de las pastas. Estos derivados de la harina, afirman, se vendieron en plena recesión un 2% más que el año pasado.
"Mientras que los hogares realizan en general menos visitas al supermercado, las pastas son adquiridas con la misma frecuencia", destacó en su anuario 2016 la Unión de Industriales Fideeros de la República Argentina, donde remarcan que en el último año el crecimiento fue impulsado por los fideos para guisos y sopas, en detrimento de los largos.
Los otros grandes afectados de la mesa fueron los lácteos. Según las últimas cifras oficiales, el año pasado el consumo interno de leche luida pasteurizada se redujo un 18% interanual, lo que representa casi dos tasas menos al mes (0,43 litro) por habitante.
Asimismo, los argentinos comieron 13% menos de quesos blandos y 8% menos de yogur que en 2015.
Según Kantar Worldpanel, los hogares compraron en 2016 un 7% menos de lácteos, y entre lo más resignado estuvieron leches cultivadas, leches líquidas infantiles, postres refrigerados, margarina y manteca.
En bebidas, otro rubro muy afectado, el consumo bajó un 8% y los productos más desplazados fueron jugos concentrados, aguas saborizadas, los jugos de soja y las cervezas, que según estadísticas de la Ciudad se encarecieron un 60%.