“La pesca puede ser abordada no sólo desde la perspectiva académica sino también desde otros ángulos, como la legislación pesquera o la gestión de regulaciones, entre otros. Apuntamos a formar profesionales capacitados en gestionar la producción pesquera y acuícola de manera sustentable”, dice la doctora Alejandra Volpedo, directora de esa carrera.
Con un año de duración, la especialidad se inauguró en 2018, por lo que quienes se inscriban y finalicen los estudios integrarán la segunda camada de especialistas en esa temática formados en la Universidad de Buenos Aires.
Su creación no pudo ser más oportuna. La producción de proteínas de origen animal se ha transformado en uno de los desafíos del nuevo milenio, en especial debido al incremento demográfico y la creciente demanda de alimentos.
A mediados del siglo XXI la población mundial superará los 9 000 millones de personas, y la producción de alimentos deberá crecer sorteando dificultades, como los efectos devastadores del cambio climático y la degradación ambiental de los recursos.
De acuerdo con la FAO, en el mundo se consumen 20 kg de proteína de pescado per cápita, por año, lo que representa el mayor consumo histórico. Desde 1961, el crecimiento anual mundial del consumo de pescado ha duplicado el crecimiento demográfico, poniendo de manifiesto que el sector pesquero es fundamental para alcanzar la meta de Naciones Unidas de un mundo sin hambre ni malnutrición.
En ese contexto, los países de América Latina son hoy netamente exportadores y productores de acuicultura, con el menor consumo interno per cápita mundial: solo 9,8 kilos por año. No obstante, se prevé que ese consumo aumentará el 33% en 2030, de acuerdo con estimaciones de la FAO.
En las últimas décadas, a nivel global, la captura pesqueras se han mantenido constante (alrededor de 92 millones de toneladas al año), mientras la producción acuícola creció, pasando en tres años de 60 a 80 millones de toneladas anuales.
“Podríamos decir que al mar ya no podemos pedirle más. Por eso la acuicultura se transforma en la mejor alternativa para obtener más recursos pesqueros”, dice Alejandra Volpedo.
En contraste, en la Argentina la actividad acuícola es incipiente, con apenas 3 mil toneladas anuales. Esa cifra poco representa en el volumen de exportaciones, que es de 800 mil toneladas anuales de peces, crustáceos y moluscos marinos, y alrededor de 32 mil toneladas de peces continentales (de río, en especial de sábalo).
Es por esa causa que desde la dirección de la carrera de especialización en Pesca y Producción Acuícola de la UBA se busca brindar conocimientos y herramientas a los alumnos, ya que estratégicamente Argentina debería contar con profesionales capacitados para modificar esa realidad.
Su futuro desempeño podría incidir positivamente en la gestión de los recursos pesqueros del país, desde las direcciones de pesca provinciales y otros estamentos gubernamentales, los sindicatos de pesca y las asociaciones de gestión pesquera, entre otros.
“Con ese espíritu veremos, a lo largo del desarrollo de 11 materia, un seminario y un taller, porqué la sustentabilidad de la pesca y de las producciones acuícolas trascienden los aspectos de orden técnico y contribuyen a un desafío político, económico y cultural, que compromete a la sociedad en su conjunto para definir y aplicar estrategias adecuadas de gestión”, dice el doctor Luis Ambros, director de la Escuela de Graduados de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA.
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