Por su alta tasa de crecimiento inicial, las cebadas forrajeras son cada vez más utilizadas como verdeos de invierno tanto para la complementación de avenas, triticales y raigrases, como en la utilización de silajes de planta entera o como doble propósito (pasto y grano). Mediante el uso de herramientas del mejoramiento genético, investigadores del INTA Bordenave –Buenos Aires– obtuvieron el cultivar Trinidad INTA.
Diseñadas para el pastoreo directo, las cebadas forrajeras permiten disponer de un gran volumen de pasto con alta calidad muy temprano en la estación de crecimiento. “Trinidad INTA posee una producción de al menos un 15 % más de forraje, en comparación con los cultivares más modernos, y un 40 % más que el renombrado cultivar Alicia INTA”, expresó Federico Moreyra, especialista del grupo de mejoramiento genético y calidad vegetal del INTA Bordenave y uno de los obtentores de la nueva variedad.
De acuerdo con el investigador del INTA, la mayor producción de forraje está dada tanto por un mayor crecimiento inicial como por una elevada tasa de desarrollo en invierno. Por otra parte, “cuando es destinada a la conservación de forraje como silaje de planta entera es capaz de generar más de 30.000 kilogramos por hectárea de materia verde de buena calidad”, señaló.
La nueva variedad posee una amplia adaptabilidad a diferentes regiones y sistemas productivos y presenta una inmejorable respuesta a la aplicación de fertilizantes.
En cuanto al perfil sanitario, Trinidad INTA se destaca por la tolerancia a las principales plagas y enfermedades que afectan al cultivo. “Es tolerante a escaldadura y mancha en red, y sumado a la resistencia genética al pulgón verde de los cereales, evita el uso de fungicidas e insecticidas”, aseguró Fernando Giménez –especialista del grupo de mejoramiento genético del INTA Bordenave y uno de los obtentores–, quien manifestó la importancia de contribuir al menor uso de agroquímicos, disminuir los costos de producción y, en consecuencia, generar un beneficio económico y ambiental.
Mediante un convenio de vinculación tecnológica, la empresa Produsem –Pergamino, Buenos Aires– multiplicará y comercializará las semillas de la nueva variedad.
Una larga tradición en mejoramiento genético
El Grupo de Mejoramiento y Calidad Vegetal del INTA Bordenave es un referente histórico en la obtención de cereales de invierno. Juan Carlos Tomaso, investigador actualmente jubilado, fue uno de los principales referentes en la obtención de nuevas variedades, en esa unidad del INTA.
La obtención de cultivares de avena como Elizabet INTA y Paloma INTA, centeno Ricardo INTA y Don José INTA y cebada pastoril Nélida INTA se destacan en la lista de logros, debido a que estas nuevas variedades tienen un impacto directo en términos productivos a partir de la mejora en el rendimiento de pasto y grano en una amplia gama de ambientes.
Sin embargo, sus beneficios no se agotan allí. Presentan un excelente comportamiento bajo condiciones de sequías eventuales y fuertes heladas, condiciones predominantes durante los inviernos de la región pampeana y tienen un comportamiento sanitario destacado frente a las principales enfermedades, lo cual las convierte en tecnología de bajo impacto ambiental ya que requieren baja o nula utilización de fungicidas e insecticidas.
Desde 2006, el grupo de trabajo del INTA coordina la Red Nacional de Cebada Cervecera, una actividad público-privada enmarcada en un convenio de asistencia técnica entre el instituto y las empresas que conforman la Cámara de la Industria Cervecera Argentina (AB-InBev, Maltería Cargill y Cerfoly de Argentina).
Asimismo, desde 2010, en el INTA Bordenave funciona el único laboratorio de origen público del país dedicado a evaluar la Calidad de Cebada y Malta. Con la infraestructura necesaria para determinar la calidad industrial de la malta, está integrado al Programa de Mejoramiento genético de cebada del INTA y presta servicios a terceros. Allí, la información generada permite, además, optimizar el uso de los recursos y aumentar la eficiencia de producción