En Mendoza se desechan 450 mil toneladas de residuos orgánicos por año provenientes de la cadena productiva de frutas y hortalizas. A la par, el sector viverista nacional presenta dificultades en la producción de plantas por la mala calidad de los sustratos. Esto implica pérdidas económicas debido a las fallas en el crecimiento, germinación, enfermedades, lo que representa un mayor uso de insumos, trabajo y energía.
Frente a este escenario, surgió la idea de transformar los residuos orgánicos en sustratos inteligentes para la actividad viverista. Convertir este proyecto en una tecnología con beneficios para la comunidad es el objetivo de Agrobio Loop S.A., la primera empresa de base tecnológica -EBT- incubada en el Nodo de Innovación Cuyo Microbiotech INTA.
“Estamos en permanente desarrollo e innovación. Nuestro insumo principal es el conocimiento”, señaló Cecilia Salinas -especialista en el desarrollo de bioproductos a partir del reciclaje de residuos orgánicos y una de las fundadoras de Agrobio Loop S.A.-. Y agregó: “Nuestra propuesta de valor se encuadra en ofrecer sustratos de alto rendimiento, sustentables, con diseño biotecnológico, funcionales y precisos para cada especie y momento vegetativo, a partir de un subproducto sin valor”.
Según detalló Salinas, “a partir de los residuos de las diversas agroindustrias y con el apoyo de la empresa DERVINSA, nuestro socio estratégico que acopia y transforma grandes biomasas, diseñamos sustratos inteligentes para plantas cultivadas en viveros. Son considerados inteligentes porque se crean especialmente para cada especie de planta y su necesidad según el momento fenológico: ya sea para la etapa de la germinación, de la plantación o de crecimiento”.
A su vez, de acuerdo con diversos estudios del INTA, “estos sustratos inteligentes presentan valores de productividad, de expresión vegetativa y de germinación para esas especies significativamente altos respecto a los sustratos que se preparan sin esta tecnología y sin este conocimiento”.
Salinas dio un paso más al especificar que “los sustratos tienen un diseño preciso y específico según los requerimientos de cada especie vegetal teniendo en cuenta, además, las características del lugar donde serán cultivadas, así como del mercado en el que se comercializará esa especie vegetal”. Además, agregó: “Se obtienen a partir de las diversas transformaciones biológicas que genera el compostaje, así como el uso de la composición de microorganismos benéficos y funcionales”.
Por su parte, Analía Díaz Bruno -directora ejecutiva del Nodo de Innovación Cuyo Microbiotech INTA- celebró esta idea proyecto de triple impacto positivo para la región: económico, ambiental y social que logró convertirse en una tecnología disponible para la comunidad a partir del acompañamiento del INTA.
Para Díaz Bruno, “se trata de un desarrollo biotecnológico de gran impacto y con características únicas que lo distinguen del resto de los productos disponibles en el mercado”. En este sentido, reconoció la importancia de “transformar un residuo en un insumo que, al agregarle valor, se obtiene un producto único, de calidad, con alto potencial y disponible para la sociedad. Un verdadero ejemplo de economía circular”.
Los residuos y los científicos emprendedores con mirada de negocio
El Nodo de Innovación Cuyo Microbiotech INTA se puso en marcha hace un año y, desde ese entonces, se acompañan las ideas proyecto de las empresas de base tecnológica de la región. “Fomentamos que los científicos se conviertan en emprendedores y transformen sus ideas en tecnologías”, señaló Díaz Bruno.
En este punto, subrayó la idea central del Nodo que es “trabajar con innovación abierta, transformando desde la ciencia los proyectos y hallazgos científicos en tecnologías disponibles para la sociedad con un impacto positivo en el desarrollo local”.
“En el Nodo transformarnos ciencia en tecnología”, subrayó Díaz Bruno. Para esto, el INTA acompaña a los equipos de científicos y fomenta el encuentro con otros actores que componen el ecosistema de innovación local. En este punto, Salinas reconoció: “Nuestra empresa de base tecnológica nace del espíritu emprendedor de un grupo de científicos cuya idea fue madurando gracias a las diversas actividades de pre-incubación, incubación y formación que nos brindó el Nodo de Innovación Cuyo Microbiotech INTA”.
En referencia al proceso de acompañamiento, Díaz Bruno detalló: “Estamos presentes en todo el proceso desde el armado de los equipos de trabajo, los planes de negocio, los planes de experimentación para la madurez tecnológica, así como en la articulación de las empresas de base tecnológica con posibles financistas de sus proyectos”. Además, agregó que también brindan la posibilidad del encuentro con otros emprendedores con quienes ir apoyando las ideas o logrando sinergias cuando se tratan de las mismas líneas tecnológicas.
Salinas adelantó sus metas a futuro: “Apuntamos a ser una empresa B2B, es decir, comercializar nuestros productos a otra empresa que necesita ese insumo para completar un producto que llega al consumidor final. Nuestros clientes principales son los viveros dedicados a la vid, ornamentales, forestales, hortalizas, frutales, entre otras especies”.
En este sentido, destacó la importancia del aprendizaje del Nodo en el armado de los equipos de trabajo: “Muchas veces, los científicos que están detrás de las investigaciones necesitan hacer alianzas con otros perfiles profesionales que tengan que ver con la mirada de negocio que les permita dar el salto”, explicó Díaz Bruno.
Nodos, donde las ideas se transforman en tecnologías
Los nodos son espacios institucionales donde ideas y proyectos referidos a un área temática particular o a una región específica o a una combinación de ambas, con alto potencial de escalamiento, puedan encontrar soluciones en el proceso de innovación.
Los nodos de innovación del INTA hacen convocatorias a la presentación de ideas y proyectos con distintas modalidades y dirigidas a diferentes públicos y estadios de desarrollo de la tecnología que se pretenda aplicar.
Con un financiamiento otorgado por el Banco Mundial (BIRF 9313), el INTA trabaja en la consolidación de las experiencias de IncuINTA –Buenos Aires– e IncuVA –Santa Fe– y la creación de los nodos como Innovación Cuyo MicroBioTech, Incunoa y Nodo de Innovación Patagonia (NIP), donde el ecosistema de innovación agrobioindustrial es particularmente dinámico.