
Nuestro país se encamina a consolidarse entre las potencias mundiales de la carne vacuna. De acuerdo con el último informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), en 2026 el país exportaría 830.000 toneladas en equivalente carcasa (CWE), la segunda cifra más alta registrada. La firmeza de los precios internacionales y un tipo de cambio favorable sostienen el dinamismo de las plantas exportadoras.
El salto exportador está respaldado por dos factores centrales: la firmeza de los precios internacionales y un tipo de cambio más competitivo, que fortalecen la rentabilidad de las plantas frigoríficas. No obstante, el informe aclara que este crecimiento externo no vendrá acompañado de un aumento productivo: la producción nacional se mantendría en torno a 3,21 millones de toneladas CWE, prácticamente sin cambios desde 2022.
Rodeo en caída y mayor peso de las carcasas
El dato más preocupante es la reducción del stock bovino, que al cierre de 2026 se ubicaría en 51,84 millones de cabezas, el nivel más bajo en 15 años. Entre las causas, se destacan la prolongada sequía que afectó al país entre 2020 y 2023 y el elevado nivel de faena de hembras, alentado por la fuerte demanda china de carne de vaca.
En paralelo, la faena se mantendría en torno a 13,7 millones de animales, pero con un incremento en el peso medio de las carcasas, que pasaría de 228 kilos en 2024 a 234 en 2026. Este cambio responde a la presión de los mercados internacionales por animales más pesados y cortes premium. Aun así, Argentina continúa rezagada frente a competidores como Brasil (247 kg), Uruguay (264 kg), Australia (297 kg) y Estados Unidos (382 kg).
Rentabilidad en recuperación y nuevos sistemas
La mejora de los precios del ganado ha fortalecido los márgenes de los productores. En Buenos Aires, por ejemplo, la ganadería de cría sobre pasturas naturales aumentó sus márgenes brutos de 129 dólares por hectárea en 2023 a 140 en 2025. A esto se suma la recuperación de los índices reproductivos tras el fin de la sequía, con tasas de preñez que rondan entre el 70% y 80% en las zonas templadas, aunque aún son más bajas en el norte del país.
La recría aparece como una de las actividades más dinámicas, generando novillos de 300 a 350 kilos muy demandados por la industria exportadora. Los feedlots, en tanto, mantienen un rol decisivo al aportar más de un tercio de la faena nacional, aunque enfrentan márgenes ajustados por el encarecimiento de los terneros de invernada. La relación maíz/carne, sin embargo, continúa siendo favorable para sostener la terminación a grano, indispensable para cumplir con los estándares de la Unión Europea.
A partir de enero de 2026 se implementará un sistema obligatorio de trazabilidad para bovinos y equinos, comenzando con los terneros nacidos ese año. En paralelo, avanza la tipificación de carcasas, que ya abarca el 80% de la faena en unas 130 plantas. Ambos cambios son considerados estratégicos para mejorar la competitividad en los mercados más exigentes.
Comercio exterior en expansión
En el plano internacional, China continuará siendo el principal destino de la carne argentina, aunque su participación bajó al 56% en 2025 luego de haber llegado al 70% en años anteriores. Estados Unidos aparece como el segundo destino más importante, especialmente tras la aplicación de aranceles del 50% a la carne brasileña. La Unión Europea mantiene su relevancia con demanda firme y precios elevados, superando incluso en algunos casos los valores históricos de la Cuota Hilton.
Otros mercados en expansión son Israel, con gran interés en cortes kosher enfriados, y Chile, socio tradicional aunque cada vez más competitivo. En tanto, las ventas a Brasil seguirán siendo marginales.
En 2026, las importaciones de carne bovina se ubicarían en torno a 26.000 toneladas CWE —apenas el 1% del consumo interno—, principalmente provenientes de Brasil, Paraguay y Uruguay para la elaboración de hamburguesas.

Consumo interno en baja
El consumo argentino de carne vacuna en 2026 rondará los 50 kilos per cápita, lejos de los 60-70 kilos por habitante que caracterizaron al país durante gran parte del siglo XX. El retroceso se compensa con el avance de otras proteínas: el pollo representa ya el 43% de la dieta cárnica y el cerdo el 15%. De todas maneras, Argentina se mantiene entre los países con mayor ingesta de proteína animal per cápita en el mundo, con 115 kilos al año, solo detrás de Estados Unidos.
Una paradoja productiva
El USDA concluye que la Argentina atraviesa una paradoja: es un jugador clave en el comercio global de carne, pero con un rodeo en retroceso y una producción estancada. La competitividad cambiaria y la firme demanda externa sostienen las exportaciones, aunque persisten desafíos estructurales como la baja eficiencia productiva y la histórica preferencia local por animales livianos.
Por último, de cara a los próximos años, el desafío central será lograr un equilibrio entre la expansión exportadora y la sostenibilidad del rodeo, sin descuidar el consumo interno ni la competitividad frente a otros países exportadores.