Ganar-ganar. Eso puede pasar si la producción porcina de todas las escalas mira hacia pequeños productores de vegetales y los agricultores familiares. Es que, según el médico veterinario Marcelo Zysman, estamos ante el desafío del siglo, que podría permitir hacer un aporte de proteína de alta calidad a bajo costo, en Argentina y el mundo.
El especialista explicó en su paso por Palabra de Campo -por Radio 10- que el cerdo es, básicamente, “una máquina de convertir”. Convierte cualquier forma de planta, en tanto y en cuanto no sea tóxica, en proteína animal. No sólo lo hace por su capacidad digestiva sino por lo prolífico que es. En Argentina, de hecho, el promedio estándar es de 14,5 lechones nacidos vivos por camada.
Y más allá de las pasturas y alimento balanceado, se está empezando a ver cómo pequeñas producciones que generalmente no son de utilidad comercial para la exportación ni el consumo interno, pueden satisfacer necesidades de los cerdos.
Las hojas de remolacha, de achicoria, de alcauciles, de berenjena, del zapallo, pueden sumar. Son productos que muchas veces encontramos en las quintas de pequeños productores o de agricultores familiares y que pueden aportar gran volumen diversificante para una producción de cerdo mejorada.
De hecho, contaba Zysman, hay muchos productores haciendo pequeñas plantaciones de vegetales comestibles para abastecer a grandes establecimientos porcinos que, para algunas categorías, necesitan aumentar la productividad con productos frescos.
Hoy por hoy mucha de esa producción no llega al mercado porque este no la requiere, o por haber sufrido estrés por algún efecto del clima, y es ahí cuando pueden entrar a este circuito a muy bajo costo y con mucho rendimiento. Inclusive, dice, los pequeños productores de cerdos, personas con producción de 4 a 5 cerdos, hacen sociedades con productores de vegetales y reparten las ganancias. Siempre hay más por descubrir y por mejorar, en momentos de baja rentabilidad, alta incertidumbre y nula estabilidad.