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Cómo el cambio climático podría afectar al champán

El cambio climático preocupa a los productores de la Champagne, que ya han empezado a tomar medidas, como han hecho en otras regiones vinícolas y los productores de otros productos como el café y el cacao. La cosecha de este 2018 ha sido –según Thibaut Le Mailloux, jefe...

El cambio climático preocupa a los productores de la Champagne, que ya han empezado a tomar medidas, como han hecho en otras regiones vinícolas y los productores de otros productos como el café y el cacao. La cosecha de este 2018 ha sido –según Thibaut Le Mailloux, jefe de comunicación del Comité du Champagne– “excepcional, cosa que no siempre se puede decir”.

Se ha alcanzado el máximo rendimiento autorizado por la Unión Europea de 15.500 kilos de uva por hectárea, lo que ha permitido, además de dedicar 10.800 kg/ha a la producción de 300 millones de botellas de champán, destinar otros 4.700 kg/ha a la reserva común de vino a la que todos los productores de la Champagne tienen que contribuir, obligatoriamente, como seguro ante las adversidades climáticas, en una de las zonas vinícolas más septentrionales de Europa. Una tipicidad –una más- de la Champagne.

La cosecha de este 2018 ha sido excepcional. Se ha alcanzado el máximo rendimiento autorizado por la Unión Europea de 15.500 kilos de uva por hectárea

Vendimina francesa, este 2018

Vendimina francesa, este 2018 (Guillaume Horcajuelo / EFE)

De todos modos, en la Champagne tienen claro que las razones que han hecho de esta cosecha un éxito, pueden ser pan para hoy y hambre para mañana. “La temperatura ha subido dos grados por encima de la media de la región, lo que ha permitido tener una uva muy madura, y además ha llovido poco, lo cual ha propiciado que la uva haya llegado a las bodegas muy sana. Al mismo tiempo esto ha provocado que las vides hayan terminado hídricamente muy estresadas, lo cual es bueno para la calidad de la uva, pero es una situación que se si mantiene durante muchos años, puede acabar provocando que las uvas pierdan el frescor y la acidez características de la Champgne”, explica Le Mailloux.

Este año, se ha recogido la uva en agosto, cosa que en los últimos 15 años sólo ha sucedido en cinco ocasiones. Antes, hay que remontarse al 1822 para encontrar una vendimia tan temprana. Es el cambio climático que llama con sonoros aldabonazos a las puertas de las maisons del vino espumoso más prestigioso del mudo. “Es verdad que cada vez hay más vinos espumosos en el mundo y que el prosecco -el vino italiano– , por ejemplo produce más botellas que Champagne, pero nuestra carrera es la de la calidad, no la del volumen”, explica Le Mailloux.

Precisamente una calidad que en Champgne no quieren que se vea comprometida por los efectos del calentamiento global, y por eso “hace más de 15 años que des del Comité du Champgne se impulsan programas de investigación” para combatirlos, dice el responsable de comunicación del Comité. “Somos una denominación de origen, y por tanto no nos podemos deslocalizar, pero por contra, no tenemos tabúes, con las variedades ni con las prácticas. Si hay que cambiar alguna de estas cosas lo haremos”, asegura Thibaut Le Mailloux.

Y en eso están. El Comité dedica un tercio de su presupuesto anual, unos 6 millones de euros anuales, y la mitad de su personal –medio centenar de personas– a investigar qué hay que cambiar para conservar el estilo de los vinos de Champagne.

En el Comité du Champagne dedican un tercio de su presupuesto a investigar los posibles efectos del cambio climático

Champagne

Champagne (DNY59 / Getty)

Y por ejemplo, impulsan programas de investigación con el INRA sobre nuevas variedades híbridas más resistentes al calor, la sequía y las enfermedades, pero que al mismo tiempo “maduren lentamente para que mantengan la acidez característica del champán” –dice Le Mailloux–, porque el estilo es irrenunciable. El problema es que los frutos de todo esto “los verá la próxima generación, ya que las flores se polinizan manualmente como sistema de hibridación, y no sabremos si funcionará hasta dentro de 15 o 20 años”, explican des del Comité, que ya advierte que, de todas formas, “el champán va a ser distinto en dos décadas de cómo lo conocemos ahora”.

Pero mientras estos cambios no son una realidad, los viticultores y elaboradores ya han empezado a hacer pequeños, pero perceptibles cambios. “Hace años que sólo se usan pesticidas autorizados en la agricultura ecológica, y ya no se siega la hierba que crece al pie de las vides, ya que esta ayuda a mantener la humedad de la tierra y contribuye a la hidratación de las plantas”, lo que parece óptimo si se suceden los veranos “de clima andaluz”, como el de este 2018. No en vano, las uvas de la Champagne y las del Marco de Jerez se cultivan con sus raíces hendidas en el mismo tipo de suelo calcáreo, la albariza.