El análisis de las 161 Gestiones Productivas Ganaderas 2022/23 de empresas pertenecientes a la red CREA detectó una elevada variabilidad de resultados en lo que respecta a eficiencias de conversión de alimento en carne.
Para analizar tal fenómeno, en el ámbito de la reunión mensual de la Comisión de Ganadería participó el especialista en genética animal Sebastián Munilla (Fauba/CONICET), quien explicó la importancia de las eficiencias en base al criterio del consumo residual de alimento (RFI por sus siglas en inglés; Residual Feed Intake).
El consumo residual es una medida de eficiencia alimentaria que se obtiene a partir de la diferencia entre el consumo observado y el esperado de materia seca; mientras que el primero se releva por medio de un comedero –desarrollado por técnicos del INTA Anguil– que permite recolectar en situación de campo datos de consumo individual de cada toro, el segundo se genera en función de una fórmula que considera el aumento del peso vivo y el peso metabólico de cada animal.
La cuestión es que, a partir de la tecnología desarrollada por el INTA Anguil, se está llevando a cabo una “avanzada” silenciosa en el ámbito de la producción argentina de carne, dado que, en el marco de una asociación de INTA con la firma Balanzas Hook, comenzaron a fabricarse los comederos especiales para ser distribuidos en diferentes regiones del país.
Así, por ejemplo, la Asociación Argentina de Brangus y la Asociación Braford Argentina empezaron a evaluar el RFI de toros en pruebas que se extienden durante 90 días para poder comenzar a generar indicadores (DEPs) relativos a ese rasgo en el sumario de padres de ambas razas.
“Se trata de un proceso lento, porque la cantidad de toros que se puede evaluar por año es limitada, pero que con el tiempo se irá generando información muy útil para realizar selección genética por ese rasgo”, comenta Sebastián.
El indicador RFI hace referencia a la eficiencia sin tener el efecto condicionante del nivel de producción. La eficiencia de conversión (aumento de peso por unidad de alimento consumido) está condicionada o depende de muchos factores, tales como el biotipo, edad, composición de la dieta, ambiente y un largo etcétera.
El consumo residual, en cambio, es menos sensible a todos los factores que puede variar de un sistema a otro para así permitir la identificación de una característica fenotípica de eficiencia que es independiente del nivel de producción.
Ya se instalaron más de 100 comederos especiales en diferentes regiones de la Argentina, la mayor parte de los cuales se sitúan en las provincias de La Pampa y Córdoba. También se encuentran en Buenos Aires (INTA Naredo) y Santa Fe (INTA Rafaela). La semana pasada se inauguraron los primeros en la región del NEA: se trata de doce comederos en el INTA Mercedes (Corrientes). Y próximamente se instalarán también en la Patagonia, donde no sólo se emplearán para evaluar bovinos, sino también ovinos.
“Un aspecto clave de esta tecnología es que el RFI es un rasgo que seguramente va a ser traccionado por la demanda y no por la oferta, es decir, los propios feedlots van a comenzar a requerir hacienda que tenga indicadores óptimos en lo que respecta al consumo residual porque es mucho dinero el que es factible ahorrar con genética probada en la materia”, resume Daniel Musi, experto en genética bovina y asesor de Balanzas Hook.