Se sabe que algún tiempo atrás los naranjales reinaban el paisaje de la ciudad. Sin embargo, hoy es reconocida por la producción frutillera, su gran motor económico. Tanto es así, que con el paso del tiempo “Coronda” y “Frutillas” se han vuelto dos términos hermanados.
Claro está que no sólo en esa ciudad y sus alrededores se cultiva frutillas. Actualmente, en distintos puntos del extenso territorio argentino buena parte de la región litoral, Tucumán, y algunos sectores de la provincia de Buenos Aires han intensificado la producción de la fruta agridulce. Pero no menos cierto es que, por tradición, la cabecera del departamento San Jerónimo es el lugar por excelencia de su siembra.
Hay quienes aseguran que en territorio corondino, a pocos kilómetros de la capital provincial, se tuvo sus orígenes la primitiva producción frutillera argentina. Según la reconocida investigadora de historia local, Alcira Marioni Berra, fue don Lamberto Lafuente, quien inició la plantación de frutillas, en 1919. Estamos a casi 100 años de la primera plantacion de frutillas en coronda.
A partir de allí, “de los frondosos y perfumados naranjos que adornaban los patios y las quintas corondinas, hasta principios del siglo XX, pasamos a los diminutos y sonrojados frutillares de hoy”, afirmó la historiadora.
La llegada de noviembre significa inconfundiblemente la proximidad de la Fiesta Nacional de la Frutilla. El segundo fin de semana del mes no será uno mas para Coronda, que vivirá con múltiples propuestas culturales y recreativas uno de sus eventos mas tradicionales.
Hoy, toda la ciudad se prepara para celebrar su propia esencia. Es que, tal como lo expresó la historiadora, “según lo fundamenta la historia, en Coronda, la frutilla se convirtió en cultivo intensivo, en producción característica de la zona, en un verdadero distintivo, casi, casi en un símbolo”.
BELLEZAS DEL PAÍS. El domingo en la Avenida Costaera, se llevará a cabo -como es tradición- la elección de la Reina Nacional de la Frutilla.Foto: Alfredo Miguel Ceballos
Programa
El viernes 9 de noviembre, la actividad comienza con el Encuentro Nacional e Internacional de Eurosemilas, organizado por el Vivero Don Antonio en el Club de Leones. Jornada técnica de frutillas, desde 8,30 horas y durante todo el día, con almuerzo y visita a quintas.
En la Plaza Urquiza a partir de las 19.30 será la apertura de Expo Frutillas, junto al Paseo de artesanos, Artistas y Academias, locales y regionales y concurso de juntadotes y despalilladores. Actuarán: Mestizos y Majestuosos del Chamamé.
En tanto el sábado en la Av. Costanera, desde las 21.30 habrá baile popular con artistas locales. Actúan: Majo y su Banda, Juanjo Piedrabuena y su Banda, Sergio Torres.
Por su parte el domingo 11 en la Av. Costanera, desde las 20.30 comienza el acto central, con la participación del Suceso Sinfónico ll -un tributo al fruto corondino-, bajo la dirección artística y musical de Juan José Aneiros Monti. Además de la elección de la Reina Nacional y como cierre el show de Alejandro Lerner. Combo para asistir las noches del sábado y domingo con un costo promocional de $ 350.
UN CIERRE DE LUJO. Alejandro Lerner será el encargado de cerrar los festejos de la 60° edición de la fiesta.Foto: Archivo El Litoral
La fascinación que perdura (*)
Han pasado sesenta ediciones de aquella aventura gestada por la Cooperativa de Agricultores presidida por Juan Volkart y un grupo de amigos. Ellos creyeron que era el momento de crear una fiesta que celebrara el esfuerzo de los quinteros locales, quienes afianzaban el progreso y la identidad del pueblo a través de la constante producción de frutilla. Porque la tierra generosa les daba la oportunidad de recoger un fruto único, por su aroma, su color y su sabor. La frutilla corondina ya era reconocida en todo el país, pero faltaba el homenaje colectivo, para trasvasar los propios límites y llegar a otros lugares inesperados. Y nada mejor que organizar la gran fiesta en las calles y coronarla en la plaza principal, frente a la Escuela Normal, donde residía el centro de todos los acontecimientos institucionales. Con el paso de los años, la ceremonia se desplazó a orillas del río, sobre la costanera que los parroquianos elegían para pasear o tomar un merecido descanso, con el mate o la cerveza al costado, según la época del año.
Y la historia nos cuenta que en noviembre de 1957 la voz de Werfil Castro anunciaba el nombre de la primera reina corondina y las lágrimas de Cledys Blanco descendían sobre sus mejillas. Al costado, Eduardo Alfonso Acosta observaba con una sonrisa pequeña, que protegía la modestia del principal hacedor de aquel nuevo experimento sociocultural. El locutor leía las glosas inspiradas por el poeta y todo el público aplaudía con orgullo, porque se sentía parte de ese relato, de esa historia, de esa maravillosa cadena de metáforas donde el paisaje se integraba al hombre y luego se expandía por el agua, la isla, el horizonte, el cielo infinito. La magia de la palabra, la belleza de las soberanas, la calidez de un pueblo y la consagración del fruto prodigioso en una fiesta de trascendencia nacional. El reconocimiento esperado después de tanto esfuerzo.
Por aquel entonces Coronda ya disfrutaba de los poemas de José Francisco Cagnín y ese mismo año había recibido con beneplácito la primera edición de los cuentos de Leopoldo Chizzini Melo, inmortalizando a dos intrépidos niños: Tacuara y Chamorro. La comunidad acompañaba con fervor el quehacer cultural de su gente, por eso no extrañó que aquella idea primigenia de aquel grupo de entusiastas precursores se afianzara en un evento de significancia. Sólo faltaba el cómo hacerlo y es allí donde surgió Acosta con su enjundia, diagramando el colorido desfile de carrozas por la calle San Martín, el gran palco elevado al borde del río y, frente a él, una agradecida platea dispuesta a disfrutar largas noches de emoción y alegría.
Todo es recuerdo, pero también todo es presente y futuro. “Son, las frutillas del crepúsculo, / el corazón del hombre / que se vuelca en el hijo, / como el trigo en el panà”, dice Cagnín en versos que simbolizan el entrecruzamiento de emociones, esfuerzos y anhelos que un pueblo potencia desde la riqueza del pequeño fruto rojo. Por eso Coronda lo celebra. Porque la fascinación aún perdura.