
Todo comenzó en Quilmes, al sur del conurbano bonaerense. Allí, la familia Rueco abrió su primera carnicería, apostando al trato directo con los clientes y a una relación cotidiana con la carne, producto que conocían de cerca. “Arrancamos con carnicerías tradicionales, reparto de pollo, menudencias… Fue todo de a poco”, recuerda Alan Rueco, uno de los fundadores de Los Pinos Ham, el frigorífico que hoy lidera junto a su hermana.
“Nuestros padres fueron comerciantes toda la vida. A mi papá siempre le gustó el campo y la ganadería. Con ayuda de un familiar, se animó a iniciar en el rubro y fue él quien empezó todo esto”, agrega Johanna. Esa experiencia inicial como minoristas fue esencial para entender qué busca el consumidor y cómo ofrecer un producto de calidad sin perder cercanía.
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Detrás de Los Pinos Ham hay una verdadera empresa familiar. Alan se encarga de toda la parte operativa: desde la logística hasta la supervisión de los procesos dentro del frigorífico. Johanna, en cambio, es contadora y está al frente del área comercial y administrativa, además de llevar la comunicación del emprendimiento. Hace apenas dos meses se sumó la hermana menor, que estudia abogacía, y hoy colabora en distintas tareas internas mientras se forma para aportar desde lo legal en un futuro.
Con el tiempo, dejaron atrás el mostrador de la carnicería de barrio para crecer como abastecedores, comenzaron a trabajar con media res desde el frigorífico, y a vender carne al por mayor. Pero el verdadero momento de cambio llegó con la pandemia, cuando la gente comenzó a pedir mas delivery por miedo a salir y a preparar comidas como modo de distracción. En medio de este contexto incierto, los hermanos vieron una oportunidad y se volcaron a un sistema innovador: cortes envasados al vacío con entrega directa al hogar. “Esa época fue un boom. Todo el mundo cocinaba en casa y nosotros pudimos responder a esa demanda, la venta de carne al vacío se disparó, además nos dimos cuenta de que la gente estaba pidiendo cortes premium, y la ventaja de la carne envasada es que llega directamente a tu casa, fresca y de calidad”, explica Alan. Desde entonces, el servicio de venta directa con delivery se convirtió en uno de los pilares del negocio.
Hoy Los Pinos Ham controla todo el proceso, compra el ganado en pie, faena y procesa sin intermediarios. “Trabajamos con un campo exclusivo desde hace 15 años. Empezó con nosotros cuando teníamos la carnicería, y hoy tiene más de 5.000 cabezas”, cuentan con orgullo. Esa integración vertical no solo garantiza trazabilidad y frescura, sino también costos más competitivos.
El negocio también enfrentó desafíos culturales. A pesar de que la carne envasada al vacío es una práctica común en muchas partes del mundo, en nuestro país existe una desconfianza hacia este tipo de productos. “Muchos creen que es carne vieja, pero no tiene nada que ver. Nosotros envasamos todo en el día. Es más higiénico, más práctico y es lo más normal en otras partes del mundo”, aclara Johanna.
Además esta tecnología, ofrece múltiples beneficios tanto para los productores como para los consumidores. Uno de los principales es la extensión de la vida útil del producto. Al eliminar el aire del empaque, se reducen las condiciones ideales para el crecimiento de bacterias y microorganismos, lo que permite que la carne se conserve por más tiempo sin necesidad de agregar conservantes.
“La carne envasada al vacío puede durar entre 15 y 30 días más que la carne convencional y hasta 1 año en el freezer. Esto no solo ayuda a reducir el desperdicio de alimentos, sino que también asegura que el consumidor pueda disfrutar de un producto más fresco y en mejores condiciones, sin las complicaciones de la perecibilidad rápida”, expresó la contadora.
“Queremos exportar. Nos gustaría que un día en Estados Unidos haya una hamburguesa que diga: ‘Carne argentina de Los Pinos Ham’. Eso nos encantaría”, cuenta Johanna, dejando en claro que el sueño familiar ahora tiene proyección internacional.
Pero no se trata solo de una ilusión: el proyecto está en marcha. “Estamos haciendo los cursos para poder exportar. Nos interesa Uruguay, Brasil, Israel, y también Estados Unidos, que es un mercado muy exigente”, explican. Uno de los objetivos más ambiciosos del frigorífico es producir carne kosher, una certificación con alta demanda en destinos como Israel y comunidades específicas de EE.UU. Para eso, ya están iniciando el camino de las habilitaciones necesarias. “Estamos capacitando al equipo, aprendiendo todo lo que implica la certificación y el proceso. Es una carne muy bien paga, pero lleva mucho control”, aclara Alan.
La meta es comenzar a exportar antes de fin de año, sumando así un nuevo logro en la historia de esta empresa familiar que nació en una carnicería de barrio y hoy piensa a escala global.