
Federico Martín Elorza es especialista de implementación de buenas prácticas en el uso de fitosanitarios, una de las partes importantes de su trabajo es derribar mitos y bridar información sobre un tema que genera muchas dudas, controversias y prejuicios en la sociedad. Al ser consultado sobre como impactan estos productos en los alimentos que consumimos, explicó: “todos los agroquímicos son tóxicos”. Sin embargo, lo central es entender cómo se evalúan y aplican: “Hay un ente regulador, que es el Senasa, que exige estudios de toxicidad de corto y largo plazo a las empresas que quieren registrar un producto, si algo hace mal o es cancerígeno, debe estar registrado, en base a eso, se determina un nivel de toxicidad que se indica en el envase con una banda de color que puede ser roja, amarilla, azul o verde. Incluso los productos con banda verde, que son los de menor toxicidad, siguen siendo tóxicos”.
El punto clave, subraya Elorza, no está solo en la toxicidad del producto, sino en cómo se lo utiliza. “El riesgo se define por dos factores por un lado la peligrosidad del producto y por otro el nivel de exposición. Es decir, cómo expongo yo a mi persona, a terceros o al ambiente. Las buenas prácticas apuntan a reducir esa exposición, que es lo que verdaderamente puede generar daño.”
En este sentido, pone el foco en como cambió el escenario en las últimas décadas: “En 1985, solo el 2% de los productos eran banda verde y un 30% eran banda amarilla. La mayoría eran altamente tóxicos. Hoy, la situación es completamente distinta: solo queda un 0,2% o 0,3% de banda roja, y ni siquiera se usan en el campo. El único que queda es la fosfina de aluminio, que se utiliza en granos almacenados, nunca durante el cultivo”. La tendencia, asegura, es avanzar hacia productos cada vez menos tóxicos y priorizar la banda verde.
Sin embargo, advierte que eso no elimina los riesgos. “Un producto banda verde mal utilizado puede ser más peligroso que uno banda amarilla usado con responsabilidad. La toxicidad no cambia, pero el riesgo sí aumenta cuando se aplica de forma incorrecta”, afirma.

¿Qué pasa con los productos orgánicos?
Otro de los mitos comunes gira en torno a los productos orgánicos y agroecológicos. “Se suele decir que los productos orgánicos no contienen agroquímicos, pero hay que hacer una diferenciación. Para que un producto sea considerado orgánico necesita una certificación específica, regulada también por el Senasa. La mayoría de los insumos permitidos en este tipo de producción son de origen natural o biológico. Algunos, como el sulfato de cobre, tienen origen químico, pero están habilitados.”
Esto implica que no cualquier verdura “de quinta” sin agroquímicos es, de hecho, orgánica. “La certificación es cara, por eso muchos productos se venden como orgánicos sin serlo. Si no tiene el sello, no hay garantías”, advierte Elorza.
Sobre los productos agroecológicos, suele haber aún más dudas. “Cuando no hay certificación, uno como consumidor no puede saber con certeza cómo fue producido ese alimento. Probablemente no tenga agroquímicos, pero no lo podemos asegurar.”
Además, hay ciertas limitaciones técnicas que aún no tienen solución. “Hoy no hay productos de origen no químico que sean verdaderamente eficaces para controlar algunas malezas. Por eso, todavía es complejo producir sin ningún tipo de insumo químico en ciertas zonas o escalas.”
Cómo elegir con información
A la hora de comprar alimentos, el profesional recomienda mirar las etiquetas y buscar el sello oficial de certificación orgánica. “Es el único respaldo que garantiza que se respetaron los procesos establecidos y que no se utilizaron determinados productos.”
Mas allá de los mitos y temores, lo esencial es entender que los fitosanitarios son productos regulados y que su riesgo está directamente relacionado con el modo en que se aplican. La información, el control y las buenas prácticas son herramientas fundamentales para reducir ese riesgo y garantizar una producción segura.