El dióxido de carbono (CO2) es un gas con efecto invernadero, largamente responsable del calentamiento global. Puesto que las emisiones de CO2 a la atmósfera por las actividades humanas sigue en aumento, y que las plantas pueden capturarlo y fijarlo en sus estructuras, en muchos países se está estimulando el uso de forestaciones como herramienta de mitigación. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y el CONICET en la Patagonia determinó que reemplazar la vegetación natural con plantaciones de pino ponderosa altera notablemente el ciclo del carbono. Remarcan incertidumbres respecto de esta práctica para reducir la concentración de CO2 atmosférico.
“La idea fue entender qué impacto tienen las plantaciones de pino en la Patagonia, en comparación con áreas de vegetación natural. Por eso comencé a estudiar cómo se modificaban la fijación y la liberación de carbono en la vegetación y en los suelos, y qué implicancias tenían para los ecosistemas esos cambios eventuales en el balance de carbono. Investigamos forestaciones con pino en distintos sitios de Neuquén”, explicó Patricia Araujo, quien realizó este trabajo como parte de su doctorado en la Escuela para Graduados de la FAUBA, bajo la dirección de Amy Austin, docente de esa Facultad.
El paisaje de Neuquén le puso el marco ideal para los experimentos de Patricia, ya que en esa provincia las precipitaciones varían desde 250 milímetros al año en la estepa hasta casi 2200 mm/año en la cordillera. “A lo largo de ese gradiente natural de tan sólo 100 km ubicamos cinco sitios con áreas de vegetación natural intacta y, apareadas, plantaciones de pino ponderosa de la misma edad y densidad. Esto nos permitió realizar, durante tres años consecutivos, las respectivas mediciones en la vegetación y en el suelo”.
“Comprobamos que reemplazar la vegetación natural por plantaciones de pino tiene efectos marcados. En todo el gradiente, la producción de madera de las forestaciones siempre fue mayor que la de las áreas naturales; incluso, hasta 8 veces más alta en el extremo árido. Además, la descomposición de la hojarasca fue mucho más lenta en las áreas con pino, en comparación con las intactas, lo que hace que quede un grueso ‘colchón’ de mantillo sobre el suelo”, explicó Araujo, quien actualmente es investigadora del CONICET en el INTA Pergamino.
Araujo también estudió el balance de carbono en los suelos en el gradiente. Para su sorpresa, aun cuando las forestaciones poseían una cantidad elevada de carbono en la madera y hojarasca, los primeros centímetros del suelo en las plantaciones y en las áreas naturales presentaron cantidades similares de este elemento. Dicho de otro modo, el carbono que ‘ganan’ las forestaciones no se está incorporando al suelo. Estos resultados, publicados en la revista Forest Ecology and Management, sugieren que forestar con pino ponderosa estaría inhibiendo el ciclo del carbono.
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Una herramienta bajo la lupa
Para Amy Austin, investigadora del Conicet en el instituto IFEVA-FAUBA y coautora de la publicación, la idea de plantar árboles para compensar las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero es muy atractiva, pero no es la panacea. “Uno de los problemas que surgen al usar esta práctica tiene que ver con la naturaleza misma del almacenaje de carbono en la madera y en la hojarasca, ya que —a diferencia del suelo— se trata de compartimentos transitorios y vulnerables. Distintos disturbios —como los incendios, por ejemplo— pueden hacer que este carbono vuelva como CO2 a la atmósfera, cuando lo deseable es que quede secuestrado en el ecosistema por mucho tiempo”.
“Al establecer las plantaciones tienen lugar impactos inesperados en el funcionamiento de los ecosistemas. Si la única moneda que estamos mirando es la cantidad de carbono secuestrado, nos estamos olvidando de muchos otros cambios, más allá de la biodiversidad. Debemos entender cómo se modifican los procesos que controlan las entradas y las salidas de ese carbono en los sistemas. Realizar el balance de carbono es la única forma razonable de implementar este tipo de proyectos”, puntualizó Amy.
Y concluyó: “En la Patagonia demostramos que los resultados de esta práctica son muy dependientes de las especies y del lugar donde se implanten. Quizás plantar árboles sirva para calmar nuestras conciencias en relación con las emisiones a la atmósfera de gases con efecto invernadero, pero hay que tener mucho cuidado, sobre todo cuando actualmente se están promoviendo las forestaciones en todo el planeta”.
Fuente: Sobre la Tierra- Por: Pablo A. Roset