La comunidad de descomponedores cumple un rol clave en el funcionamiento de todos los ecosistemas. Al alimentarse de la biomasa que producen las plantas, convierten moléculas complejas en otras más simples. Si bien el proceso de descomposición es relevante a nivel global, los pilares de su conocimiento se plantearon a partir de investigaciones en bosques del hemisferio norte.
Esos estudios definieron qué factores son los que más influyen en la velocidad a la que actúan los descomponedores. En particular, establecieron que los más determinantes son la temperatura, las precipitaciones y la relación entre el nitrógeno y la lignina —un compuesto de carbono muy complejo— en la hojarasca. En este marco, un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) y del Conicet en los bosques andino-patagónicos observó la importancia de un elemento hasta ahora poco considerado en la literatura sobre este proceso: el magnesio (Mg).
“En principio, analizamos si las condiciones climáticas modificaban la velocidad a la que se descomponía la hojarasca de las diez especies más representativas de estos ecosistemas patagónicos. Para eso, evaluamos la descomposición de restos vegetales en dos sitios con distinta precipitación, 1350 y 2200 milímetros de lluvia al año. Como no encontramos diferencias, buscamos otros factores que explicaran las tasas de descomposición”, explicó Lucía Vivanco, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA.
Los resultados del estudio sugirieron que el Mg fue uno de los factores que más influyó en la velocidad del proceso. “Mientras más magnesio contenía la hojarasca, más rápido se degradaba. Por ejemplo, observamos un mayor contenido de magnesio en los restos vegetales del Ciprés de la cordillera —Austrocedrus chilensis—, que fue el material que se descompuso más rápido. Todas las especies difirieron en su tasa de descomposición”, agregó Lucía.
La importancia de la identidad
A partir del estudio publicado en la revista Forest Ecology and Management, Vivanco rescató el efecto de la especie vegetal sobre la velocidad de la descomposición. “Cada especie produce una hojarasca con distinta composición química. En particular, registramos diferencias en el contenido de magnesio”.
“El ranking de velocidad de degradación, de mayor a menor, se completó con el Ñire, el Coihue, la Lenga, el Maitén, el Roble Pellín, el Radal, el Raulí, el Pehuén y el Alerce. Ese orden fue muy similar a los contenidos de magnesio en la hojarasca. Estos resultados fueron sorprendentes y proponen una mirada alternativa a las teorías previas de la descomposición”, señaló Vivanco, quien también es investigadora del Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas Vinculadas a la Agricultura (IFEVA, UBA-Conicet).
Lucía comentó que esta particularidad se debería a la historia natural única de los bosques andino-patagónicos y a que están poco disturbados por las actividades humanas. “Entre otros eventos, el surgimiento de la Cordillera de los Andes cambió drásticamente las condiciones ambientales de los bosques andino-patagónicos y lo diferenció de otros. Muchas especies vegetales, animales y microorganismos sólo se encuentren allí. Por ejemplo, el 85% de la flora leñosa es endémica. Quizás la relación entre las plantas, descomponedores y magnesio sea otra característica distintiva más”.
En este sentido, agregó: “no podemos extrapolar lo que sabemos de otros bosques templados a los bosques andinos. Esto los vuelve muy interesantes para estudiar cómo funcionan estos ecosistemas en su estado prístino para predecir su respuesta ante cambios actuales y futuros”.
Bosques y laboratorios
En el IFEVA, Lucía Vivanco integra un grupo de trabajo que investiga las comunidades de organismos descomponedores del suelo. Se trata de hongos, bacterias, lombrices y ácaros, entre otros, que se relacionan estrechamente con la especie particular de árbol bajo la cual se desarrollan.
“Pudimos determinar que la hojarasca se degrada más rápidamente en el sitio donde se produce. Si la movemos a un suelo distinto, en otro sitio, donde hay otra comunidad descomponedora, tarda más en degradarse. Es lo que llamamos ‘la ventaja del local’, y creemos que resulta de los cientos de años de interacción entre los árboles y la comunidad de descomponedores en este bosque, que seleccionó a los organismos del suelo más eficientes para cada hojarasca.
Finalmente, la investigadora concluyó: “Toda esta información es novedosa. Tenemos miles de preguntas que surgen a partir de nuestros resultados y queremos profundizar en el análisis del efecto del magnesio y su interacción con los descomponedores”.