La sustentabilidad de la agricultura familiar y de pequeñas y medianas empresas agropecuarias y el aprovechamiento de oportunidades que se abren para nuevos productos y alimentos diferenciados tienen como condición ineludible la obtención de aumentos de escala y de incrementos en la cooperación. Así lo demuestra el reciente estudio publicado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA).
Se trata de Innovaciones institucionales en cooperativas agropecuarias en la Argentina, cuyos autores son Carlos Basañes y Alejandra Amantini. Este documento continúa una serie de estudios y trabajos del IICA sobre las cooperativas y otras formas asociativas para la actividad agropecuaria, particularmente vinculadas con la agricultura familiar y sus perspectivas.
De acuerdo a los registros del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES), se estima que en la Argentina funcionan 800 cooperativas agropecuarias de primer grado, cerca de una veintena de segundo grado y una de tercer grado.
El cooperativismo es un sistema de más de un siglo de existencia, que tiene un marco legal específico y una autoridad de aplicación. Tiene notable importancia en la comercialización agropecuaria y en la industria alimentaria. Su peso se aprecia, en particular, en el comercio de granos; pero también en los cultivos regionales, como el tabaco o la yerba mate, sectores en los que las cooperativas son un actor central de la comercialización.
En las últimas décadas, la transformación en las distintas cadenas de valor de base agropecuaria cuestiona muchas de las prácticas tradicionales en el cooperativismo.
Entre los desafíos están: el salto sustantivo en la escala necesaria (tanto a nivel primario como agroindustrial) para lograr condiciones competitivas en los mercados crecientemente globalizados; el encarecimiento del crédito; la aceleración del ritmo de capitalización necesario; el crecimiento de los mercados de coordinación privada por sobre los mercados abiertos (prácticas de contratos de mediano y largo plazo entre proveedores y agroindustria) o, directamente, la integración vertical. Otros desafíos son: la pérdida de liderazgo institucional por no poder resolver dificultades económicas propias de los productores; la necesidad de desarrollar nuevos servicios para sus asociados; agregar valor a su producción (esto es, participar como capitalista en otros eslabones de la cadena de valor), diversificar la producción, diferenciar el producto (por calidad, por denominación de origen, por marca), generar puestos de trabajo, etc.
Estas nuevas circunstancias exigen la revisión del modelo tradicional en cuestiones como prácticas de participación; sistema de capitalización; implementación de compromisos más fuertes en términos de volumen y calidad del producto entre el productor y su cooperativa, para mejorar la articulación en la cadena de valor; nuevas formas de organización e integración, y mayor articulación con el desarrollo territorial.
Con base en los resultados de talleres, debates y entrevistas realizadas con técnicos de cooperativas y del INTA, el documento del IICA presenta el análisis de casos de cooperativas que introdujeron innovaciones institucionales respecto a lo que se define como “modelo tradicional”, y del aporte de estas experiencias a los principales debates que deben encarar los productores, los profesionales y los responsables de política pública para promover el surgimiento y fortalecimiento de las cooperativas agropecuarias.