En la campaña 2022/23 la sequía provocó un importante quebranto económico en la unidad agrícola de la empresa gestionada por José Moreno. Pero afortunadamente el impacto no resultó demoledor gracias a la integración de la producción de granos con la ganadería en la firma integrante del CREA El Abrojo (región Sur de Santa Fe).
“Nos salvó la ganadería”, apuntó José durante una charla ofrecida en una jornada sobre sistemas integrados de producción realizada esta semana por la región CREA Córdoba Norte en Sacanta.
“Es difícil reflejar con números todo lo que la ganadería le aporta a la agricultura al integrar ambas producciones con una mirada sistémica, pero la empresa se hizo más sólida y sostenible gracias a esa decisión”, añadió.
En la primera década del presente siglo, con el cierre de las exportaciones de carne vacuna implementado por el gobierno de Néstor Kirchner, el negocio ganadero se licuó y la empresa localizada en la zona de Noetinger (Córdoba) se volcó hacia un proceso de agriculturación, aunque nunca abandonó la producción pecuaria.
La cuestión es que el 27,5% del establecimiento cuenta con suelos clase IV, mientras que otro 36% es clase VI y la proporción restante comprende una zona de monte. “Se trata de suelos con alto riesgo de salinización, grandes riesgos de compactación y baja fertilidad que comenzaron a sufrir ascenso de napas en los años muy lluviosos”, comentó.
Entonces una década atrás José, junto a su padre, se propuso barajar y dar de nuevo para replantear el modelo productivo e incorporar una mirada integral y holística del sistema en su conjunto.
El primer eslabón del cambio consistió en volver a las raíces e iniciar un proceso de integración entre la agricultura y la ganadería, para lo cual resultó indispensable consolidar el equipo de trabajo. “En el campo no es que falte gente para trabajar; lo que falta a veces es gente dispuesta a liderar equipos”, remarcó.
Se propusieron ir despacito pero con la mirada firme hacia la meta propuesta. Para eso aprovecharon la fortaleza de las redes de CREA, Aapresid, junto con la colaboración de INTA y referentes académicos, para así probar, ensayar y cambiar solamente cuando los datos mostraban resultados concretos satisfactorios. “Probamos muchas cosas nuevas en pequeña escala en el marco de una búsqueda constante de superación”, recordó.
Así realizaron una ambientación en las 1790 hectáreas propias para comenzar a introducir pasturas permanentes y verdeos en un sistema ganadero de ciclo completo integrado con la agricultura. También cuentan con un campo lindante arrendado de 446 hectáreas dedicado sólo a la actividad agrícola.
“La ambientación fue clave para poder sembrar la pastura más apropiada en cada sector, ya sea alfalfa, agropiro, lotus o panicum coloratum, entre otras especies; el suelo debe estar siempre cubierto”, señaló José.
La base del sistema ganadero es un rodeo de cría de más de 1300 vientres. Realizan invernada de vaquillonas, vacas de refugo y novillos a base de pasturas con una suplementación muy acotada.
En los suelos con mejor aptitud la rotación agrícola incluye un puente verde de raigrás en el cultivo de maíz para poder emplearlo en el otoño como recurso forrajero y, luego de diez años, pasan a pasturas de alfalfa por un período de tres años; la salida de pasturas se hace con girasol si la campaña pinta seca o con soja en caso de haber perspectivas de buena humedad. En tanto, en los suelos más flojos los ciclos agrícolas alternados con pasturas son más cortos para reducir el riesgo de pérdidas productivas.
“Los verdeos de invierno sembrados como puente verde en maíces de primera representan –además de un aporte esencial para la salud del suelo– un recurso clave para poder sostener la oferta forrajera durante el otoño y reducir así la necesidad de aportar silo y grano húmedo en los engordes”, explicó.
El servicio en la cría se implementa en el término de 60 días y no existen segundas oportunidades para las vacas sin ternero al pie. “Durante los primeros años esa modalidad de trabajo requería sacrificar muchas vacas, pero con el tiempo la presión de la selección generó buenos resultados y actualmente contamos con una genética bien adaptada al sistema productivo”, resaltó.
Con la implementación del sistema integrado otro desafío fue reducir la tasa de mortalidad, dado que los problemas de empaste se generalizaron. Luego de ajustar procesos en ese sentido, ese problema logró ser controlado y en el ciclo 2022/03 ese indicador fue del 2,2%.
A pesar de la difícil situación hídrica, en 2022/23 se logró una preñez total del 91,2% con una relación kg.destete/kg.vaca del 45%. En la invernada la producción de carne lograda fue de 383,4 kg/ha con una eficiencia de stock de casi el 55% y una ganancia promedio de 488 gramos por día.
El aspecto más desafiante del sistema es que la soja de primera que se siembra luego del verdeo de invierno puede arrancar con escasas reservas de agua si el invierno fue más bien tacaño de lluvias y eso le pasa factura a los rendimientos de la oleaginosa. De todas maneras, la integración agrícola-ganadera contribuye a mejorar de manera notable los niveles de materia orgánico y el balance de nutrientes.
“El proceso de integrar ambas actividades no es sencillo y está repleto de desafíos, pero hace más sostenibles a las empresas agropecuarias en todas sus dimensiones, porque permite disponer de un mayor número de opciones, lo que nos da la posibilidad de cambiar figuritas y reaccionar a tiempo cuando el contexto cambia”, comentó José.
“Además, gracias a la ganadería necesitamos más productos y servicios y eso tiene un impacto directo en el desarrollo económico de nuestra comunidad y hace más sostenible a las empresas en términos sociales”, resume.