
Cada fin de agosto y comienzos de septiembre, millones de argentinos esperan —y temen— la llegada de la llamada Tormenta de Santa Rosa. Según la creencia popular, este fenómeno climático se repite todos los años alrededor del 30 de agosto, fecha en la que se conmemora a Santa Rosa de Lima, patrona de América.
El origen del mito de la Tormenta de Santa Rosa
La tradición se remonta al siglo XVII en Lima, Perú, cuando una fuerte tormenta habría salvado a la ciudad de un ataque pirata. Desde entonces, el relato se transmitió de generación en generación hasta instalarse en gran parte de Sudamérica como un evento casi asegurado en el calendario.
Qué dice la ciencia
Los meteorólogos coinciden en que no se trata de un fenómeno mágico ni religioso, sino de un patrón climático frecuente en esta época del año.
En el pasaje del invierno a la primavera, el aire cálido y húmedo del norte comienza a chocar con masas de aire frío que aún bajan desde el sur, lo que genera tormentas intensas en la región central del país.
El Servicio Meteorológico Nacional (SMN) señala que, estadísticamente, alrededor del 70% de los años entre fines de agosto y los primeros días de septiembre se registran lluvias y tormentas en distintas provincias argentinas. Sin embargo, no siempre ocurren exactamente el 30 de agosto ni con la misma intensidad, por lo que la “Tormenta de Santa Rosa” no está garantizada.
Impacto y creencias
Más allá de la ciencia, el mito popular mantiene su fuerza. Muchos productores agropecuarios la ven como un “corte” en la estación seca, mientras que en las ciudades suele asociarse con un cambio de ciclo y la llegada de temperaturas más agradables.
En los últimos años, además, las redes sociales potenciaron el debate: cada lluvia fuerte de fines de agosto genera bromas, memes y comentarios sobre si la tormenta “cumplió” o no con la tradición.

Una tradición que sigue vigente
La Tormenta de Santa Rosa combina historia, fe y meteorología. Aunque no sea un fenómeno garantizado, lo cierto es que las condiciones atmosféricas de esta época del año hacen muy probable la presencia de tormentas. Y, año tras año, el mito se renueva, manteniendo vivo uno de los clásicos del calendario climático argentino.
Entre alivio e incertidumbre
En el norte bonaerense y el sur santafesino, la tormenta también fue recibida con cierta expectativa por los productores de trigo, ya que los cultivos en desarrollo aprovechan el agua acumulada. Sin embargo, la contracara es la incertidumbre en los cultivos de verano, ya que el exceso hídrico en esta etapa puede condicionar el arranque de la siembra y generar pérdidas si se suman nuevos eventos de lluvias intensas.