La toxoplasmosis es una enfermedad de los felinos. Un parásito que el gato transmite fundamentalmente a través de su materia fecal, pero que además sólo se desarrolla y reproduce en ese animal, por tratarse de un parásito específico o “de especie”.
Así lo explicaba Marcelo Zysman, médico veterinario, en diálogo con Palabra de Campo -por Radio 10-, donde aclaraba qué pasa con él en otras especies de animales como los humanos: “Cuando el parásito entra a nuestro organismo, en simples palabras, no encuentra células de gato, entonces no puede completar su ciclo vital, pero lo que sí hace es enquistarse en los músculos”.
¿Cuáles son las formas más frecuentes de contagio y cómo se pueden prevenir?
Hay sobre todo tres formas habituales de contagio. La primera, la más común, y no por eso menos peligrosa: comer carne mal cocida. Es decir, si se pide en un lugar un bife “a punto” y la vaca había tomado contacto con materia fecal de gato, se contagia. Y, ¿cómo podría una vaca hacer eso? Bueno, comiendo pastizales donde el felino defecó. El parásito entró en esa vaca, como no pudo desarrollarse ni reproducirse, se enquistó en ese músculo, y cuando comiste el bife mal cocido, llegó la toxoplasmosis.
Otra de las formas es gracias a la verdura mal lavada. Pasa lo mismo que con la vaca: si comemos verduras sobre las que defecó un gato, y no las lavamos como corresponde, ingerimos directamente el parásito.
La tercera posibilidad está cerquita nuestro cuando al costado de la ruta o en lugares conocidos, compramos chacinados preparados que no tienen control bromatológico: si ese animal comió pasto con materia fecal de un gato infestado, ingerimos el parásito también.
Y la última y menos probable, hasta un poco repugnante, es si después de tocar materia fecal de gato, comemos, sin antes lavarnos las manos. Ahí también nos contagiamos, pero nunca por sólo acariciar un gato o estar en contacto con él.