Cuando no se ha cumplido ni un siglo desde que Fleming revolucionara la Medicina con el descubrimiento de la penicilina, la sanidad humana y animal se enfrenta en el siglo XXI al reto de atajar la creciente resistencia de los patógenos (fundamentalmente bacterias) a la acción antibiótica.
Organismos internacionales como la ONU han centrado algunos de sus debates en esta cuestión y mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de que en 2050 la resistencia bacteriana puede provocar más muertes que el cáncer, la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) ha publicado un dossier con estrategias para adoptar soluciones frente al problema de la resistencia.
En el caso de la sanidad animal en España, el sector veterinario prevé desarrollar campañas de concienciación en coordinación con la Agencia Española de Medicamentos y el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama), según avanza a Efeagro el presidente del Consejo General de Colegios Veterinarios, Juan José Badiola. Badiola explica que la resistencia de las bacterias a los antibióticos ha pasado de ser una “cuestión menor” a un “problema creciente en todo el mundo”.
Su causa principal ha sido el uso “masivo” de antimicrobianos en los humanos y los animales, lo que ha llevado a algunos patógenos a adaptarse y eludir la acción inhibitoria de estos medicamentos, detalla. No obstante, a su juicio aún hay tiempo para reducir el número de resistencias y “controlar el problema”, si “se hacen las cosas bien”.
¿Qué hacer?
En el sector ganadero, “hacer las cosas bien” pasa por abandonar hábitos como la medicación a criterio del productor, ya que según insiste Badiola es el veterinario el que tiene que hacer un diagnóstico preciso de la patología y prescribir, si es necesario, el antibiótico apropiado (no de amplio espectro) y en su dosis justa.
También pone el acento en la necesidad de que el profesional haga un seguimiento de la enfermedad en los animales para advertir, de ser necesario, a las autoridades sanitarias sobre posibles resistencias antimicrobianas que no se conocían hasta la fecha.
Otra “clave” es la vacunación del ganado y hacer “un buen manejo de la explotación”, con medidas de bioseguridad, porque “reduce la posibilidad de enfermedades” en los animales, añade.
Esperanza en la investigación
Entre las soluciones, Badiola apuesta por la obtención de nuevos antibióticos y por la búsqueda de alternativas terapéuticas: la “biotecnología ha progresado espectacularmente” y ya hay avances con péptidos o proteínas que pueden sustituir a los antibióticos.
Tras la prohibición de la Unión Europea (UE) en 2003 del uso preventivo de aditivos Antibióticos Promotores del Crecimiento (APC) -que se incorporaban a los piensos para mejorar el rendimiento de la producción ganadera-, existen grupos de investigación que tratan de encontrar sustancias que puedan actuar de forma similar, pero con seguridad.
La UPM busca alternativas a los Antibióticos Promotores del Crecimiento que tengan efectos similares y ya hay avances
El grupo de Producción Animal de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) trabaja en este campo desde hace más de 20 años, aunque sus trabajos se intensificaron desde dicha prohibición europea, según recuerda una de sus investigadoras María Dolores Carro.
El equipo ha trabajado con diferentes sustancias como ácidos orgánicos, extractos vegetales, cultivos de levadura o nutrientes específicos que estimulan el sistema inmune y reducen la respuesta inflamatoria.
Según Carro, pueden tener un efecto sobre la microbiota digestiva que les hace mejorar los mecanismos de barrera y favorece las defensas del animal frente a las enfermedades digestivas, que son responsables de “una gran mortalidad”, provocan pérdidas del rendimiento productivo y contribuyen a desencadenar otras patologías.
Los resultados “son prometedores en algunos casos” y según precisa, funcionan mejor en animales jóvenes (sometidos a algún tipo de estrés productivo, higiénico, ambiental, alimenticio o social) y en los que padecen alguna enfermedad subclínica, pero tienen una “eficacia limitada” para combatir una enfermedad infecciosa, en la que el uso de antibióticos “es imprescindible”