La evaluación de la calidad física de los lotes de producción es información clave para conocer la estructura de los suelos, la cual depende en gran parte de su manejo y condiciona, entre otras cosas, la facilidad a la penetración de las raíces, la aireación, el ingreso y el movimiento del agua en el perfil, la disponibilidad de algunos nutrientes y la capacidad de drenaje.
Silvina Bacigaluppo –investigadora de la Estación Experimental Agropecuaria Oliveros del INTA Santa Fe– explicó que “la importancia de estos estudios radica en que la condición física del suelo está íntimamente relacionada con la química y la biológica, y las tres son dependientes unas de otras. Conocer la calidad física de un suelo puede orientar al productor a entender o diagnosticar posibles limitaciones a los cultivos, como dificultad para enraizar, baja infiltración de agua de lluvia, limitantes en la dinámica del agua y nutrientes en el perfil del suelo”.
La calidad de un suelo es la medida de su capacidad de funcionamiento para sostener, entre otras cosas, la producción de los agroecosistemas. Un suelo se forma por componentes sólidos —minerales y materia orgánica— y espacios porosos, ocupados por agua y aire. Cuando hablamos de calidad física del suelo, se hace referencia a esta relación sólidos-poros. Idealmente debería mantenerse como 50 % de sólidos y 50 % de poros.
“Un suelo con buena condición física, es decir, con una estructura estable y con un sistema poroso estable y continuo, beneficia a los cultivos porque permite que su sistema radicular se desarrolle y use de forma más eficiente el agua y los nutrientes en toda su profundidad”, aclaró Bacigaluppo.
Herramientas de medición
Para caracterizar la condición física de los lotes se cuenta con varias herramientas, en este caso, se destaca a los penetrómetros digitales y permeámetros de disco. Ambas evalúan parámetros físicos del suelo, y dan una idea de su estructura y su sistema poroso.
Bacigaluppo señaló que “las primeras determinan la resistencia que ejerce la matriz del suelo frente a una presión, que podría simular la que debe ejercer la raíz de un cultivo para crecer en profundidad. Mientras que las segundas evalúan indirectamente el sistema poroso del suelo, para medir la velocidad con que ingresa el agua desde la superficie y su movimiento en profundidad”.
Al momento de la evaluación, se recomienda realizarlas sobre suelos con humedad cercana a la capacidad de campo, en lo posible sin cultivos vivos, para lograr condiciones homogéneas de humedad en el perfil del suelo. Esta situación es común encontrarla en otoño.
Asimismo, aclaró Bacigaluppo, “tener claro el objetivo de la evaluación para seleccionar áreas del lote representativas al mismo. Y evaluar, además, una situación de referencia o testigo como puede ser un sector bajo alambrado, parque o un sector del lote identificado por su buen rendimiento”.
Los penetrómetros digitales miden la Resistencia Mecánica a la Penetración (RMP), son herramientas muy sencillas de transportar y utilizar. Consta de sensores de velocidad y profundidad, junto a un datalogger donde se almacenan las mediciones de campo.
Para la determinación, el operario introduce el penetrómetro hasta la profundidad deseada, ejerciendo una presión constante. Previamente se remueve la cobertura vegetal de la superficie del suelo y se apoya una placa metálica de referencia de profundidad que tiene un agujero en el centro por donde pasa la varilla con el cono de medición.
Como el instrumento trabaja con sensores, es importante contar con superficies planas para que el rastrojo o el viento, no hagan interferencia con el sensor que está debajo del datalogger.
Así, el sensor puede tomar la profundidad correcta en la que se introduce la varilla. “Toda la información almacenada se descarga con un software específico y se procesa en planilla de cálculo, obteniendo como resultado una curva de resistencia mecánica a la penetración”, detalló la investigadora.
En cuanto a los permeámetros de disco, miden la infiltración básica que indica la velocidad con que se conduce el agua en el suelo cuando está saturado. Bacigaluppo destacó que “lo interesante y práctico de estos instrumentos es que se utilizan a campo sobre suelo no disturbado, son de uso sencillo y fáciles de transportar”.
Una vez que se abre la llave del reservorio para permitir el paso del agua, ésta comenzará a bajar y a ingresar al suelo, se comienza a medir cuando se produce el primer burbujeo. En una planilla de campo, se registra la lectura del nivel de agua que se observa sobre la escala del reservorio, cada un determinado tiempo, por ejemplo, cada cinco minutos.
Estas mediciones se continúan hasta que la tasa de infiltración sea constante, es decir cuando las variaciones de altura de agua en el reservorio en función del tiempo sean idénticas. Esto es, cuando las diferencias entre una lectura y su inmediata anterior se repiten dos o tres veces consecutivas “Ahí podemos quedarnos tranquilos que llegamos a infiltración básica, que es similar a lo que es la conductividad hidráulica del suelo”, concluyó Bacigaluppo.
Mejoras en el sistema poroso del suelo
En INTA OIiveros se utilizaron ambas herramientas para evaluar el efecto de secuencias de cultivos con distinto grado de ocupación del suelo en el tiempo y diferente proporción en el uso de gramíneas, sobre la calidad física del suelo. Las evaluaciones se realizaron luego de 9 años de estos diferentes manejos y ambas herramientas fueron sensibles para detectarlos.
Inicialmente el suelo tenía serios problemas de compactación, las secuencias evaluadas fueron: Soja-Soja, cultivo de cobertura/Soja, Soja-Trigo/Soja-Maíz, cultivo de cobertura/Soja-Trigo/Soja-Maíz y Maíz-Trigo/Soja, en el que se utilizó trigo o centeno como cultivo de cobertura.
Con la utilización del permeámetro de disco, se observó un aumento promedio en la infiltración básica del 170 % en las secuencias rotadas con gramíneas, en comparación con el monocultivo de soja, con valores extremos de 9.5 milímetros en una hora, hasta 29.5 milímetros en una hora. Estos resultados muestran la mejora lograda en el sistema poroso del suelo en estudio al incrementar la proporción de gramíneas en las secuencias agrícolas.
Con el penetrómetro digital se obtuvieron curvas de RMP cada 2.5 centímetros hasta los 30 centímetros de profundidad. En el monocultivo de soja se observaron, en todas las profundidades, valores superiores a los 2000 kilo pascal –umbral agronómico–, mientras que, en el resto de las secuencias evaluadas, que incluyeron alguna gramínea, la RMP disminuyó y se mantuvo debajo de este umbral, en un rango promedio de 1300 a 1800 kilo pascal.
El equipo del INTA concluyó que, con estas dos herramientas, se logró identificar rápidamente y a campo situaciones de manejo de suelo que mejoraron su calidad física.