“El sector vitivinícola arrastraba una crisis que la pandemia agudizó”, resume Patricia Ortiz, quien a mediados del año pasado se convirtió en la primera mujer en presidir Bodegas de Argentina. Como consecuencia de los problemas que ya tenían y a los que se sumaron los provocados por la cuarentena, esa actividad pide al Ministerio de Desarrollo Productivo que la exima de pagar retenciones al vino que se exporta en botellas.
Es que en los últimos 20 años pasamos de consumir 70 a 18 litros per cápita de vino en Argentina. A eso, explica Ortiz, se suma un mercado externo que no logra despegar. “Con ese panorama irrumpió la pandemia, que trae consecuencias para ambos mercados”, sostiene.
Hacia afuera, las ventas se desplomaron. “La situación de los demás países es tan o más critica que acá y los restaurantes están cerrados, los cruceros no navegan, las líneas aéreas no vuelan y hay espectáculos como Disney o Las Vegas que pararon su actividad. Todo eso hace que gran parte de lo que Argentina exporta hoy no tenga mercado”, indica.
Fronteras adentro, la entidad ve con preocupación el cierre de vinotecas, por ejemplo. “No fueron eximidas de la prohibición de circular y representan un canal de ventas muy importante para las pequeñas y medianas bodegas que quizás no llegan a los supermercados o grandes cadenas, y colocan básicamente su producción ahí y en algunos restaurantes”, afirma Ortiz. Además, las propias bodegas tenían un canal de venta en sus establecimientos, atractivos turísticos por excelencia de las zonas vitivinícolas del país. Sin embargo, se limitan a producir y la actividad turística debe quedar, por decreto, para cuando pase la pandemia.
“Todo eso está comprometiendo la capacidad de pago, vemos con preocupación lo que pueda pasar en los próximos meses, sobre todo porque estamos atravesando la época más cara para nosotros: la cosecha”, asegura.
Afortunadamente, comenta, la cosecha empezó unos quince días antes de la cuarentena obligatoria en Argentina y las labores ya estaban en marcha. “Por suerte, también logramos ser eximidos de la prohibición y seguir trabajando, si no la situación hubiera sido un desastre”.
La cosecha termina en unos días pero el impacto del coronavirus se afirma sobre ella. Es, como decía la titular de Bodegas de Argentina, la etapa más cara y en la que tienen que poner toda la atención, teniendo en cuenta que la vitivinicultura produce una sola vez al año y que lo que cosechan hoy puede consumirse recién en 2021 o 2022.
“Vemos que la cadena de pagos se va a cortar. En primer lugar, porque al estar cerradas las vinotecas, los distribuidores no están cobrando, y eso repercute en las bodegas que no reciben pagos. Pero además, por lo difícil que viene siendo la interacción con los bancos”, adelanta.
Por eso enviaron una carta al ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, pidiendo no pagar los derechos de exportación al vino embotellado: “Es un vino con alto valor agregado y que para nosotros significa un costo fiscal de 2.000 millones de pesos, monto del que a las bodegas nos vendría muy bien disponer en un momento así”, concluye.