En el documento publicado el pasado 22 de marzo de 2018, se evaluó el impacto económico de la reducción de la producción agrícola en la campaña 2017/18 por el efecto de la sequía. En ese momento, se proyectaban 32 millones de toneladas de maíz y 39,5 millones de toneladas de soja.
Luego de esa fecha, las condiciones climáticas continuaron desmejorando. El déficit hídrico se profundizó, dejando más tarde paso a lluvias de gran intensidad, que cubrieron la mayor parte del área cultivada del país. Estas precipitaciones demoraron las actividades de cosecha, dejando millones de hectáreas expuestas a los efectos negativos de la prolongada humedad ambiental y las elevadas temperaturas, lo que afectó además la calidad de los granos.
Bajo este escenario, las pérdidas de rendimiento y superficie de soja redujeron la proyección de producción a 36 millones de toneladas. En paralelo, la cosecha de maíz con destino grano comercial se vio ralentizada, aunque se mantuvo la producción del grano en 32 millones de toneladas.
Dado este nuevo ajuste en la producción de soja, y su consecuente impacto en la molienda interna y la exportación de todos los productos del complejo; el presente trabajo tiene como objetivo actualizar el análisis de los efectos adversos del escenario climático sobre el valor agregado, las exportaciones y la recaudación fiscal de las cadenas de valor agrícolas en 2018.
Resultados
Como resultado de las simulaciones, se observa que las pérdidas económicas de la sequía prácticamente se han duplicado respecto de nuestro análisis previo, alcanzando en esta actualización los 5.895 millones de dólares de valor agregado. Esto no sólo se explica por la disminución en la estimación de producción de soja y su impacto en la molienda, sino también por la caída experimentada por las cotizaciones internacionales desde la publicación del cálculo anterior, que disminuyeron la compensación vía precios.
En conclusión, esta campaña 2017/18 el Producto Bruto de las Cadenas de la Soja y el Maíz estará un 23% por debajo del nivel que podría haberse alcanzado de no mediar las inclemencias climáticas.
En términos de la economía en su conjunto, la pérdida se estima en un 0,86% del PBI argentino2, incrementándose respecto del 0,5% estimado en la versión previa.
Al analizar lo que sucede al interno de cada una de las cadenas, se observa que las pérdidas no se distribuyen por igual entre los distintos eslabones. El principal afectado continúa siendo la producción primaria, con una caída en el valor agregado de 2.331 millones de dólares. También se ven afectados los servicios relacionados, destacándose la pérdida de 422 millones de dólares en transporte. Adicionalmente, soportan los impactos negativos de la seca los productores de carnes y leche que utilizan el maíz y la harina de soja como insumo y deberán enfrentar mayores costos, del orden de los 1.000 millones de dólares. Se debe notar que la sequía afecta a estos sectores en otras formas no cuantificadas aquí; por ejemplo, por la menor disponibilidad de pasturas y silajes.
Por el lado de las exportaciones netas, las pérdidas alcanzarían los 5.374 millones de dólares, debido a la disminución de las cantidades exportadas de granos y sub-productos, compensada en parte por el incremento en los precios internacionales.
La recaudación fiscal, por su parte, sufriría una reducción de 1.735 millones de dólares respecto delEscenario Base. Esta se debe a una disminución en lo recaudado por derechos de exportación como resultado de menores exportaciones, y a una caída en la recaudación vía otros impuestos debido al descenso de la actividad.
Finalmente, se debe remarcar que este análisis sólo contempla los efectos directos de la merma de producción sobre el sector agroindustrial, por lo que el impacto macroeconómico final sería bastante mayor si se incluyen las interacciones con el resto de los sectores de la economía. Por ejemplo, el menor nivel de gasto de los actores cuyos ingresos dependen, directa o indirectamente, del sector. O, desde el lado de las finanzas, estas cifras podrían no reflejar suficientemente la mayor fragilidad que dejan en el sector de cara a las decisiones de inversión para la nueva campaña.
Cómo se señaló, la periodicidad y la magnitud del impacto de los eventos climáticos adversos en un sector tan importante para la economía argentina, ponen en evidencia la necesidad de diseñar e implementar una estrategia integral para la gestión del riesgo agropecuario.