La relación entre las abejas y los Dimitruk lleva, al menos, más de un siglo. Llegada desde Ucrania en 1914 con el impulso de un joven carpintero, la familia de origen eslavo se asentó en territorio formoseño y comenzó a trabajar con las primeras colmenas. Hoy, Carlos Dimitruk, nieto de aquel inmigrante, preside una organización de 35 pequeños apicultores caracterizados por un producto estrella: la hidromiel.
“No es vino ni es licor, está en el medio”, dijo Dimitruk, quien definió a la hidromiel en la categoría de “bebidas espirituosas”. Como presidente de la Asociación de Apicultores de Ibarreta (Formosa), no ocultó su orgullo al declarar que su marca colectiva, Rincón de Miel, ya está difundida en todo el país. Desde esa agrupación, sus integrantes sostienen una vinculación estratégica con los extensionistas del INTA Ibarreta desde el inicio de sus actividades, hace ya 27 años. En conjunto, realizaron distintas capacitaciones y aprendieron a fortalecerse como grupo para organizar compras de insumos y procesos de agregado de valor en diversos productos de la colmena.
“La hidromiel es un producto elaborado con 30 % de miel y 70 % de agua”, explicó el presidente de la asociación, quien agregó: “El proceso es hervirlo un tiempo, enfriar, inocular levadura. Generalmente no se le agregan conservantes”. De acuerdo con Dimitruk, este proceso lleva un mes de fermentación primaria, al que siguen entre seis a ocho meses de fermentación secundaria. Luego se clarifica el líquido, se envasa y está listo para la venta. A su vez, los productores suelen conservar una determinada cantidad de hidromiel, dado que puede añejarse al igual que los vinos, lo cual aporta distintos aromas y gustos especiales.
Para Dimitruk, la ecuación es muy sencilla: “La hidromiel es el agregado de valor por excelencia en los productos de la colmena”. Lo explicó en estos términos: mientras que un tambor de miel de 300 kilos posee un valor de 10 mil pesos, al transformarlo en hidromiel se puede aumentar hasta diez veces su valor. “Le sacamos más o menos 150 mil pesos, de lo que se descuentan los insumos, el transporte, las etiquetas, el envasado y la mano de obra”. Al respecto, añadió: “Elaborar estos productos produce mucha mano de obra con las personas del pueblo y eso genera desarrollo local”.
Los 35 apicultores de Ibarreta cuentan con un promedio de entre 40-50 colmenas, una cifra similar al promedio del resto del país. En los extremos, se registran un puñado de productores que poseen entre 300 y 400 colmenas y otros con 10 o 15 unidades. En cuanto a los índices de rendimiento, Dimitruk señaló: “En los últimos años se está cosechando un promedio de 26 o 26,5 kilos por colmena, si bien hay colmenas que dan hasta 80 kilogramos”.
Debido a las características climáticas y a la vegetación particular de la provincia, la hidromiel de Ibarreta tiene características sensoriales muy definidas. Se trata de una miel multifloral, típica del monte. “Acá es todo quebracho, algarrobo, pinal, yuquerí, molle y otras tantas variedades autóctonas del norte argentino y especialmente de Formosa”, detalló el apicultor.
“Ser apicultor en esta zona es un poco particular y diferente de la actividad en la pampa húmeda, donde la abeja es un poco distinta”, dijo el apicultor. En efecto, las abejas de Formosa tienen una alta “africanización” y su carácter está lejos de ser dócil. “Su comportamiento no es ofensivo sino defensivo, ellas defienden a su colmena”, precisó Dimitruk, quien consideró: “Para nosotros resulta algo positivo porque es la abeja que se comporta mejor y produce más en esta zona de muchísimo calor”.
La experiencia de la Asociación Apicultores de Ibarreta forma parte del programa Del Territorio Al Plato, una iniciativa que impulsan el INTA y la Fundación ArgenINTA para estrechar el vínculo entre la gastronomía y los productores primarios de las distintas regiones del país. Este año, el programa se focaliza en el nordeste argentino e incorpora el trabajo de chefs para revalorizar los alimentos típicos de la región.
Al respecto, Dimitruk sostuvo que si bien la hidromiel puede tomarse directamente, entre postres o una picada, “es la bebida ideal para cocinar”. De hecho, explicó: “Los cocineros lo usan mucho en Argentina y otros países. Tenemos una receta bastante difundida que es el chorizo al vino de miel”.
Pero esas delicias culinarias no son la única motivación de este apicultor: “Después de 30 años, la abeja me sigue sorprendiendo. Más allá de procurar un proyecto económico, la apicultura es también un proyecto de vida que tiene que ver con la salud y el bienestar de la persona”, dijo Dimitruk, quien sostuvo: “Este trabajo no lo cambio por ninguno”.