Clima

¿Qué pasa con La Niña? qué dicen los especialistas y qué pasa con las lluvias

El fenómeno climático La Niña reaparece con fuerza y pone en alerta al campo argentino. Con lluvias escasas, suelos agotados y temperaturas extremas, el país enfrenta un nuevo ciclo de estrés hídrico que podría afectar la producción agrícola y ganadera. Los especialistas advierten que el desafío no es solo pronosticar el clima, sino aprender a convivir con su variabilidad.

En Argentina, hablar de La Niña es hablar de sequía, preocupación y estrategias de supervivencia. El fenómeno climático, caracterizado por el enfriamiento de las aguas del océano Pacífico ecuatorial, vuelve a hacerse sentir en el territorio nacional y amenaza con repetir un patrón que el campo conoce demasiado bien: menos lluvias, más calor y mayores riesgos para los cultivos.

El fenómeno La Niña y su efecto en el país

Cuando las aguas del Pacífico se enfrían, los vientos alisios se intensifican y desplazan las lluvias hacia el norte del continente. Esa alteración atmosférica reduce las precipitaciones en el centro y norte argentino, especialmente en regiones agrícolas clave como la Pampa Húmeda, el Litoral y el norte bonaerense.

El resultado es un escenario de estrés hídrico que afecta tanto a los cultivos de verano —soja, maíz y girasol— como a las pasturas destinadas a la ganadería. En provincias como Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, los productores ya observan señales de alerta en los perfiles de humedad del suelo, que comienzan a mostrar déficit incluso antes del inicio pleno de la siembra.

En los últimos años, La Niña dejó una huella profunda. Entre 2020 y 2023, Argentina atravesó tres eventos consecutivos del fenómeno, algo que no ocurría desde hace décadas. Esa racha trajo la peor sequía en más de sesenta años, con pérdidas superiores a US$ 20.000 millones en el sector agroindustrial.

Las cosechas de soja y maíz se redujeron drásticamente, el ganado perdió peso y la falta de agua comprometió incluso el abastecimiento urbano en algunas localidades del interior. En muchos campos, el impacto económico fue devastador: menor rentabilidad, endeudamiento y necesidad de replantear estrategias productivas.

Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), los indicadores oceánicos y atmosféricos confirman que La Niña se encuentra nuevamente activa, con alta probabilidad de mantenerse durante el verano 2025/26. Esto implicaría un régimen de lluvias inferior al promedio y temperaturas más extremas, sobre todo en el norte y centro del país.

Desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), los técnicos subrayan que la situación exige un monitoreo constante de la humedad del suelo y una planificación ajustada de la siembra. Las decisiones, explican, deben adaptarse a la nueva realidad climática, priorizando fechas más tempranas, rotación de cultivos y manejo eficiente del agua.

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Impacto en la producción y en la economía

La Niña no solo afecta al productor rural: su impacto se propaga por toda la economía argentina. Una menor cosecha significa menos exportaciones, menos ingreso de divisas y presión adicional sobre la balanza comercial.

En 2023, por ejemplo, la sequía redujo en un 40% el ingreso de dólares del agro, afectando directamente las reservas del Banco Central y la disponibilidad de recursos para la industria y el comercio.

Además, el estrés hídrico limita la regeneración de pasturas y obliga a muchos ganaderos a vender hacienda de forma anticipada, generando una sobreoferta temporal y una posterior escasez. Todo esto impacta en los precios de los alimentos y en la estabilidad de los mercados.

La adaptación, una necesidad urgente

El cambio climático amplifica los efectos de fenómenos como La Niña. Por eso, los expertos insisten en la necesidad de adaptar los sistemas productivos: mejorar la eficiencia del riego, conservar los suelos, diversificar cultivos y desarrollar variedades más resistentes al estrés hídrico.

Proyectos impulsados por el INTA, universidades y consorcios regionales apuntan en esa dirección, promoviendo prácticas como la siembra directa, la cobertura vegetal permanente y el almacenamiento de agua de lluvia. Sin embargo, los avances aún son desiguales y dependen de la inversión pública y privada.

Mirar el cielo, pero también el suelo

Argentina aprendió a convivir con la variabilidad climática, pero La Niña sigue siendo un recordatorio de su vulnerabilidad estructural. Cada evento expone la necesidad de una política hídrica integral, que contemple desde la infraestructura de riego hasta la gestión de cuencas y el apoyo financiero a productores afectados.

Mientras tanto, los pronósticos son seguidos día a día por productores y técnicos que miran al cielo con la esperanza de que las lluvias regresen a tiempo. En un país donde el clima puede definir una campaña entera, La Niña es más que un fenómeno meteorológico: es una prueba de resistencia nacional.

 

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