
Durante 2024 en Argentina se certificaron 34.335 colmenas con sello orgánico. Chaco lideró el ranking con casi el 40% del total. Le siguieron Santa Fe, Santiago del Estero y Córdoba. Este dato implica que las mieles chaqueñas no solo tienen sabor intenso y color oscuro gracias a la flora nativa, sino que además cumplen con requisitos extra que aseguran un producto de calidad y amigable con el ambiente.
Según el Registro Nacional de Productores Apícolas, la provincia cuenta con 453 productores registrados que en conjunto manejan unas 58.580 colmenas. Entre ellos, 87 producen con estándares orgánicos. Además, hay 22 salas de extracción habilitadas por el Senasa y dos de ellas también se usan para homogeneizar la miel antes de exportarla. Solo en la campaña 2024-2025, Chaco produjo 925.550 kilos de miel.
Parte del secreto está en su biodiversidad. En la zona del Impenetrable, por ejemplo, la floración arranca en julio con especies como el chañar, el garabato, el algarrobo, el mistol, la guarapita y el quebracho colorado. Esa combinación de flores nativas da como resultado mieles oscuras, con personalidad y sabor profundo.

Pero no todo es naturaleza, también hay estructura, trabajo en red y acompañamiento. El sistema de cooperativas y asociaciones facilita el acopio y la comercialización del producto, mientras que el crecimiento de la cadena apícola se sostiene por el trabajo conjunto entre privados, organismos técnicos y el Estado provincial. El INTA, el INTI, el Senasa y el Ministerio de Producción y Desarrollo Económico Sostenible son clave en ese engranaje.
El Senasa, por su parte, hace más que certificar exportaciones. Capacita en normativas, asesora sobre sanidad apícola, controla residuos en la miel y supervisa la adecuación sanitaria de las salas de extracción. También actúa en modo prevención frente a amenazas como el pequeño escarabajo de las colmenas, una plaga que todavía no llegó al país pero que podría cruzar desde países vecinos. Por eso hay vigilancia, controles fronterizos, campañas informativas y protocolos para actuar ante cualquier sospecha.

Ahora bien, ¿qué tiene de especial una miel orgánica? Para que se la considere así, las colmenas deben estar en zonas libres de pesticidas, herbicidas y fertilizantes sintéticos. Las abejas deben recolectar néctar de flores naturales y no está permitido el uso de antibióticos o químicos sintéticos para tratar enfermedades. Todo el sistema apícola tiene que funcionar de forma sustentable y transparente.
La certificación orgánica es, en definitiva, un plus de calidad. Un compromiso con el ambiente, con el consumidor y con el futuro del campo argentino. Y en ese camino, Chaco no solo va al frente, sino que marca el rumbo.