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Subastan dos melones en Japón por más de 29.000 dólares

La fruta en Japón no es como en otros países. La mayor parte de fruta para el consumo se importa y su precio es muy elevado, pero hay un puñado de variedades que sencillamente se salen de la escala. Se trata de variedades cultivadas dentro de Japón y...

La fruta en Japón no es como en otros países. La mayor parte de fruta para el consumo se importa y su precio es muy elevado, pero hay un puñado de variedades que sencillamente se salen de la escala. Se trata de variedades cultivadas dentro de Japón y cuyo destino es servir de regalo, a veces tan lujoso como para costar miles de dólares.

En las tiendas dedicadas a este tipo de frutas de lujo como Sembikiya no es raro encontrar obsequios como una docena de fresas envueltas en delicado satén a 40 dólares, sandías exquisitamente redondas que pasan de los 2.000 dólares o pequeños racimos de uvas de la variedad Ruby Roman (todas perfectas) que cuestan 600 dólares.

Los melones Yubaru, que son la variedad concreta que ha alcanzado el récord este fin de semana, no se diferencian mucho de los melones Cantalupe de carne anaranjada que conocemos en el resto del mundo. La diferencia está en cómo se cultivan.

Los productores de este tipo de fruta trabajan en terrenos pequeños y cuyos cuidados rivalizan con los de un jardín de orquídeas o bonsais. Cada semilla se selecciona a mano y es frecuente arrancar una planta si el horticultor estima que no alcanza los exigentes estándares de esta industria. En un racimo de uvas de regalo no hay frutos imperfectos, verdes o ácidos. Cada uno de ellos es simplemente perfecto en apariencia, color, textura y sabor. Los melones Yubaru son sencillamente el mejor melón que puedas probar en tu vida. Les va en ello la reputación. En el caso de los dos melones ganadores, su comprador planea exhibirlos un tiempo y después ofrecerlos para agasajar a los clienetes de su empresa.

En el budismo zen japonés, las frutas son ofrendas para los dioses. Traducido a la vida actual, se han convertido en un obsequio de lujo en la ceremoniosa y tradicional sociedad nipona. No todas las frutas cuestan eso, pero las que caen bajo la fascinante meticulosidad de los artesanos japoneses son algo más que frutas.