Al igual que en otros pastizales del mundo, en la Pampa Interior, provincia de Buenos Aires, luego de que los productores dejan de hacer agricultura, los campos sufren la invasión de gramíneas no-nativas —o exóticas— que luego de establecerse perduran en el tiempo sin que otras plantas las puedan reemplazar. Con la intención de profundizar en las causas de esta persistencia, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) realizaron un estudio que demostró que los pastos no-nativos generan cambios en el suelo —puntualmente, en la fauna de artrópodos—, lo cual, a su vez, potenciaría la gran persistencia de esas invasoras.
“En estudios previos se vio que en la Pampa Interior, los pastizales no vuelven a su estado original al cesar la agricultura; tiene lugar una fuerte invasión por plantas exóticas que reemplazan a las nativas y disminuyen la diversidad vegetal. Nuestros experimentos fueron más allá: vimos lo que sucedía en esos pastizales con la fauna del suelo, en especial con los artrópodos —entre otros, insectos, arácnidos y crustáceos de 0,2 mm —, en comparación con relictos del pastizal original que aún quedan dentro de ese mismo paisaje” explicó Gimena Vilardo, recientemente egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales (FAUBA).
Vilardo señaló que su trabajo, publicado en la revista Acta Oecologica, reveló diferencias notables en la composición de artrópodos del suelo entre pastizales invadidos y no invadidos por plantas exóticas. “En nuestro sitio de estudio, próximo a Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, encontramos que la abundancia de artrópodos del suelo en los pastizales post-agrícolas fue un 75% mayor que en las áreas de vegetación natural que todavía quedan en el paisaje. En algunos casos, la diferencia fue 100 individuos por parcela”.
La investigadora profundizó en otras diferencias que detectaron entre ambos tipos de pastizal. “En los suelos de los pastizales dominados por pastos no-nativos como Festuca arundinacearegistramos mayores niveles de nitrógeno y potasio, temperaturas más altas y una mayor actividad biológica que en los suelos de los relictos de vegetación natural. Entonces, la invasión de plantas afectó tanto la biodiversidad vegetal como la fauna y los procesos biológicos de los suelos”.
“Por su parte —agregó Vilardo—, en comparación con las áreas invadidas, los suelos de los pastizales naturales presentaron una diversidad de artrópodos más elevada. Esto se debería a la variada composición botánica de estos relictos, dominados por el pasto Paspalum quadrifarium. Eso estimularía una mayor diversidad de artrópodos del suelo”.
De exóticas y suelos
La investigadora puso énfasis en las relaciones entre las comunidades vegetales y la fauna del suelo. “Las no-nativas tienen más calidad, crecen más si el suelo es fértil y sus tejidos se descomponen más rápido. Estas características generarían cambios notables en la composición de la fauna —como vimos con los artrópodos— y también en los microorganismos del suelo. Esta información es valiosa en relación con nuestro objetivo general, que es explicar la persistencia de las plantas invasoras”.
En el mismo sentido, Laura Yahdjian, docente de la cátedra de Ecología de la FAUBA y directora de la tesis de grado de Vilardo, añadió que es posible que la dominancia de las exóticas en los ecosistemas post-agrícolas obedezca a procesos biológicos que tienen lugar bajo tierra. “De trabajos previos sabíamos que en los suelos donde hay plantas no-nativas, la materia orgánica se descompone más rápido y la fertilidad es mayor que en los relictos naturales. Por su parte, el estudio de Gimena nos confirma que la comunidad de exóticas sostiene una fauna distinta en el suelo, cuyo funcionamiento, a su vez, favorecería el crecimiento de las plantas invasoras. Hoy, éstas parecen estar frenando el restablecimiento de las especies originales del pastizal, y la pérdida de biodiversidad es enorme”.
Un sistema único
“El trabajo de Gimena se centró en un grupo de clausuras —áreas alambradas para excluir a las actividades agropecuarias— que están dentro de la Estancia ‘San Claudio’ (UBA), en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, y en el paisaje circundante. El sistema de clausuras fue diseñado y creado en la década de 1970 por Alberto Soriano y Rolando León, quienes fueron profesores de la FAUBA, con la idea de estudiar cómo cambia la vegetación una vez que se deja de hacer agricultura”, afirmó Pedro Tognetti, docente del Departamento de Métodos Cuantitativos y Sistemas de Información de la FAUBA y coautor del trabajo de Vilardo.
Tognetti sostuvo que se trata de un sistema único compuesto por clausuras en sitios post-agrícolas y pastizales relicto. “Se pueden realizar experimentos y poner a prueba hipótesis muy variadas vinculadas a las interacciones entre especies de plantas y animales o a las invasiones biológicas, o bien estudiar en qué momento una comunidad dominada por plantas exóticas puede retornar a la su composición dominada por pastos nativos. En el marco de este sistema se formaron, y siguen haciéndolo hoy en día, un gran número de investigadores”.
“Mientras hay experimentos en los que se usan tubos de ensayo en laboratorio, en nuestro grupo de investigación en lotes o clausuras. Nos valemos de experimentos controlados en los que, para un mismo paisaje de la Pampa Interior, coexisten áreas de pastizal original con otras en las que se dejaron de realizar actividades agropecuarias. La idea siempre es comparar ambas situaciones para evaluar los efectos que puede tener la agricultura sobre el sistema. A modo de ejemplo, hoy en día hay investigadores, estudiantes y becarios de la FAUBA analizando los impactos de la sequía, de la invasión de árboles y del cambio climático en general, entre otros temas”, destacó con orgullo Tognetti.