Con la llegada del otoño, los cultivos estivales comienzan a dejarle lugar a los cultivos invernales. Mientras avanza la cosecha, los productores ya están pensando en la próxima siembra, que como siempre tendrá al trigo como principal protagonista: más de 6 millones de hectáreas se cubren de verde todos los años en Argentina.
Uno de los enigmas que la agricultura aún debe resolver es la brecha que separa los rendimientos reales de los potenciales en condiciones de secano: algunos estudios en Argentina demuestran que es del 40%. Sin lugar a dudas, el gran desafío está en acortar esa enorme diferencia.
“Los factores que definen el rendimiento son básicamente tres: genética, ambiente y manejo cultural. Respecto al ambiente, debemos pensar en cómo podemos adaptarnos y así maximizar la eficiencia en el uso de los recursos. Referido a la genética, lo más importante es la elección de la variedad en función del objetivo agronómico que se intente alcanzar, en el que también es fundamental el manejo cultural”, resume Agustín Garnero, coordinador técnico de la zona centro-sur de Stoller.
Todo comienza en la semilla.
El primer componente de rendimiento es plantas/m2 y es fundamental la generación temprana de área foliar para asegurarnos tener “plantas más competitivas” frente a malezas.
Por otro lado, la raíz es un órgano fundamental en la planta, tanto es así que el fundador de nuestra compañía, Jerry Stoller, la considera el “cerebro” de las platas. “El uso de bioestimulantes aplicados a la semilla contribuyen en gran medida al activo crecimiento y desarrollo de las mismas, lo que redunda en la generación de mayor cantidad y calidad de hojas. Contar con buen sistema radicular nos permitirá un uso más eficiente de los recursos sobre todo agua y nutrientes. Si bien el concepto puede resultar básico, actualmente se están observando muchos problemas vinculados al crecimiento y desarrollo radicular” agrega Garnero.
Micronutrientes: pequeñas cantidades, grandes beneficios.
En la construcción de raíces no sólo intervienen hormonas promotoras del crecimiento, sino también nutrientes que son fundamentales para este proceso, algunos de ellos son: nitrógeno, fósforo, azufre, calcio, y no debemos olvidarnos de los micronutrientes, como por ejemplo Zinc y Boro.
“Otro aspecto clave a tener en cuenta es que micronutrientes no significa que sean menos importantes, solo implica que las plantas los necesitan en menor cantidad. Pero son indispensables para innumerables procesos vitales: desde la fotosíntesis hasta el crecimiento y desarrollo de todas las etapas fenológicas”, continua Garnero.
Por ello, es fundamental antes de la siembra realizar un análisis de suelo para conocer cuáles con esos nutrientes sobre los que hay déficit e intentar reponerlos.
Estudios realizados por INTA hablan de pérdidas del 30 a 40% de materia orgánica en los suelos, lo que deja al descubierto que los nutrientes en general, y micronutrientes en particular siguieron el mismo destino. Sumado a esta descripción actual, rara vez se los repone en el sistema, lo que nos hace pensar en pronósticos poco alentadores hacia adelante.
Un caso particular es el del Zinc, los niveles en gran parte de las regiones del país están por debajo de una parte por millón, siendo críticos para la producción. Este micronutriente es muy importante para la acción de gran cantidad de enzimas, y es fundamental para el correcto desempeño de procesos vitales en la planta como la fotosíntesis y síntesis de proteínas. Inclusive es esencial para la formación de una hormona de crecimiento: la auxina. Es por eso que frente a deficiencias de este micronutriente observamos plantas más pequeñas.
El Boro es otro ejemplo. Junto a calcio es fundamental para la formación de las paredes celulares lo que asegura la correcta formación de los tejidos de la planta. Pasado a estadios reproductivos es fundamental para el cuajado de las flores, lo que asegura entonces un mayor número de granos.
“Hay estudios realizados por INTA 9 de Julio que demuestran que con aplicaciones de boro foliar pudieron incrementar más de 700 kilos/ha el rinde de trigo”, comenta Garnero.
Finalmente si pensamos en ellos, debemos considerar la fuente y formulación, ya que en gran medida de eso dependerá la eficiencia en el uso del nutriente.
En definitiva, para el asesor de Stoller, “la nutrición de los cultivos se logra con buenas prácticas de fertilización, y no sólo se trata de aplicar más cantidades, sino en hacerlo mejor y de forma más eficiente. En esa línea la fertilización foliar complementaria y los bioestimulantes son una herramienta más que nos acerca a ese objetivo. La adopción de más tecnología por unidad de superficie es un buen comienzo para maximizar rendimientos”.