La zona núcleo recibe con brazos abiertos las primeras gotas de una esperada masa de aire frío, marcando el comienzo de un cambio climático crucial para los cultivos, especialmente para la soja de primera, que se encuentra en una etapa delicada de su desarrollo. Así lo aseveró Cristian Russo, jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).
Este frente, que promete ser bastante homogéneo en la zona núcleo, se extiende sobre las provincias de Buenos Aires, el sur de Santa Fe, el sur de Córdoba y buena parte del resto de la región pampeana. Aunque la cobertura y la cantidad de precipitaciones pueden variar, algunos lugares ya han registrado acumulados cercanos a los 120 milímetros, con La Pampa y el centro de Buenos Aires evidenciando también significativas caídas de agua.
La variabilidad de las lluvias no opaca la importancia de este evento climático. “Este es un momento clave”, afirmó Russo, destacando la relevancia de las próximas horas para determinar el impacto de las precipitaciones en los cultivos. La soja de primera, en particular, ha sufrido debido a una ola de calor prolongada e intensa que ha afectado etapas cruciales de su desarrollo. La cantidad de lluvia que caiga en estos días será determinante para la recuperación y el rendimiento de este cultivo.
Las previsiones indican que, a principios de la próxima semana, se esperan más lluvias, acompañadas de una probable caída en las temperaturas hacia mediados de semana. Este cambio viene como un alivio muy necesario para la región y sus productores.
Vale recordar que a principios de semana, la BCR analizó , tras varios días con altas temperaturas y sin registros de lluvias, el posible impacto en la condición de los cultivos de la zona núcleo. Las pérdidas podrían acelerarse debido a las condiciones climáticas, según un informe por GEA el martes.
La semana pasada se produjeron temperaturas que alcanzaron niveles récord en la región. Se registraron máximas por encima de los 42 grados en lugares como Carlos Pellegrini, y durante casi 90 horas, los termómetros superaron los 30 grados, lo que provocó un estrés considerable en los cultivos. Además, las mínimas nocturnas también fueron inusualmente altas, superando los 22 grados después del 31 de enero.