En el acto de inauguración de la 136° Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural Argentina, pronunció un discurso enfocado en la situación actual del sector agropecuario y los desafíos que enfrenta. Hubo pedidos al Gobierno nacional, pero fueron más las felicitaciones.
Discurso completo de Nicolás Pino
Este encuentro tradicional de la Rural, tiene la característica particular de que nos acompaña el Presidente de la Nación. Pero, por otra parte, y como siempre, estamos todos: los productores del campo, los socios de la Rural, los emprendedores, los trabajadores del agro y de la agroindustria, y el conjunto diverso y numeroso de nuestros visitantes.
Estamos como hemos estado siempre, dedicados al trabajo, la innovación y la producción, cada uno desde su lugar. Tenemos todos un solo compromiso, y nuestro compromiso no se limita a un gobierno en particular. Estamos comprometidos con la Argentina. Porque somos el sector que genera, no sólo alimentos, fibras y energía, sino también arraigo en cada rincón de nuestra tierra, crecimiento y desarrollo de los argentinos en todos los paisajes y los climas. Creemos en el progreso, en el valor de la mano tendida y de la palabra empeñada. No nos gustan los caprichos ni la voluntad de unos pocos.
Somos los que construimos, generación tras generación, prosperidad, inclusión, institucionalidad, y, en definitiva, democracia. Lo hacemos no con declamaciones, sino con esfuerzo y perseverancia, Sabemos que, parafraseando a Juan Bautista Alberdi, el progreso de una Nación radica en la educación de su pueblo, en el respeto a la ley, y en la promoción del trabajo honesto. Hablamos hoy desde una postura esperanzada, pero realista.
Podríamos centrarnos en la queja y el reclamo: existirían motivos suficientes. En cambio, preferimos en este momento apelar a la paciencia del hombre y la mujer del campo, porque creemos útil darle al gobierno un espacio de confianza, como se lo dio la ciudadanía en las elecciones de 2023. En efecto, las autoridades actuales han hecho una serie de movimientos positivos hacia políticas de Estado fundamentales, junto con la última actividad legislativa y los postulados del pacto de mayo: se han eliminado fideicomisos y restricciones a la importación y a la exportación, ha habido una apertura en el mercado, se han reducido aranceles, se ha prorrogado la quita de las retenciones al sector lácteo, y se ha eliminado la sobretasa en los préstamos financieros a los tenedores de soja. Estamos atentos a ver si esos movimientos positivos continúan y se siguen concretando en otras medidas de gobierno.
Por otra parte, el productor agropecuario, como siempre, responderá productivamente a cualquier alivio que reciba en sus costos. Tenemos una prueba reciente. Este año, en el momento de tomar decisiones para la siembra del trigo, se produjo una baja en los precios de fertilizantes y fitosanitarios, y, al mismo tiempo, una leve mejora de los precios internacionales. ¿Cuál fue la respuesta de los productores? Sembramos 400.000 hectáreas más de trigo. Imagínense ahora nuestra respuesta, si el Estado se encargase de mejorar las condiciones económicas en que debemos desarrollar nuestra actividad. De hecho, los síntomas de repunte que muestra la economía entera del país vienen de la mano del campo. En los últimos 8 meses, el campo creció, en producción, más de un 100 por ciento. Además, los productores del campo no somos magnates egoístas que, como a veces se dice, “se sientan sobre la soja” y “no liquidan” sus productos, especulando con las oscilaciones de su precio y despreciando las necesidades de divisas del país y las necesidades de alimentos de la población. El productor no es un especulador sino una persona eficiente en el manejo de lo que produce. Debe usar su producción no para “liquidarla” sin más, sino pensar en pagar sus costos, equiparse de maquinaria, personal e insumos, conservar el suelo, su principal recurso, y, no menos importante, proveer a sus necesidades personales y a las de su familia. ¿En qué rama de la actividad económica se liquida sin más la producción entera, que debe garantizar la vida de la empresa y su personal durante todo el año? Hasta los trabajadores en relación de dependencia deben administrar cuidadosamente el producto de su trabajo. ¿Por qué no habría de hacerlo el productor agropecuario? Que no se llame especulación a lo que es, simplemente, sana y buena administración. Porque sentimos hoy que existe una actitud de respeto hacia la iniciativa responsable del productor del campo, no vamos a hablar en este momento desde la protesta. Lo que queremos presentar hoy son señalamientos y propuestas, que están ligados estrechamente a nuestro voto de confianza.
En primer lugar, debemos hablar de la cuestión institucional. Consideramos de primera importancia el respeto al funcionamiento de los tres poderes del Estado, de acuerdo con la Constitución Nacional y las demás normas que reglamentan su ejercicio. Los problemas de nuestra patria son tan profundos y manifiestos que no es importante si los servidores públicos son libertarios o socialistas, peronistas o radicales. Se trata de poner el hombro para que el edificio no se derrumbe. Dentro de esas reglas de juego, la oposición está llamada a aportar, marcar y corregir lo que considere incompleto o erróneo en el accionar del oficialismo. Lo que no debe hacer es oponerse porque sí, es decir, simplemente para obstruir las iniciativas oficiales, porque, de ese modo, se coloca también en contra de los ciudadanos mismos que la han votado.
En resumen, debe haber unidad, pero para cambiar el rumbo, no para continuar con lo mismo. Como dijimos el año pasado, así como un día conquistamos la democracia y desterramos la sombra de los gobiernos de facto, hoy debemos dar un paso más: lograr que los sistemas de elección y representación ciudadana premien a los gobernantes que se desempeñen como verdaderos servidores públicos, y no a aquellos que se creen propietarios de sus cargos.
En segundo lugar, debemos mencionar la cuestión impositiva. Sr. Presidente, usted sabe muy bien cuál es el problema fundamental del que estamos hablando. Los productores seguimos agobiados por los derechos de exportación —conocidos como las retenciones—, que tratan en forma desigual al campo, en comparación con los demás sectores económicos y productivos. Las retenciones son un impuesto distorsivo, discriminatorio y confiscatorio. Son un impuesto arcaico, aplicado intermitentemente en Argentina desde el siglo 19, que saquea a los productores. Si se eliminara, surgiría la respuesta inmediata del aumento en la producción, en el empleo, y, en definitiva, en la recaudación de otros impuestos más equitativos. En cambio, lo que producen las retenciones es el desaliento y la desaparición del productor agropecuario. Y voy en este momento a un ejemplo concreto. Un productor de la provincia de Buenos Aires, que está en este momento aquí presente, en 2003, en lugar de comprar su casa, decidió utilizar sus ahorros para alquilar 400 hectáreas y dedicarse a cultivarlas. Entre 2003 y 2016, este señor produjo eficientemente, pero tuvo que pagar más de 2 millones de dólares en concepto de retenciones. De hecho, las retenciones fueron destruyendo su negocio. Hoy sigue alquilando, y ya perdió el capital que le hubiera permitido comprar su ansiado bien de familia. Esta triste historia se multiplica en cada lugar de nuestra Patria.
El Estado ha recaudado cerca de 200.000 millones de dólares en los últimos 22 años, solamente en concepto de retenciones. Flaco beneficio, si se considera que los productores agropecuarios, que a fines del siglo 20 éramos 300.000, no sólo no nos hemos multiplicado, sino que nos hemos visto reducidos a 230.000 en este momento. El panorama es mucho peor aún si miramos los índices de pobreza en que viven gran parte de los argentinos. Toda la sociedad, y el gobierno, sufren el problema de la pobreza. Que la Argentina, capaz de alimentar a 500 millones de personas en todo el mundo, tenga entre su población a un 60 por ciento de personas pobres, es un terrible contrasentido. El campo combate la pobreza, produciendo. Los gobiernos, por su parte, se han caracterizado por una mala gestión endémica del problema. Si, por el contrario, el gobierno levantara las trabas a la producción, crecería la oferta de los bienes del campo y el poder del consumidor, y el costo de vida podría bajar, por fin, a niveles compatibles con la dignidad de las personas y la igualdad de oportunidades para todos. Sr. Presidente: los productores necesitamos la certeza de que usted eliminará las retenciones. Si seguimos trabajando es porque confiamos en su palabra.
Hay que escuchar, nuevamente, la advertencia de Alberdi: “En efecto, ¿quién hace la riqueza? La riqueza ¿es obra del gobierno? ¿Se puede decretar la riqueza? No. El gobierno tiene el poder de estorbar o ayudar a su producción, pero no es obra suya la creación de la riqueza.” En ese sentido, existen muchas otras trabas impositivas injustas a eliminar: las superposiciones entre impuestos nacionales, provinciales y municipales; las aduanas internas, prohibidas por la Constitución Nacional pero disfrazadas de impuestos y tasas; y otras maniobras, hechas a medida para cubrir deficiencias y faltas de control en la gestión.
Un tercer problema que debemos señalar es la existencia de diferentes tipos de cambio, que deben ser unificados, así como debe ser eliminado el cepo cambiario. Y una cuestión no menos importante es la que todos conocemos como “el problema del costo argentino”. ¿Por qué el productor argentino está en inferioridad de condiciones ante sus competidores de otros países? No sólo por la presión impositiva. También porque, en Argentina, el costo de trasladar una tonelada de maíz producida a 700 kilómetros del puerto de Rosario puede llevarse hasta el 25% del total del valor del grano. Aunque parezca increíble, hacer llegar ese mismo tonelaje desde Rosario hasta los puertos de Europa… cuesta la mitad. Las razones son claras. No hay buena infraestructura vial. Bueno… A decir verdad, no hay infraestructura vial. El transporte por tren está prácticamente en desuso. La hidrovía es deficiente por falta de dragado. Son trabas logísticas que debería resolver el Estado, usando los impuestos para cuidar de los bienes comunes de los argentinos, y reactivando la obra pública con transparencia y eficiencia. Los problemas de conectividad del productor del campo están empezando a resolverse, por obra de la iniciativa privada, y de la correspondiente gestión estatal. Sin embargo, subsisten responsabilidades del Estado de cumplimiento pendiente e
indelegable: la construcción de una base completa y eficiente de salud, educación, seguridad y justicia, que cree y sostenga el bienestar al que tienen derecho los ciudadanos argentinos. Tenemos que subrayar especialmente el crecimiento constante de la inseguridad en el campo. Robos, asaltos, secuestros, atentados contra la propiedad y la vida humana, no reciben en el campo una respuesta rápida y eficiente de las fuerzas del orden y el poder judicial. Como consecuencia, gran cantidad de hechos de violencia no se denuncian, justamente porque las víctimas desconfían de la justicia y la policía. La propiedad privada está en peligro, pero, más importante aún, peligran las vidas de la gente, que no tienen precio.
Con respecto a toda esta problemática, tenemos que dirigirnos este año, en particular, a los Gobernadores. En este momento, la coparticipación impositiva del Estado Nacional hacia las Provincias ha quedado ajustada a lo que ordena la Constitución Nacional. Valoramos el objetivo de que el Gobierno Nacional no utilice más la coparticipación como mecanismo político de premios o castigos a las Provincias. Pero esto significa que los gobiernos provinciales ya no tienen la billetera del gobierno nacional para corregir problemas de su administración; cada gobierno provincial debe, en adelante, hacerse cargo de facilitar y estimular la actividad económica privada en su territorio, Se trata de funcionar autónoma y eficientemente: un paradigna fundamental, hasta ahora en desuso.
Los gobiernos provinciales tienen la obligación de asumir su responsabilidad: generar por sí mismos marcos de desarrollo e inversiones. Ante el repliegue de la Nación, es cada Provincia la que debe ordenar sus cuentas públicas, combatir la ineficiencia y la corrupción, utilizar la creatividad para conseguir inversiones, y bajar los impuestos para estimular la producción y el comercio. El campo está a favor de ese cambio de enfoque. El país debe volver, en la práctica, a ser federal. Y, en cada Provincia, la alianza clave debe ser el acuerdo entre el gobierno provincial y los productores de su territorio.
Queremos decir también nuestro mensaje acerca de la situación internacional. Vivimos en un mundo desgarrado por las guerras: en Europa del este, Asia, Medio Oriente y África. Las guerras crean miseria y hambre. Es urgente, entonces, que el Estado genere las condiciones macroeconómicas, para que los productores responsables de la Argentina den al mundo lo que el mundo necesita. El gobierno argentino, a través de la Cancillería y la Secretaría de agricultura, ganadería y pesca, tiene el deber de salir al mundo, a ofrecer el aporte de nuestro sector agroindustrial. La Sociedad Rural, adhiriendo a esa inquietud, ha vuelto a integrar el directorio de la Organización Mundial de Agricultores. La agroindustria argentina produce; la política exterior del Estado tiene la misión de ofrecer nuestra producción en los mercados del mundo. La Sociedad Rural también está presente en las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, y desarrolla líneas de trabajo para la sustentabilidad en la producción. La Rural promueve la sostenibilidad de varias formas. Participa de la red de Buenas Prácticas Agropecuarias. Continúa desarrollando el sello de triple impacto. Y promueve la innovación genética animal. Un hecho reciente refleja el nivel de nuestro trabajo en biotecnología: en la última Copa de la Reina, uno de los torneos de polo más importantes del mundo, el 90% de los caballos tenían genética argentina, y estaban insctiptos en los registros de la Sociedad Rural. En el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, se ha firmado un convenio de cooperación técnica para impulsar y desarrollar el sector de innovación de agroalimentos, tecnología agropecuaria y agroindustria, y promover nuevos emprendimientos en esos campos. Corresponde al Estado la adopción de políticas básicas de sustentabilidad que faciliten el esfuerzo de los productores en ese sentido.
Quiero hablarles ahora, especialmente, a nuestros directores y delegados. Somos más de 400 dirigentes en todo el país. Desde La Quiaca hasta el canal de Beagle, desde Mendoza hasta Buenos Aires, ustedes son nuestra columna vertebral. En este desafío renovado de conformar una Argentina verdaderamente federal, su compromiso y participación son importantes para nuestro trabajo. En la Sociedad Rural, nos hemos comprometido a transformarnos para transformar. Les pedimos que se hagan eco de ese compromiso, que sigan escuchando a los productores de cada lugar y potenciando su voz. Me dirijo a continuación a los representantes de las 152 entidades que conforman el Consejo Federal de la Sociedad Rural Argentina. El Consejo Federal está actuando cada vez más como una red potente, y a esa red debemos seguir fortaleciéndola. En efecto, no se puede hacer gremialismo sólo con comunicados. Debemos progresar en ese trabajo, en conjunto con los delegados y las entidades ruralistas del país, al servicio de todos y cada uno de los productores. Nos ayudan en esta tarea los productores jóvenes, en especial los que conforman el Ateneo de la Sociedad Rural. Son jóvenes que han decidido quedarse en nuestro suelo, apostando por el país. Inspirándonos en el célebre poema de Borges sobre la Patria, podemos decir: nadie es el campo, pero todos lo somos.
Queremos agradecer también a la Mesa de Enlace de Entidades Agropecuarias, por su presencia, Y esto me lleva a hablar del rol crucial que cumplen todos los dirigentes gremiales agropecuarios, presentes o no en estas tribunas. Un dirigente gremial agropecuario es un productor, pero además es alguien que saca tiempo a su trabajo productivo, y quita tiempo a la atención de su familia, para pensar y actuar en función del bien común y de los problemas de los demás productores. No es fácil. Su trabajo genera momentos ingratos, tensiones; a veces, enfermedades. Recuerdo en este momento a nuestro querido Carlos Achetoni, recientemente fallecido en el ejercicio de su tarea gremial. A él nuestro homenaje, y a los demás dirigentes gremiales agropecuarios, nuestro aliento.
Quiero hablarles ahora a todos los socios. Ante todo, sepan que seguimos ocupándonos del patrimonio de nuestra entidad. Junto a nuestros socios de La Rural SA, estamos invirtiendo en este predio, en el que hemos remodelado y valorizado el pabellón rojo como centro de reuniones y convenciones, y el restaurante central y su terraza. Tenemos además una nueva red de internet, y hemos concluido el anillado del predio con fibra óptica. A nuestros socios, quiero también agradecerles su confianza. Ustedes son los dueños de este lugar. Ustedes son los que llevan con orgullo
la identidad de nuestra institución. Gracias por la presencia de los que vienen sosteniéndonos desde siempre, que se comprometen con pasión en el presente, y construyen nuestra esperanza en el futuro.
Que vaya ahora nuestro homenaje a los trabajadores rurales, los que ponen el cuerpo, la inteligencia y el entusiasmo, día y noche, en las tareas fatigosas y complicadas del trabajo del campo.
Finalmente, reconocemos y abrazamos con agradecimiento a todos los productores, que apuestan sus bienes, su tiempo y su vida a toda clase de emprendimientos agropecuarios. A los ovejeros de la Patagonia, que hacen patria criando 7 millones de lanares. A los maiceros en lucha contra la chicharrita, que se preparan para su próxima campaña. A los productores de Tucumán, de la región frutihortícola del Litoral y del Alto Valle, afectados por fríos y heladas, que todavía no pueden dimensionar lo que terminará siendo el resultado de su esfuerzo y recursos invertidos. A los productores de cítricos de Corrientes, donde buena parte de sus frutos se están cayendo sin poder cosecharse por falta de demanda. Y, finalmente, a los productores de todo el país, que aún se están recuperando de las pérdidas generadas por la sequía más profunda de los últimos 70 años.
El Presidente ha dicho repetidamente que la victoria depende de la acción de las fuerzas del cielo. Tomamos su afirmación, pero le aseguramos que, en nuestro caso, las fuerzas del cielo se van a
encontrar con las fuerzas del campo, como siempre, entregadas a la acción. Hace pocos días, un grupo de argentinos, en la Copa América, nos volvió a demostrar que cuando nos ponemos un objetivo común, jugando como equipo y con profesionalismo y empuje, logramos lo que nos proponemos. Para finalizar, amigos y amigas, terminemos diciendo lo más importante. El campo es producción, tecnología, pero también amor y tenacidad, el campo somos los productores, los trabajadores, los gremialistas, el campo es el trabajo con la tierra y con el sistema ecológico, el campo son también los científicos, los políticos y las fuerzas del orden, los maestros y los médicos, y las familias de todos ellos. El campo es producción de bienes, pero también de puestos de trabajo. El campo es arraigo y familia. El campo es acción política, demanda educativa, progreso científico. El campo abarca infinitas historias de pasión, sacrificio, compromiso y alegría.