
Un informe difundido en el Congreso CREA 2025 señala que, si el país lograra disminuir a la mitad la diferencia entre el rendimiento potencial y el real de sus principales cultivos, la producción nacional podría crecer en más de 10 millones de toneladas de granos por año. Lo más relevante: este incremento no requeriría expandir la frontera agrícola, sino mejorar la gestión y la adopción tecnológica.
El margen de mejora es considerable y se puede medir. En maíz, la brecha promedio oscila entre 700 y 1200 kilos por hectárea; en soja y girasol, entre 350 y 400 kilos; y en trigo, supera los 700 kilos por hectárea. En términos productivos, esto equivaldría a más de 3,5 millones de toneladas adicionales de maíz y soja, casi medio millón de girasol y cerca de 2,5 millones de toneladas de trigo.
El trabajo de CREA
El estudio subraya que cerrar esa brecha depende de decisiones estratégicas previas a la siembra. La elección de la genética, la densidad de siembra y una fertilización eficiente resultan claves en cereales como el maíz, el trigo y el girasol. En soja, la fecha de siembra aparece como un factor decisivo, mientras que el manejo sanitario con fungicidas es determinante tanto en soja como en trigo.
La experiencia demuestra que es posible. Programas como Brechas, de Pioneer, promoviendo la interacción entre productores, asesores y empresas, han dado resultados concretos. En maíz, los grupos de trabajo superaron el promedio en un 16%, reduciendo la brecha en un 87% y logrando un margen bruto adicional de 95 dólares por hectárea. En soja, la brecha se redujo un 62%, con un 6% más de rendimiento.
Estos números respaldan la idea de que cerrar brechas no es solo un desafío técnico, sino también un buen negocio. Los productores CREA ya obtienen rendimientos entre un 5% y un 20% superiores al promedio nacional, lo que muestra que un manejo ajustado se traduce en resultados más competitivos.
El futuro apunta a la incorporación de nuevas tecnologías. La agricultura de precisión permite un uso más eficiente de los insumos, aplicando fertilizantes en dosis variables según el potencial de cada zona del lote, lo que mejora tanto la productividad como la rentabilidad.
A ello se suma el avance de los productos biológicos, que —según especialistas de Stoller— contribuyen a “mejorar la sincronía y la eficiencia en el uso de los recursos del cultivo a través de la nutrición inteligente y el manejo del estrés”. Sin embargo, advierten que “sin conocimiento y docencia, la herramienta no sirve”.
En definitiva, el gran salto productivo de la Argentina no está en producir más superficie, sino en “cómo hacerlo de mejor manera”.
Fuente: La Nación Campo y Contenidos CREA