Las imágenes que muestran la situación desesperante que atraviesa Melincué no son nuevas, y podrían haberse evitado o al menos mitigado de no haber mediado acciones humanas que empeoraron el escenario natural de la laguna. Eso opina Eduardo Peralta, director del Instituto de Fisiografia y Geología de la facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la UNR, quien señaló que a la hora de buscar razones para la tragedia social y ambiental que padece esa zona del sur provincial hay que mirar para dos lados: las causas naturales pero también las antrópicas, o sea las generadas por el hombre.
Las lluvias mayores a los promedios históricos y el cambio en el uso del suelo por deforestación e introducción de otras formas de producción agrícola, más la demora en la ejecución de algunas herramientas normativas que pueden ayudar como la ley provincial 11.634 sobre humedales —sancionada en 1999 pero sin reglamentación al día de hoy— ayudan a entender por qué las inundaciones de Melincué se repiten como tragedia anunciada desde hace años y, lejos de evitarse, empeoran.
Estas modificaciones del entorno contribuyeron a alterar lo que el especialista denomina el ciclo hidrológico del agua, que va desde la cantidad de lluvia caída hasta lo que se "evapotranspira" (vuelve a la atmósfera) y absorbe antes de llegar a llenar ese enorme fuentón que es Melincué.
"No hacemos un adecuado manejo del agua, cuando hay abundancia la evacuamos con bombeo y después vienen años de sequía que afectan también", sintetizó el experto, quien detalló que la cuenca tiene 70 mil hectáreas con forma de palangana, donde lo que llueve arriba siempre termina más abajo.
El problema es que el tránsito del agua hacia la laguna ya casi no tiene obstáculos, por lo que es mucho más veloz que hace años. Esto se explica —según argumentó— por el desplazamiento de un modelo agrícola que permitía mayores niveles de absorción y que incluía pastizales y montes de árboles.
"Hoy todo eso no existe y ya no hay obstáculos para que la lluvia descienda hacia la laguna. Se ha interrumpido el ciclo del agua donde una parte se precipita, otra se infiltra y otra se evapotranspira y ahora toda la lluvia va rápidamente hacia el mismo lugar", subrayó Peralta.
Historia
El escenario natural de Melincué siempre estuvo relacionado con excesos hídricos. Basta detenerse en la enumeración de las crecidas: las del siglo XIX, y ya en el siglo pasado, a partir de 1932, las de 1941, 1965, y 1975/76, cuando se cortó el camino al balneario y el hotel quedó en parte bajo agua. "El período del `74 L `83 fue de una gran cantidad de agua", recordó el experto.
Más tarde hubo otra crecida importante, entre 1993 y 1994, que cortó la ruta 90, y otra en 2003 que volvió a cortar los caminos poco antes de la construcción del casino y la estación de bombeo.
Después, bajo la gobernación de Carlos Reutemann, se decidió construir la obra de bombeo, que siempre fue "un paliativo" pero que sirvió para evacuar el agua.
Peralta indicó que ese año la facultad implementó una metodología de reporte técnico donde se describía la situación y se sugerían qué medidas tomar en el corto, mediano y largo plazo: "La idea era mirar hacia adelante para evitar este tipo de situaciones", recordó.
Ese plan de manejo sustentable incluía medidas estructurales o duras —esto es, obras—, y otras no estructurales o blandas, como fomentar la participación comunitaria, regular el uso del territorio, incluir programas de forestación, controlar los desequilibrios en los ecosistemas y estudiar los suelos y el sedimento de la laguna. La sordera política y la lógica cortoplacista de los negocios agropecuarios jugaron en contra.
Otra de las razones que deben ser evaluadas es el régimen pluvial: "Las lluvias en esa zona siempre fueron de alrededor de 900 milímetros por año, pero ahora estamos por encima de esos valores".
Propuestas
Según el especialista, desde el principio se supo que la estación de bombeo era un paliativo que no podía ser considerado como la solución al problema hidrológico de la región.
Desde su visión, es fundamental un trabajo conjunto de las nueve comunas que conforman la cuenca: Melincué, Elortondo, Chapuy, Carmen, Santa Isabel, Hughes, Labordeboy, Carreras y Miguel Torres. "El comité de cuenca es una buena herramienta así como el plan estratégico del humedal provincial del año 99, pero le falta la reglamentación".
También mencionó algunos proyectos elaborados por alumnos de Agrimensura de la UNR, entre los que destacó uno que proponía intervenir un camino de la zona para poder retener el agua en los campos bajos, utilizarlos como reservorio y hacer un alteo del camino, una solución "sustentable" que usaba a su favor la topografía del lugar. También destacó la importancia de llevar adelante un plan de forestación, ya que los árboles "trabajan naturalmente" bombeando agua.
"Hay medidas para ir haciendo pero llevan tiempo. Si hubiéramos arrancado hace 40 años hoy estaríamos mejor, así que alguna vez hay que empezar", remató.