El INTA llevó adelante un proyecto de participación para la gestión integral del agua y el uso del suelo en la cuenca Alta de La Picasa, Córdoba.
El objetivo fue fomentar el desarrollo sustentable, basado en un proceso participativo de los actores principales y la aplicación de una herramienta de modelación del sistema físico para fortalecer la resiliencia territorial.
Del proyecto participó el INTA junto con los Ministerios de Agricultura y Ganadería y Servicios Públicos de Córdoba, las universidades de Córdoba y de Río Cuarto e instituciones del Reino de los Países Bajos.
Horacio Videla Mensegue -extensionista e investigador del INTA Laboulaye, Córdoba- afirmó que “lo logrado con este proyecto fue identificar los actores principales de la cuenca, fomentar el intercambio de opiniones, identificar la problemática y hacer foco sobre objetivos comunes, cuál sería una posible solución y generar herramientas de modelación que permitan trabajar a escala de toda la cuenca”.
La cuenca Alta de La Picasa tiene una extensión de 243.500 hectáreas destinadas, principalmente a la producción agrícola-ganadera. Como consecuencia de las alteraciones en los patrones de lluvia y el cambio del uso del suelo, se generó un aumento de la vulnerabilidad hídrica de la zona impactando sobre la economía, la sociedad y el ambiente de la región.
En una primera instancia, a partir del trabajo en conjunto de los actores intervinientes en el proceso participativo, y con el apoyo técnico del INTA y universidades, se lograron geolocalizar las problemáticas hídricas de la zona. Para ello, se utilizaron herramientas de modelación para cuantificar y objetivar los impactos en la cuenca y evaluar los distintos indicadores.
“Se buscó poner en evidencia el impacto ambiental, productivo y económico, y, por otro lado, analizar qué sucede si se realizan cambios en el uso de la tierra o la infraestructura, y cómo impactaría sobre la susceptibilidad de la cuenca, al deterioro por inundación o por ascenso de napa”, explicó Videla Mensegue.
Las problemáticas identificadas fueron analizadas con el fin de acordar una visión común sobre la situación del agua y el suelo de la cuenca. Y, a partir del intercambio, se arribaron a diferentes conclusiones sobre las posibles acciones a realizar a nivel de toda la cuenca para mitigar los impactos negativos y aprovechar los recursos naturales. “La variable principal a trabajar es cómo se puede mejorar la evapotranspiración de la cuenca por medio de cultivos para regular el balance hídrico y adaptar esos escenarios a la variabilidad climática”, afirmó Videla Mensegue.
Se concluyó también que los canales no representan la herramienta fundamental para resolver esta problemática: “si bien son útiles cuando se atraviesan situaciones climáticas extremas como medida de protección no es la forma de resolver el problema en toda la cuenca”. puntualizó Videla Mensegue.
Por otro lado, como resultado de los talleres participativos, se reconoció la necesidad de monitorear y medir las condiciones hídricas de la cuenca, ya sea en el uso del suelo como en el consumo de agua y la profundidad de la napa. Además, contar con registros meteorológicos, caudales de los canales y nivel de los reservorios ayudan a valorar objetivamente el estado de recarga hídrica de la cuenca. Videla Mensegue afirmó que “hay que mejorar el monitoreo para saber en qué situación estamos en cada momento”.
A futuro, se espera realizar la segunda parte del proyecto. “Estamos pensando en profundizar este proyecto, aplicando la herramienta de modelación a un mayor nivel de detalle para evaluar mejoras del uso y manejo del suelo, crear unidades demostrativas en los ambientes agrícolas y no agrícolas de la cuenca, y profundizar el trabajo con los actores para mejorar la gestión integral de los recursos naturales de la cuenca”, concluyó Videla Mensegue.
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