Con un escenario político abierto y una macroeconomía frágil, los analistas financieros y operadores del mercado coinciden en que el comportamiento del dólar tras las elecciones dependerá, en gran medida, de la señal política que emane de las urnas y de la reacción del Banco Central en los días posteriores.
El consenso general es que podrían darse tres escenarios principales una vez concluida la contienda electoral: estabilidad, tensión o corrección cambiaria.
Escenario de estabilidad: continuidad y señales claras
El escenario más optimista —aunque considerado de baja probabilidad por algunos analistas— plantea una transición ordenada, con resultados electorales que transmitan confianza y certidumbre al mercado.
En este caso, el nuevo gobierno o el reelecto lograría mantener un mensaje fiscal prudente y una estrategia clara respecto al tipo de cambio, evitando movimientos bruscos. Los operadores esperan que, bajo estas condiciones, el dólar oficial continúe su ritmo de microdevaluaciones diarias, acompañando la inflación, mientras la brecha cambiaria se mantendría controlada.
Para el sector agropecuario, este panorama sería el más favorable en el corto plazo: garantizaría previsibilidad en los precios de los insumos, menor presión sobre los costos de producción y una planificación comercial más estable. Sin embargo, la estabilidad también puede implicar que no haya mejoras significativas en la competitividad exportadora, lo que limitaría la rentabilidad si el tipo de cambio real sigue retrasado frente a la inflación.
Escenario de presión cambiaria: incertidumbre y cobertura
El segundo escenario, considerado el más probable por varios operadores, prevé presión cambiaria e inestabilidad en caso de que el resultado electoral deje un panorama político incierto o dudas sobre el rumbo económico.
Si el mercado percibe falta de claridad en el equipo económico, tensiones dentro del futuro gabinete o indefinición sobre la política monetaria, podría desatarse una demanda de cobertura en dólares, tanto por parte de empresas como de ahorristas.
En este contexto, los dólares financieros (MEP y CCL) tenderían a subir, y el dólar blue podría acompañar la tendencia, impulsando una ampliación de la brecha cambiaria.
Para el campo, este escenario generaría aumentos inmediatos en los costos: los insumos dolarizados —como fertilizantes, agroquímicos, semillas importadas y repuestos— se encarecerían, mientras que los combustibles, que ya muestran una escalada, podrían ajustar nuevamente.
Además, la incertidumbre cambiaria suele provocar demoras en las decisiones de venta de granos. Muchos productores podrían optar por retener la cosecha a la espera de un tipo de cambio más favorable, reduciendo el ingreso de divisas y acentuando la tensión en el mercado.
Escenario de corrección cambiaria: reacomodo inevitable
El tercer escenario apunta a una corrección del tipo de cambio oficial después de las elecciones.
Economistas y operadores coinciden en que, más allá del resultado político, el atraso cambiario acumulado y las reservas netas del Banco Central en niveles críticos hacen difícil sostener el actual esquema sin un reacomodamiento.
Bajo esta hipótesis, el nuevo gobierno podría aplicar una devaluación controlada o acelerar el ritmo del crawling peg (microdevaluaciones diarias), buscando recomponer la competitividad de las exportaciones y reducir distorsiones en los precios relativos.
Si bien una corrección de este tipo mejoraría la rentabilidad exportadora, también tendría un impacto inflacionario inmediato y un reacomodamiento de precios internos, afectando la estructura de costos del agro en insumos, fletes y servicios.
“Un dólar más alto mejora los márgenes de exportación, pero también encarece todo lo que el productor necesita para producir”, señalan desde el sector privado. Por eso, más allá del beneficio cambiario, el desafío estará en la capacidad del próximo gobierno para estabilizar precios y coordinar expectativas.
Factores clave a seguir después del 26 de octubre
Más allá de estos tres escenarios, los operadores del mercado coinciden en que la reacción del dólar estará condicionada por varios factores:
- Reservas del Banco Central: su nivel actual limita la capacidad de intervención.
- Acuerdo con el FMI: el plan económico que surja del nuevo gobierno será clave para definir el flujo de divisas y el acceso a financiamiento.
- Inflación y tasa de interés: si el tipo de cambio oficial se mantiene fijo mientras la inflación sigue alta, el atraso cambiario se profundizará.
- Expectativas del sector agroexportador: las decisiones de liquidar o retener granos influirán directamente en el ingreso de dólares al sistema.
El campo, expectante ante un nuevo ciclo
En este contexto, el sector agropecuario se mantiene en estado de análisis y prudencia. Muchos productores ya adoptaron estrategias de cobertura para protegerse de una eventual devaluación, mientras otros evalúan retrasar compras o ventas hasta que se aclare el panorama.
Los analistas coinciden en que el comportamiento del dólar no solo impactará en los precios de exportación, sino también en los márgenes de rentabilidad, la reposición de insumos y la planificación de la próxima campaña.
El 26 de octubre no solo definirá quién conducirá el país, sino también qué rumbo tomará la política económica en un contexto donde el tipo de cambio sigue siendo la variable más sensible de la economía argentina.
