
El achaparramiento del maíz fue uno de los principales desafíos sanitarios de la última campaña en Argentina, con pérdidas estimadas entre el 10 y el 15 % de la producción. Este complejo de enfermedades, transmitido por la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis), genera enanismo, brotación excesiva y deformaciones en las mazorcas, afectando directamente el rendimiento.
Hasta hace poco, el principal agente responsable se atribuía al Corn Stunt Spiroplasma (CSS), acompañado por virus como el Maize Rayado Fino y el Maize Striate Mosaic. El fitoplasma Maize Bushy Stunt (MBS), en cambio, se consideraba secundario o de baja incidencia.
Sin embargo, una investigación reciente del Instituto de Patología Vegetal (IPAVE–INTA), junto con especialistas en virología y entomología, modificó esa visión.
Un nuevo protagonista en el complejo del achaparramiento
El estudio, basado en muestras tomadas en siete provincias —con énfasis en Córdoba—, mostró que el 60 % de los casos analizados resultaron positivos para fitoplasmas, el 43 % para CSS y el 29 % presentó infecciones mixtas.
Estos datos evidencian que los fitoplasmas, y en particular el Maize Bushy Stunt, cumplen un papel mucho más importante del que se pensaba.
Según explicó Franco Fernández, biólogo del Centro de Investigaciones Agropecuarias del INTA (CIAP), “el achaparramiento no responde a un solo agente, sino a un complejo dinámico que cambia según la región y la campaña”.
Los primeros muestreos de 2025 en Córdoba, en tanto, muestran una menor incidencia de los principales patógenos, posiblemente vinculada a las condiciones climáticas y a las medidas preventivas implementadas por los productores.
Una enfermedad en evolución
El equipo del INTA destacó además que el fitoplasma Maize Bushy Stunt fue recientemente propuesto como una nueva especie, denominada “Candidatus Phytoplasma zeae”. Este microorganismo habita en los tejidos vasculares del maíz e interfiere en sus procesos de desarrollo, causando las características deformaciones y el achaparramiento de las plantas.
Fernández agregó que esta capacidad de adaptación explica la complejidad del manejo sanitario: “no podemos pensar en un único patógeno, sino en un sistema donde intervienen bacterias, virus y vectores”.
Desafíos y manejo a futuro
El grupo de fitoplasmas del IPAVE–INTA continúa trabajando en la mejora de los métodos de diagnóstico molecular y en estudios genéticos para identificar nuevas variantes.
El objetivo es comprender cómo interactúan los distintos agentes y su vector —la chicharrita—, con el fin de proteger la producción de uno de los cultivos estratégicos del país.
“El desafío es mantener un monitoreo permanente y seguir investigando en forma interdisciplinaria para diseñar manejos más efectivos y adaptados a la dinámica de la enfermedad”, concluyó el especialista.
En síntesis, el achaparramiento del maíz ya no puede explicarse por un solo microorganismo. La ciencia avanza en descifrar su compleja red de causas, mientras el INTA refuerza la importancia de la prevención y el monitoreo constante para preservar la sanidad del cultivo.