
En Entre Ríos, la soja, el maíz y el trigo forman la base de las rotaciones agrícolas más comunes. No obstante, la decisión de incluir soja de primera en el esquema productivo tiene impactos significativos tanto en el manejo agronómico como en los resultados económicos.
Un estudio reciente comparó dos alternativas de rotación durante seis campañas consecutivas:
- Rotación A: Maíz → Soja de primera → Trigo con soja de segunda.
- Rotación B: Maíz → Trigo con soja de segunda.
El análisis se realizó con precios y costos de insumos constantes, evaluando estrictamente los efectos de cada esquema sin incorporar variables de mercado ni climáticas.
Diferencias en insumos y fertilización
La mayor diferencia entre ambas rotaciones está en la inversión en urea. En la Rotación B, el trigo sembrado tras el maíz requiere un aporte extra de nitrógeno debido a la inmovilización provocada por el antecesor, estimado en 100 kg de urea adicionales por hectárea, equivalentes a 62,5 dólares. En cambio, la Rotación A, con trigo después de soja, evita este gasto. En seis campañas, la estrategia B acumula un 20% más de costos en insumos sin lograr mayores márgenes, ya que la soja mantiene un precio significativamente más competitivo que el trigo.
Precios y rendimientos
Según datos de las últimas cinco campañas (excluyendo la sequía 2022/23), el trigo rindió en promedio un 29% más que la soja de primera. Sin embargo, la soja cotiza un 48% por encima del trigo en Rosario, favoreciendo económicamente a la oleaginosa. Incluso con rendimientos superiores en trigo, la rotación con soja de primera sigue siendo más rentable: bajo un paquete tecnológico alto y rendimientos de referencia (maíz: 7.000 kg/ha; soja de primera: 3.000 kg/ha; soja de segunda: 2.500 kg/ha; trigo: 3.500 kg/ha), la Rotación A alcanza un 9% de rentabilidad en seis campañas, frente al 6% de la Rotación B.
Sensibilidad a los precios
Para igualar los beneficios de la Rotación A, la Rotación B necesitaría un aumento del 35% en el precio del trigo, o una combinación de suba del 15% en trigo y baja del 10% en soja. También, una caída del 17% en la soja equilibraría los resultados.
El estudio concluye que, con los precios y costos actuales, la inclusión de soja de primera no solo es más rentable, sino que aporta mayor estabilidad y sustentabilidad al sistema agrícola. Omitirla implica mayores costos de fertilización y carece de respaldo económico bajo el escenario vigente.