El mundo ha quedado en manos de gobernantes que no dejan de sorprendernos con sus decisiones y Miguel Cantilo puede corregir su "Marcha de la Bronca" para poner ahora: “los que mandan tienen este mundo repodrido y dividido en… tres”.
El tercero en discordia es China, que puso el dedo en mercado de la soja, arancelando con un 25% al grano de origen en Estados Unidos. Amplia sonrisa para los optimistas productores argentinos que son siempre alcistas y retienen sus ventas a la espera de un mejor precio. ¿Volvió el viento de cola? Eso es lo que se pregunta el resto de la Argentina que no produce soja.
Lamentablemente, en momento en que el crecimiento de la demanda china llegaría a los 100 millones de toneladas, nosotros salimos de la inundación rumbo a la sequía, y tendríamos para aportar sólo 5 millones de poroto de soja, o 7 millones si la industria decidiese moler algo menos.
Cierto es que en 2017 producimos unas 57 millones de toneladas, pero más cierto es que perdimos 30% este año, nos quedan solo 39 millones y eso no llegaría a atender la demanda de nuestra industria, que muele soja para vender harina y aceite.
Por eso éste es un año en que China aumentó 208% sus compras de soja en Brasil, que con una cosecha mayor a 110 millones de toneladas, está atendiendo lo que nosotros no podemos hacer, reemplazando todo lo que puede a la soja norteamericana, con un Trump cada vez más agresivo.
La noticia causó gran impacto inicial. Los mercados financieros enrojecieron y el VIX (índice de volatilidad) llegó a crecer 7%, las cotizaciones cayeron en Chicago y subieron en el mercado a término local.
Casi al cierre del día, las aguas se aquietaron en los mercados quedando la soja en retroceso en Estados Unidos un 2% (redondeando los US$ 370 por tonelada); en los mercados de futuros argentinos subió sólo US$ 0,60 y quedó en US$ 308.
Es lógico pensar que en el reacomodamiento de ideas tras la sequía, los funcionarios de gobierno entienden que poco verán engrosar las recaudaciones por la soja, la industria molerá menos y los productores seguirán reclamando un inmediato retiro de las retenciones con argumentos más que razonables.
Aclaremos que en la Argentina hay una industria que muele soja produciendo subproductos: harina de soja y aceite. Éste último va para el biodiesel que se exporta a Europa, porque Estados Unidos sostiene 72% de arancel.
La harina de soja, en tanto, sostiene muchas “otras industrias argentinas”, fábricas de balanceados y de productos para la alimentación humana, que verán automáticamente elevados sus costos de materia prima, sumado a la suba de la energía y costos generales. Lo que se dice el costo argentino.
Si le falta soja en el plano local, el engordador ganadero deberá buscar otra fuente de proteína, lo mismo que el tambero o el avicultor. El daño colateral que provocaría esta medida china nos hace pensar lo difícil que es tener un emprendimiento con semejante inestabilidad. Por eso lo mejor sería que las cosas se solucionen de la manera más rápida.
Como argumento a favor, los chinos actúan con sabiduría milenaria. Esta medida la toman luego de comprar nada menos que 5,54 millones de toneladas de soja en enero y 6,33 millones en febrero, redondeando casi unas 20 millones de soja en el trimestre, como para enfrentar stockeados esta guerra comercial.
Por estas semanas comienza el período del año en que normalmente dejan de comprar la soja en USA e inician el período de compras en Sudamérica. Los analistas concluyen en que la soja bajaría en el Norte y subiría al sur. Veremos cuánto y si alcanza a compensar las pérdidas a campo por el clima.
Como argumento en contra, China no puede prescindir del abastecimiento de Estados Unidos y muy difícilmente toda la soja sudamericana llegue a atender una creciente demanda de su población.