Agricultura, Clima

La Niña: ¿qué podemos esperar si la debemos enfrentar en junio-julio-agosto?

Según algunos pronósticos, en el trimestre junio-agosto enfrentaríamos el evento de La Niña. Históricamente, durante estos años, los principales cultivos invernales en Argentina enfrentaron diversos desafíos que afectaron su desarrollo y rendimiento. La influencia climática del fenómeno se reflejó en condiciones específicas que impactaron cada etapa del ciclo de cultivo.

Según un informe emitido por el Centro de Predicciones Climáticas (CPC) perteneciente a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA), se continúan observando condiciones de circulación compatibles con EL NIÑO. Sin embargo, las predicciones para el trimestre abril-mayo-junio arrojan chances del 83% de que este patrón entre en condiciones neutrales y un 62% de probabilidad que a partir del trimestre junio-julio-agosto comience a desarrollarse un evento LA NIÑA.

En Argentina, un patrón LA NIÑA durante los meses de invierno está asociado a precipitaciones por debajo de las normales en la provincia de Buenos Aires y este de La Pampa y temperaturas inferiores al promedio para toda la región centro y norte del país. Este forzante favorece aún más las condiciones deficitarias de lluvias en la región del Litoral, centro-este y norte del país hacia los meses de primavera.

¿Cuándo se establecería LA NIÑA y cómo nos afectaría en nuestra región más productiva?

Pero, históricamente ¿cómo ha afectado a los cultivos la presencia de éste fenómeno climático? y ¿qué podemos esperar si lo debemos enfrentar en el trimestre junio-julio-agosto?

Durante los años de La Niña, los principales cultivos invernales en Argentina enfrentaron diversos desafíos que afectaron su desarrollo y rendimiento. La influencia climática del fenómeno se reflejó en condiciones específicas que impactaron cada etapa del ciclo de cultivo.

En junio, los cultivos invernales en Argentina se encontraron en diferentes estadios de desarrollo, dependiendo de la región y del tipo de cultivo. En general, este mes marca el comienzo del período invernal, con cultivos como el trigo, cebada y colza en fases tempranas de crecimiento. Durante los años de La Niña, es común observar temperaturas más frías de lo normal en la región centro y norte del país, lo que puede retrasar el desarrollo inicial de los cultivos. Además, la escasez de lluvias en áreas afectadas por La Niña puede resultar en una menor disponibilidad de agua para los cultivos, lo que afecta su establecimiento inicial.

En julio, estos cultivos suelen estar en pleno crecimiento vegetativo. Sin embargo, durante los años de La Niña, la situación puede ser desafiante. La disminución de las precipitaciones en las regiones afectadas puede llevar a sequías temporales, lo que reduce la humedad del suelo y afecta el desarrollo de los cultivos. Además, las temperaturas más frías de lo normal pueden afectar el crecimiento y la salud de las plantas, especialmente en áreas donde las heladas son más frecuentes.

En agosto, los cultivos invernales entran en etapas críticas de desarrollo, como la formación de espigas en el trigo y la cebada. Durante los años de La Niña, las condiciones adversas pueden persistir, con temperaturas más bajas de lo normal y una menor disponibilidad de agua debido a la falta de lluvias. Esto puede afectar la calidad y el rendimiento de los cultivos, así como aumentar el riesgo de daños por heladas tardías. Además, la escasez de agua puede llevar a una mayor competencia entre los cultivos y las malezas, lo que requiere un manejo cuidadoso por parte de los productores.

En conclusión, durante los meses de junio, julio y agosto, los cultivos invernales en Argentina enfrentan desafíos significativos durante los años de La Niña, incluyendo temperaturas más frías de lo normal, escasez de lluvias y riesgo de heladas tardías. Estos factores pueden afectar el crecimiento, desarrollo y rendimiento de los cultivos, lo que requiere una planificación cuidadosa y medidas de manejo por parte de los agricultores para mitigar los impactos adversos. Además, los pronósticos a mediano y corto plazo se transformarán en herramientas fundamentales para la planificación de las labores de siembra y fertilización.