Después de jornadas de intenso calor, las esperadas precipitaciones comenzaron a materializarse, ofreciendo un respiro tan necesario para los cultivos. Según Cristian Russo, jefe de la Guía Estratégica para el Agro (GEA) de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), las últimas 24 horas han registrado acumulados significativos de hasta 80 milímetros en algunas áreas, aunque con una distribución desigual que deja a sectores del oeste aún esperando por más lluvias.
Este cambio en el patrón climático llega en un momento crítico. Un informe de la BCR publicado este jueves había pintado un panorama complejo: aproximadamente el 10% del área sembrada con soja de segunda estaba en riesgo de perderse debido a la sostenida ola de calor, con un deterioro notable en el potencial de la soja de primera. La situación era igualmente grave para el maíz, con un alto porcentaje del cultivo en floración y enfrentando incertidumbres sobre su desarrollo final.
El regreso de las lluvias, aunque desigual, podría marcar un punto de inflexión. Los pronósticos indican que la inestabilidad climática continuará, con lluvias intermitentes en el corto plazo y pronósticos de precipitaciones más generalizadas para el sábado y nuevamente el lunes. Este patrón de lluvias podría ser clave para la recuperación de los cultivos, especialmente si se mantienen durante la segunda semana de febrero, como sugieren los expertos.
Sin embargo, las lluvias llegan tras un período de estrés hídrico que ha dejado huella. La ola de calor de las últimas dos semanas aceleró el deterioro de la condición de los cultivos, con amarillamientos y muerte de plantas en áreas significativas. La región pasó de tener reservas de agua abundantes a enfrentar una sequía en casi la mitad de su territorio, evidenciando la vulnerabilidad de la soja de segunda y los desafíos para la soja de primera en momentos clave para la definición de rindes.
El panorama es mixto. Mientras algunas zonas reportan importantes acumulados de lluvia, en Rosario y sectores del oeste la situación sigue siendo crítica. El desafío ahora es maximizar la eficacia de las lluvias recientes y las pronosticadas, para mitigar las pérdidas y recuperar lo que se pueda de los cultivos afectados por la sequía y el calor.