Con independencia del cambio de gobierno y las vicisitudes políticas, la transición energética sigue su marcha en Argentina y los bioinsumos son los grandes protagonistas. Las empresas tienen su propia agenda sobre la necesidad de modernizar sus procesos productivos, y la difícil coyuntura económica, aunque puede posponer algunas innovaciones, no parece detener el rumbo. En la Argentina, la prioridad del sector privado sigue siendo reducir la dependencia de los combustibles fósiles, como el gas y el petróleo, e incrementar la participación de fuentes renovables.
Y no sólo se trata de proyectos energéticos específicos, tales como las grandes obras de infraestructura, sino también de rubros en donde el propio consumo demanda su actualización.
Uno de esos sectores es el campo, vital para la economía nacional pero también el lugar de donde salen los alimentos para todo el mundo.
Es por ese motivo que la agricultura se encuentra en el centro de la transición energética, más de lo que uno puede imaginar. Adoptar prácticas sostenibles en un universo tan relevante representa un desafío crucial. A medida que los fenómenos ambientales y climáticos impactan más fuerte en las cosechas, se hace evidente la necesidad de girar la producción hacia el cuidado medio ambiente.
Esto implica también la adopción de tecnologías que utilizan fuentes de energía renovable, eficientes y limpias.
Ver también: Novedoso desarrollo: Impulsan el uso de bioinsumos en tabaco criollo
Joaquín Basanta, presidente de Agro Sustentable, sostuvo que una opción para la descarbonización en el agro es los bioinsumos, que emergen como protagonistas, “no sólo contribuyendo a la reducción de emisiones, sino que además permiten un aumento notable en la productividad”.
El Banco Mundial presentó un informe reciente para América latina y el Caribe en el que se detalla con minuciosidad la problemática que el cambio climático genera en la productividad y en las cosechas de varios territorios. Sequías brutales se pudieron observar con fuerza en los últimos años en la región, lo cual llevó a alertar sobre una crisis alimentaria a gran escala.
“Los países de la región tienen todavía la oportunidad única de actuar con rapidez y liderar el cambio para promover economías más resilientes y con bajas emisiones de carbono”, manifestó Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial, en el marco de su informe.
Por lo tanto, existen distintos obstáculos que enfrenta este sector, que van desde la lenta incorporación de insumos orgánicos en las producciones agropecuarias, hasta la poca aplicación de soluciones tecnológicas. “Entendemos que la innovación tecnológica puede convivir con la sustentabilidad”, añadió Basanta al respecto. La empresa lo aplica en su unidad de negocios llamada “AgroTech”, donde a partir de la utilización de drones de aplicación, los usuarios aumentan la productividad y cuidan a la vez todo el agroecosistema.
Pero también hay otras prácticas sostenibles en la agricultura. Por caso, MSU Green Energy, empresa del Grupo MSU, anunció recientemente que proveerá de energía solar a Air Liquide, una compañía multinacional francesa, por un plazo de 10 años. La energía limpia será abastecida desde el parque solar Pampa del Infierno, actualmente en construcción en la provincia de Chaco.
Más sobre el tema: Los claroscuros del plan de Europa para reemplazar agroquímicos por bioinsumos
Otros ejemplos de procesos sostenibles en el campo pueden ser la rotación de cultivos, el uso eficiente del agua, la agroforestería y el manejo integrado de plagas. Así se preservan los recursos naturales y se reduce el impacto ambiental de la agricultura.
La transición energética, lejos de ser un proceso aislado, abarca una red interconectada de sectores, y el área agrícola desempeña un papel fundamental en la creación de un futuro sostenible. La conciencia, la innovación y la colaboración son elementos clave para el éxito de esta transición, y la participación activa de empresas, gobiernos y ciudadanos es esencial para lograr una transformación completa y duradera.