El sector ganadero se enfrenta a mercados exigentes, que plantean una responsable gestión ambiental de las producciones y demandan mayores controles sanitarios. Se trata de un verdadero cambio de paradigma, alentado por consumidores informados y profundizado por la pandemia del coronavirus.
Para Aníbal Pordomingo –referente en ganadería del INTA–, “la producción de animales no es estática, y sus formas, su interacción con el ambiente, con los recursos naturales y con la sociedad se adaptan permanentemente a los nuevos contextos”.
“En 20 años, el sector se adaptó a los desplazamientos por competitividad generados por la agricultura: el engorde a corral, la suplementación en cría y recría, la genética animal y las forrajeras megatérmicas generaron nuevos modelos de competitividad”, explicó el especialista. En esta línea, agregó: “Se configuró como instrumento de agregado de valor, de diversificación, de ahorro, de refugio de capital y de modulación financiera”.
Según Pordomingo, la remoción de los bovinos, ovinos o caprinos no sería la solución para una gestión ambiental responsable, “porque los ecosistemas intervenidos por la acción antrópica durante siglos no podrían revertirse con el solo descarte de la producción animal”.
En este sentido, el sector busca adecuarse a sus externalidades, ya sea para mitigar los efectos nocivos o eventualmente potenciar los positivos. “El desmonte sin diseño o poco pensado sobre modelos de sustentabilidad ambiental, el pastoreo abusivo por sobrecarga, y el uso indiscriminado de insumos ofensivos del ambiente, desdibujan la oportunidad regenerativa que ofrece la producción animal en el extensivo”, explicó el investigador del INTA Anguil –La Pampa–.
Además, “las producciones animales son estructurales de sistemas, culturas y formas de vida en muchas regiones del interior del país, y por lo tanto el tránsito repentino hacia otros modelos de producción, sin animales, implicaría cambios catastróficos para la estructura económica, social y cultural de gran parte del territorio nacional”, consideró.
“Por eso, la impronta regional y el arraigo aparecen como las fortalezas de la ganadería y son la raíz de su resiliencia, aunque esto puede conducir a la autojustificación, muchas veces simplista y sesgada en su propia historia”, analizó Pordomingo.
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En este marco, el especialista señaló que “la virtuosidad y las resultantes positivas –ambientales y sociales– de la ganadería deben encontrar su justificación objetiva y, fundamentalmente, una estrategia de comunicación social que permita dar cuenta de la importancia de la ganadería para las economías regionales”.
Según el referente, el sistema de producción pastoril, con estrategias distintas, puede aportar a la sustentabilidad e incluso ofrecer servicios ecosistémicos. “Hablamos de una trayectoria que no es simple de definir en los modelos productivos si no se conoce el efecto de las contribuciones de las partes, y la sinergia y las competencias de las mismas”, indicó.
A su vez, sistemas sin árboles también pueden ostentar neutralidad o mejora de balances y huellas ambientales menores y “allí, nuevamente, la interacción entre los componentes define la eficiencia final y el sentido de la tendencia”, aseguró Pordomingo.
Así, el diseño de los sistemas ganaderos teniendo en cuenta primero la combinación de recursos forrajeros en el uso del suelo pensado en función de los efectos y resultados sobre la dinámica del carbono, “probablemente nos conduzca a planteos diferentes a los actuales, cuyas restricciones primarias no estén en la productividad por animal o unidad de superficie”, enfatizó.
Con respecto a las experiencias del pasado, el investigador del INTA Anguil reconoció que “la simple rotación de suelos entre cultivos anuales y pasturas perennes no sería condición suficiente para contener o revertir la degradación, menos para construirse en “pileta” de carbono”, y consideró que “la investigación de la integración de recursos y tecnologías debería proporcionar pautas para guiar la estrategia de combinación de elementos en función de ese objetivo”.
Asimismo, el especialista no dudó en subrayar que la ganadería bovina actual tiene la posibilidad de producir más carne con la misma cantidad de terneros que genera en una magnitud no menor.
“La eficiencia requiere de alta producción y calidad de forrajes, condiciones necesarias para capturar y retener carbono, aunque la posibilidad de rol ecosistémico de la ganadería no dependerá solamente de la eficiencia de sus partes, sino de la capacidad para integrarlas y dimensionar objetivamente sus aportes”, puntualizó Pordomingo.
Una jornada, cuatro encuentros
Bajo el lema “Potenciando la producción agropecuaria del norte argentino”, se organizó la semana ganadera en el INTA Chaco Formosa del 3 al 6 de noviembre. Se trata de una serie de encuentros que tienen por objetivo difundir las tecnologías disponibles para potenciar la ganadería del norte argentino.
Este espacio de encuentro del sector público y privado tiene la intención de compartir experiencias y exponer los avances en temas limitantes para la producción agropecuaria con una visión integral que abarque tanto la coyuntura como el mediano plazo, para generar los recursos que mejoren los aspectos tecnológicos.
Las cuatro jornadas son abiertas, de acceso libre y gratuito. Cada encuentro abordará un tema central. Durante las mañanas se abarcarán temas relacionados a políticas públicas, relaciones institucionales y perspectivas del sector agropecuario. Mientras que, por las tardes, se expondrán temas técnicos de actualidad por profesionales expertos.
Al finalizar las disertaciones, una mesa de cierre con los profesionales que conducen la gestión del desarrollo e implementación de tecnologías en INTA, así como invitados de otras instituciones, que expondrán sobre las acciones necesarias para potenciar la producción bovina del norte del país.
Fuente: INTA Informa