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¿Qué Sector Agropecuario pensamos? Por Juan Ignacio Lozano

La matriz productiva de la Argentina está basada, fundamentalmente, en el sector agropecuario. Hoy, algunas de las cadenas más importantes vinculadas al campo, están “comprimiendo” el negocio del productor por la dinámica que han tomado, donde algunos eslabones han concentrado poder y lo utilizan, bajo la lógica capitalista,...

La matriz productiva de la Argentina está basada, fundamentalmente, en el sector agropecuario. Hoy, algunas de las cadenas más importantes vinculadas al campo, están “comprimiendo” el negocio del productor por la dinámica que han tomado, donde algunos eslabones han concentrado poder y lo utilizan, bajo la lógica capitalista, para manipular precios y maximizar sus márgenes. El Sector Agropecuario debe repensar que estrategia utilizar para salir de dicha situación y delinear el “modelo” en el que reconvertirse de cara a un futuro promisorio pero complejo, mediato pero no lejano.-

Si hay una lección que aprender de lo ocurrido durante los últimos 3 lustros es la de determinar qué es lo que el Sector Agropecuario no quiere volver a vivir, lo que no quiere volver a ser. Se generó una concentración en algunos eslabones de distintas cadenas productivas que aprovecharon la coyuntura para fortalecerse y, como consecuencia, manipular muchos parámetros hacia atrás y hacia adelante (precios básicamente). Hoy solo vemos las consecuencias. Los cambios no van a producirse espontáneamente ni por acción del mercado. Si hay algo que se puede decir sin temor a equivocarse es que “el mercado” corrige y que eso, en algunos casos, puede devenir en concentración. En los últimos años se promovió la visión polarizada de todos los asuntos (políticos, económicos, geoestratégicos, culturales, etc.) y no podemos cambiar esa “visión” de las cosas de una día para otro. Así es que, pasamos de una concepción populista de los asuntos económicos a una más liberal y “de mercado”, sin medias tintas.

Más allá de las ideas de cada uno, la realidad tiene matices. Seguramente hace falta reducir el tamaño del Estado y su injerencia, pero pensar que “el mercado” por sí solo, resuelve todos los problemas es una visión parcializada de lo que sucede sobre todo desde el punto de vista de la complejidad de los sistemas. Si pudiéramos graficar al mercado como un gran océano donde cada actor navega de acuerdo a sus posibilidades en “competencia libre” por los recursos, es difícil pensar que en el mismo ámbito de navegación puedan convivir sin fricciones y sin que se genere concentración, grandes buques y pequeños veleros sin motor. Esta es una buena simplificación para pensar al mercado. Y es en esas condiciones donde hace falta la presencia del Estado para marcar los límites y generar condiciones para que en las cadenas productivas no se produzca concentración y cartelización.

Hasta hace unos meses, de acuerdo a la óptica de Gobierno imperante, la intervención del Estado hubiera venido por el lado de la regulación. Ésta herramienta mostro sus limitaciones como solución de largo plazo y los ejemplos sobran. Ahora se promueve una liberalización de las regulaciones y un sinceramiento necesario (política cambiaria, tarifaria, de precios, etc.) que está en línea con el perfil político del Gobierno. Pero no hay que dejar de ver que, en aquellos mercados con distorsiones hará falta que el Gobierno favorezca la competencia para generar el ingreso de nuevas empresas tendiendo a desconcentrar dichos mercados y monitoreando su funcionamiento para evitar abusos. Hay eslabones en la cadena de la leche y de la carne, por ejemplo, donde existen costos hundidos y donde se generan condiciones oligopólicas que hoy son usufructuadas por algunas empresas poderosas, que compran a productores muy atomizados y venden en mercados claramente segmentados, apropiándose de ganancias extraordinarias.

Además, hay fusiones empresarias que incrementan la concentración sin que se utilice la legislación antimonopolio para evitarla. Será necesario repensar las cadenas que le agregan valor a los productos agropecuarios para promover la des-atomización de la producción primaria y la des-concentración de los eslabones subsiguientes, promoviendo mejores condiciones para el establecimiento de industrias a través del crédito y de facilidades institucionales para que esto suceda, ya que se tocarán fibras muy delicadas de la matriz productiva donde habitan fuertes intereses creados. Así es como el “productor agropecuario” deberá repensar como quiere organizarse para no seguir siendo víctima de estrategias de colusión que lo único que hacen es perjudicarlo y empoderarse aprovechando las condiciones que plantea el nuevo Gobierno. El asociativismo en todas sus formas y el establecimiento de clústers de producción son dos herramientas posibles. Además, será necesario un replanteo de la gestión agropecuaria tendiente a profesionalizar la administración de las empresas del rubro.

A medida que la coyuntura económica se estabilice y se achiquen los márgenes hará falta una gestión más eficiente desde lo económico. En lo productivo, el productor agropecuario argentino ha demostrado estos años ser uno de los mejores del mundo. Ahora hace falta que integre en su pensamiento una estrategia más economicista para utilizar recursos de administración financiera de manera más racional, entre otros. Esos son los desafíos para el campo argentino.-

El mejoramiento de las condiciones de inversión para “repoblar” nuevamente los eslabones de industrialización y comercialización de la producción primaria son un asunto que el Gobierno debe resolver para evitar los abusos existentes, y eso también debe formar parte de la agenda del sector agropecuario a través de sus órganos de representación existentes y potenciales.-

JUAN IGNACIO LOZANO
Lic. en Economía. Consultor en Agronegocios