Miguel Taverna, coordinador del Programa Nacional de Lechería del INTA, en 2015 instaló en la Estación Experimental del INTA Rafaela el primer tambo robotizado del país. Muchos dijeron en su momento que estaba perdiendo el tiempo porque el sistema jamás lograría implementarse en la Argentina. Pero bastaron unos pocos años para dar por tierra con ese pronóstico: con el tiempo se fueron sumando, año tras año, nuevas unidades en diferentes cuencas lecheras.
Si bien el tambo robotizado es, por cierto, el aspecto más llamativo de las empresas tamberas que incorporan esa tecnología, la realidad es que no es el factor transformador más importante: se trata de una herramienta más de un conjunto que, al combinarse, están cambiando el paradigma de la producción lechera.
Mientras que el sistema convencional consiste en implementar una serie de rutinas para las vacas, el sistema de ordeñe voluntario (VMS, por sus siglas en inglés) entiende que los animales pueden manejarse solos, con sus propios horarios y rutinas, de manera tal de incrementar el bienestar y promover así un mejor ambiente productivo tanto para animales como para personas. No se trata de una mejora más, sino de un cambio completo de concepto.
La primera gran conclusión de aquellos que tienen algunos años empleando el sistema voluntario de ordeñe es que el mismo –si está bien implementado– muestra el gran potencial presente en la lechería argentina. Es muy grande el margen de mejora.
El tambo robotizado, además de liberar al personal de tareas operativas, posibilita realizar un seguimiento en tiempo real del comportamiento, estado y productividad de cada animal presente en el tambo más allá de cuál sea la escala del mismo. Con esa información la gestión y selección del rodeo lechero puede eficientizarse de manera notable.
Por supuesto: la transición de un sistema convencional a otro intensivo automatizado no es una tarea sencilla porque requiere un esfuerzo importante por parte de los animales y del equipo de trabajo, pero luego de algunas semanas los resultados por lo general van acomodándose para comenzar a estabilizar las producciones, las cuales, a medida que comienza gestionarse la información, tienden a experimentar una fase ascendente.
La gran ventaja del sistema es que permite detectar cuáles son aquellas vacas con producciones individuales superiores, de manera tal de contar con información sólida que permita ir armando un seleccionado de vacas estrella adaptadas al sistema voluntario.
Lo interesante de los sistemas voluntarios es que pueden trabajar en empresas lecheras personas que no tienen experiencia previa en lechería, aunque sí se necesita un perfil bien atento para analizar con detalle cuestiones finas que en tambos convencionales muchas veces son pasadas por alto.
El sistema de ordeñe voluntario dispone además de tranqueras inteligentes que identifican y derivan a las vacas hacia el robot de ordeño o bien a salas de alimentación si el animal fue ordeñado recientemente pero aún desea volver a ingresar para alimentarse con ración. En caso de que una vaca no ingrese al área en un tiempo prudencial, el sistema puede disparar una alarma para que un encargado pueda localizar al ejemplar y verificar qué sucede con el mismo. Los robots también permiten alimentar a los animales con diferentes tipos de raciones según las necesidades diferenciales de las vacas y vaquillonas en ordeñe.
La automatización del ordeño y del sistema de confección y distribución de raciones permite contar con un volumen enorme de datos que, luego de ser analizados, deberían generar la información necesaria para poder detectar no sólo aquellas vacas mejor adaptadas a un sistema intensivo, sino además los diseños de las raciones más adecuadas.
Es decir, con un sistema funcionando a pleno, será posible identificar aquellas vacas que, además de tener una alta producción individual, cuenten con las mejores eficiencias de conversión de alimento en leche; el propio sistema permite realizar una selección genética específica para un modelo intensivo. En lo que respecta a la calidad del ordeñe, el sistema posibilita además que prácticamente no se tengan casos de descarte de leche
Todo lo mencionado resulta auspicioso, pero no debe perderse de vista que para que un sistema voluntario de ordeñe sea viable debe contar con la presencia de rodeos de vacas altamente productivas y muy bien alimentadas y manejadas. Y eso es fácil decirlo, pero requiere muchísimo trabajo analítico y de gestión de procesos.
Los tambos robotizados se pueden adaptar a diferentes sistemas de manejo, ya sean pastoriles, mixtos, estabulados con cama de compost o tipo free stall, pero todos los casos tienen en común que dejan a las vacas solas para que hagan su vida. La clave es qué hace el humano en el “detrás de escena” al elegir al mejor “seleccionado” posible de vacas, buscar nuevos “talentos” de manera constante y brindar todas las comodidades posibles a los animales como si estuviesen en un hotel de cinco estrellas (¡no debe haber ni una sola anotación el libro de quejas al respecto!).
Por lo expuesto, pasar de un modelo tradicional o un sistema de ordeñe voluntario no es nada fácil y se trata de una tarea que pone a prueba a las mejores empresas y equipos de trabajo. Pero, con el tiempo, los que atraviesan ese período suelen estar maravillados por los resultados obtenidos.
Es importante aclarar que los sistemas lecheros voluntarios no reducen la mano de obra, dado que, si bien prescinden de los ordeñadores, requieren personal con nuevas capacidades para asegurar el monitoreo del rodeo a nivel individual y el pleno confort de las vacas durante las 24 horas del día. En los sistemas pastoriles, en tanto, permite focalizar esfuerzos en la producción y cosecha de pasto, lo que contribuye a mejorar de manera notable las eficiencias asociadas a tales procesos. Por otra parte, en la Argentina –y en muchos otros países lecheros– es cada vez más difícil conseguir ordeñadores porque se trata de una labor muy sacrificada.
Un aspecto central de los nuevos modelos lecheros es que generan un atractivo en las nuevas generaciones, las cuales muestran un interés renovado al advertir que están siendo protagonistas de una transformación que, como tal, seguramente tendrá muchas más novedades por incorporar en el futuro.
El cambio de paradigma que está experimentando la lechería con la robótica, la gestión de grandes cantidades de datos en entornos digitales y el monitoreo individualizado de cada ejemplar de un rodeo en tiempo real es solamente el comienzo de algo mucho más grande que viene en camino.
Las combinación de tres tecnologías –semen sexado, fertilización in vitro y genómica– está promoviendo una aceleración del desarrollo genético que, combinado con los demás avances, llevarán a la actividad a un nivel de competitividad gigantesco.
En 2004 un consorcio internacional logró secuenciar el primer borrador del genoma de un bovino. A fines de 2007, a partir de un desarrollo conjunto con el USDA y las Universidades de Missouri (EE.UU.) y de Alberta (Canadá), la compañía estadounidense Illumina comenzó a comercializar test genómicos para bovinos con 50.000 marcadores genéticos (SNP50).
A partir de 2009 en EE.UU. y Canadá, las dos naciones líderes en genética bovina, se comenzó a incorporar la información genómica en las evaluaciones de progenie. Y esta tecnología empezó así a emplearse en la selección entre hermanos. Con el sistema tradicional de selección, se suponía que los hijos de un mismo padre y una madre tenían una similitud genética, mientras que con las evaluaciones genómicos comenzó a ser factible determinar qué grupo de genes heredó cada uno de los hijos para determinar cuál es el ejemplar más destacado y descartar el resto.
Por otra parte, a través del uso de semen sexado, la fertilización in vitro y el trasplante embrionario es posible aplicar una presión extra al mejorar el proceso de selección de hembras, de manera tal de lograr que el 100% de las mejores vacas generen solamente hembras.
A más largo plazo lo que viene en camino son avances en proteómica y edición génica, los cuales, cuando estén maduros, permitirán acelerar de manera exponencial del desarrollo genético al potenciar caracteres deseados y suprimir los indeseados. La proteómica es la posibilidad ya no sólo de identificar los genes, sino de entender cómo funcionan e interactúan entre ellos. En la actualidad sabemos que determinados marcadores moleculares se asocian a determinados caracteres, pero muchas veces no se sabe porqué y la proteómica promete generar ese conocimiento.
Para poder encarar tales desafíos, en la red CREA se constituyó recientemente el grupo CREA Tambero Robótico, el cual, coordinado por el asesor Pedro Mazziotti, está integrado por catorce empresas que en conjunto cuentan con más de 3100 vacas. Nueve de esos catorce tambos están localizados en la provincia de Buenos Aires. Entendemos que el trabajo en grupo, en el marco de la metodología CREA, representa un activo esencial para poder generar valor en un momento trascendente para la actividad.
Estamos atravesando un momento único para la lechería. Y estamos entusiasmados por aprender, generar conocimiento y transformar la manera de producir con el propósito de generar empresas prósperas que puedan promover impactos favorables en las comunidades.