Es la industria quien fija precios y plazo. Quien además define e informa al productor, la calidad higiénica sanitaria y composicional de su producto, no existiendo posibilidad legal de contrastarlo en una instancia arbitral, siendo el productor de leche cruda el más vulnerable de los eslabones de la cadena, ya que su producto es perecedero y no puede retenerlo ni estoquearlo, y se ve obligado a “aceptar”.
Las asimetrías que existen dentro de la cadena láctea, en la que el estado, el comercio y la industria ejercen de manera ostensible un poder dominante sobre el de la producción primaria, se ven acentuadas hoy por el contexto económico, en el que sobresale la devaluación del último trimestre (y más de 100% en lo que va de este año) y tasas de interés de referencia del orden del 60% que tornan imposible financiar el capital de trabajo necesario para encarar siembras y compra de insumos. Esto en un negocio en el que en promedio, entre el 70 y el 85% de los costos del tambo están dolarizados. El contraste con la industria, cuyo principal insumo es la leche, que cayó un 23,2% en dólares.
El Estado ejerce una presión impositiva que en promedio supera el 40% en el producto final que adquiere el consumidor, el comercio y la industria ajustan precios de compra y venta según necesiten, pero el tambero sólo recibe unos pocos pesos de lo pagado en góndola. Es clara la necesidad de construir un mercado institucionalizado de leche cruda, que cuente con estandarización y diferenciación del producto y un verdadero precio de referencia en base a sólidos, con el objetivo es terminar con esta inequidad en la cadena láctea.
La aceleración del cierre de establecimientos y el achicamiento progresivo de quienes aún intentan sobrevivir se traduce en una liquidación de vientres alarmante; el aumento de la venta de vacas en producción a frigorífico es la antesala de la final decisión de salirse del negocio definitivamente.
Y ese final se traduce en la pérdida de décadas de inversión, historias de vida ligadas al trabajo en el tambo y familias en busca de un nuevo destino hoy más incierto que nunca.
Hasta que las autoridades competentes no asuman esta realidad, no habrá diagnóstico preciso ni solución real a este problema que en estas horas se torna dramático. Y el argumento falaz de que “se trabaja para el largo plazo” no debe confundirnos. Hoy la denominada “coyuntura” refleja el hecho de que no existe la voluntad política para abordar las estructurales asimetrías manifiestas de la cadena láctea.
Desde CARBAP, que representa a miles de productores lecheros de las cuencas bonaerenses del oeste, abasto, mar y sierras y del este pampeano, lamentamos el triste transcurrir de políticas que poco y nada han generado para encarar las soluciones que imperiosamente necesita el sector.
Es hora de empezar a cambiar en serio, si es que de verdad interesa la lechería y su futuro, propiciando medidas concretas y urgentes para detener el cierre de tambos y terminar con esta falta de respaldo a una producción tan importante para el país.