Según un estudio dirigido por la Universidad de Cambridge, la Iglesia católica podría ayudar a reducir las emisiones de carbono recuperando el precepto de ayunar de carne los viernes, lo podría evitar millones de toneladas de gases de efecto invernadero anualmente.
En 2011, los obispos de Inglaterra y Gales pidieron a los fieles que volvieran a renunciar a la carne los viernes. Sólo una cuarta parte de los católicos lo hicieron, y se ahorraron más de 55.000 toneladas de carbono al año.
"La Iglesia católica está muy bien situada para ayudar a mitigar el cambio climático, con más de mil millones de seguidores en todo el mundo”, señala Shaun Larcom, autor principal y profesor del Departamento de Economía de la Tierra de Cambridge.
“El papa Francisco ya ha destacado el imperativo moral de actuar ante la emergencia climática, y el importante papel de la sociedad civil para lograr la sostenibilidad a través del cambio de estilo de vida", agregó.
"La agricultura de la carne es uno de los principales impulsores de las emisiones de gases de efecto invernadero -señala Larcom-. Si el Papa restableciera la obligación de los viernes sin carne a todos los católicos a nivel mundial, podría ser una fuente importante de reducción de emisiones de bajo costo”, expuso.
¿Realmente funcionó?
Larcom y sus colegas combinaron los datos de una nueva encuesta con los de estudios sociales y dietéticos para cuantificar los efectos de una declaración emitida por la Iglesia católica de Inglaterra y Gales que restableció los viernes sin carne como acto de penitencia colectivo a partir de septiembre de 2011, tras un paréntesis de 26 años.
Los resultados de la encuesta sugieren que el 28% de los católicos de Inglaterra y Gales ajustaron su dieta de los viernes tras este anuncio. De este segmento, el 41% declaró que dejó de comer carne el viernes, y el 55% dijo que intentó comer menos carne ese día. En el caso de los que dijeron que sólo redujeron el consumo, los investigadores asumieron una reducción a la mitad de la ingesta de carne en viernes.
Suponiendo que los católicos que adaptaron su dieta a comidas no cárnicas ricas en proteínas los viernes, esto equivale a aproximadamente 875.000 comidas cárnicas menos a la semana, lo que supone un ahorro de 1.070 toneladas de carbono, o 55.000 toneladas a lo largo de un año, según los investigadores.
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