El trabajo de reproducción de la especie lleva más de una década. Hoy se da por recuperada. Hasta entonces, la gallina araucana, conocida como la de huevos entre azules y verdes, aparecía en la memoria de algunos ancianos lugareños que la recordaban de sus antepasados o de relatos precordilleranos. Pero la daban por perdida.
Sólo con la posibilidad de que hubiera algunos ejemplares dispersos, el INTA emprendió la búsqueda de material genético vivo de esta especie que sirviera para apuntalar planteles. Los centros de multiplicación de aves de las agencias de extensión del instituto en Comodoro Rivadavia –Chubut– y Zapala –Neuquén– tomaron ese material conservado y comenzaron a reproducirlo. Pudieron entregar más de 10.000 pollos bebé a comunidades originarias de las zonas de Cushamen, Villa Pehuenia y Roca Choroy.
“En la zona de precordillera, las gallinas araucanas crecían a campo y eran criadas por las comunidades tehuelches que emigraban permanentemente de un lugar a otro junto con sus animales”, describió Jose Luis Cepeda, técnico del INTA Comodoro Rivadavia.
En 2006, el INTA lanzó un proyecto nacional de recuperación de especies animales y algunas unidades –como Pergamino, Mendoza, Zapala y Comodoro Rivadavia– decidieron impulsar el rescate de la gallina araucana. Los primeros pasos apuntaron a conseguir ejemplares con más del 90 % de pureza, que luego utilizaron como reproductores.
El avance de otras razas y el paso del tiempo llevaron a que la población de gallinas araucanas disminuyera, al punto de peligrar la extinción, y quedara atesorada en la memoria pagana. Los ejemplares seleccionados para conservación provinieron de comunidades originarias, que los criaban y tenían algunos pocos.
Esta ave, muy rústica para desarrollarse en regiones áridas con clima muy frío, de nieve y ventoso, se destaca, porque pone huevos de color entre verdes y azules. “Son animales lindos a la vista, de buen porte”, resaltó Cepeda.
Para Luciano Rivera, técnico del INTA Zapala, el trabajo de rescate permite conservar “la genética como recurso propio del lugar”. “No apuntamos a difundirla hacia otros rumbos, sino a conservarla en los lugares de origen para que los productores puedan multiplicarla, mantenerla y darle valor para evitar la pérdida de especies”, detalló.
“En los pueblos donde la gallina araucana es originaria, tiene un valor cultural que trasciende lo productivo y es un aspecto que quisimos preservar”, aclaró Rivera. Incluso, destacó que algunas comunidades utilizan los huevos para preparados medicinales.
Asimismo, en la zona de Zapala, impulsan la conservación de otros recursos genéticos locales como gallinas criollas –de huevos verdes o castaños–, aquellas que los pequeños crianceros reproducen en el campo. “Esto indica que los productores les dan valor a los recursos genéticos locales”, remarcó Rivera.
El regreso al origen
Desde 2007 a la fecha, desde la agencia Comodoro Rivadavia se entregaron más de 10 mil ejemplares a comunidades aborígenes que viven en la zona precordillerana, cerca de las localidades de Chalia, Cushamen, Vuelta del Río, Lagunita Salada y Paso del Sapo.
“Ellos no tenían gallinas, pero algunos más ancianos habían llegado a conocerlas o las conocían por antepasados”, comentó Cepeda, quien recordaba la visita a una casa en Cushamen cuando halló la tercera especie que les faltaba. “Fuimos a dar una charla para la entrega de pollitos y el dueño de casa, que hablaba muy poco, terminó cambiándonos dos hembras y un macho colloncas que nos permitió iniciar la reproducción”, relató.
Para Cepeda, “las comunidades daban a las gallinas por perdidas, las consideraban algo anecdótico y no creían verlas más, excepto casos puntuales como esta familia que tenía muy pocos ejemplares”. “Ellos sienten que recuperaron algo propio”, sostuvo.
De acuerdo con el técnico, la especie se da por recuperada en Comodoro Rivadavia y alrededores. Los productores que recibieron ejemplares continuaron la cría y pudieron ampliar sus propios planteles. A su vez, ellos mismos venden animales o los intercambian.
La producción de pollos bebé se realiza en el centro de multiplicación de aves del INTA, a través del componente granja del programa ProHuerta que conducen el instituto y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Actualmente hay 70 gallinas en postura que esperan aumentar para ampliar la capacidad reproductiva.
Al norte de la Patagonia
Aunque los trabajos del INTA Zapala para la recuperación de especies animales y vegetales con instituciones locales y productores de la zona de Villa Pehuenia y Roca Choroy comenzaron en 2010, la genética de la gallina araucana es conservada desde antes en el centro de multiplicación avícola del instituto. Ubicado en la misma agencia de extensión, este centro participa de la Red de Recursos Zoogenéticos del INTA y alberga un pequeño núcleo genético de araucanas de huevos verdes como reservorio genético.
La propuesta de acción en el territorio apuntó a “trabajar con una genética propia del lugar que no genere dependencia, contrariamente a los híbridos comerciales que obligan a la recompra permanente de los pollitos bebé, con una rusticidad y condiciones que permitieran llevar a cabo la actividad”, explicó Rivera.
Se dieron talleres sobre crianza inicial de los pollitos bebé, recría y postura, en aspectos de alimentación, sanidad, cuidados generales y construcción de gallineros. Posteriormente, se realizó la entrega de pollitos bebé de araucanas reproducidos en el centro de multiplicación de Zapala, provenientes de huevos de los reproductores que poseen allí. Los animales fueron vacunados contra las enfermedades de Mareck y Newcastle.
Además, “recolectamos huevos de gallinas araucanas que ellos tenían, los incubamos, hicimos la reproducción de esos ejemplares y les entregamos los pollitos ya vacunados para que ellos puedan aumentar los planteles”, agregó el técnico.
En la zona de Villa Pehuenia, se trabajó con 12 familias entre las que se entregaron 110 pollitas bebé, 12 hembras adultas y tres machos adultos. En Ruca Choroy, participaron 55 personas en los diferentes encuentros y se entregaron 170 pollitos bebé a 40 familias.
En este sentido, también se destacó el vínculo con un grupo de cinco granjeros con quienes se realizaron mejoras de infraestructura en los gallineros, selección y reproducción de los ejemplares que ponían huevos verdes.
En el trabajo con los pequeños crianceros, el INTA les brinda herramientas y capacitaciones para que puedan seleccionar animales con buen potencial, multiplicar su propia genética y mejorar instalaciones de producción. En el marco del componente granja del programa ProHuerta, estas acciones reciben el apoyo de una red de más de 50 promotores en la zona centro de la provincia de Neuquén.
Una vez satisfecho el consumo doméstico, los productores comercializan el excedente de huevos de color y castaños en ferias locales.
En general, tanto el INTA como la mayoría de los crianceros tratan de conservar la genética local en su hábitat de origen y no la ofrecen en forma comercial. Para conseguir algún ejemplar de araucana, recomiendan visitar la “Feria de intercambio de semillas, plantines, aves, saberes y sabores”, donde los productores suelen llevar animales para canje por otros.
Las araucanas
Dentro de la especie, las gallinas araucanas tienen distinto plumaje –negras tornasoladas, coloradas y barradas– y pueden encontrarse tres tipos: copetonas, caracterizadas por un copete; colloncas, de rabo redondeado, y quetro, con plumas en forma de aretes a cada lado de la cabeza. Se cree que las colloncas perdieron la cola en una mutación genética que respondió a evitar que los zorros las atraparan.
De acuerdo Cepeda, la productividad ronda los parámetros normales: la postura media es del 85 %, equivalente a poco más de ocho huevos cada 10 días. Más allá del color, los huevos –prácticamente– no presentan diferencias respecto de los convencionales. Quizás alguna posibilidad de mayor conservación, debido a que poseen la cáscara es más gruesa y eso favorece la durabilidad, que no se contaminen y evita roturas.
Son aves muy dóciles, ya que no sólo establecen un vínculo amable con las personas, sino que no se observaron episodios de peleas ni canibalismo. “Prácticamente no hay peleas entre los animales, establecen fácilmente el orden social, las jerarquías que respetarán y eso evita el surgimiento de focos de problemas”, señaló el técnico.
Al igual que otras gallinas, las araucanas comen granos, restos de la huerta y de comida. En su caso particular, prefieren la libertad del campo abierto y dormir arriba de los árboles. No obstante, tienen buena adaptación a la vida en cautiverio.